Esta mañana he tenido la
oportunidad de acercarme por la parroquia de San Valero Obispo y San Vicente Mártir, donde estaban de celebraciones aunque no fuera por la festividad de ninguno
de los dos santos (y compañeros).
Y es que resulta que, por
algún motivo que ignoro, la parroquia de San Valero (abreviando), en el antiguo
poblado de Ruzafa, es la sede de la devoción de la capital valenciana a San Blas Obispo, cuya festividad sí es este 3 de febrero (con o sin cigüeñas).
Asociada a dicha devoción
está la tradición de la bendición del pan (los feligreses se lo llevan de casa a
la misa solemne de la mañana, o lo compran en los puestos al efecto de la
calle), así como otras labores de panadería como son les tradicionals coquetes.
De un modo u otro, los
panes o les coquetes, la bendición es
para las personas que los toman (como la tarde anterior recordó mi párroco: no se
bendice la cosa sino la persona que hace uso de ella), y en este caso concreto,
solicitando ayuda ante las enfermedades de la garganta.
¡Ah! Y, desde luego,
quienes no estuvieron calladas fueron las campanas de la iglesia.
Créditos:
Fotografías del altar a
San Blas, ante la fachada principal; de la bolsita con les tradicionals coquetes comprada en un puesto; y del volteo de
campanas antes de la misa solemne; todas esta mañana, en la iglesia de San
Valero, en el barrio de Ruzafa, de Valencia, del autor.
Yo conocí la tradición de San Blas en la ciudad de Lorca, donde bendicen los típicosrollicos del santo.
ResponderEliminarUn abrazo. Y a cuidarse la garganta...