lunes, 18 de enero de 2010

Dibujando el milagro

Este pasado mes de noviembre, buscando un libro, encontré Los milagros, de C. S. Lewis, en edición de Encuentro, con traducción de Jorge de la Cueva, SJ.

Hojeándolo, y quedando en algún momento, sin habérmelo propuesto, enganchado al texto, pude, entre otras cosas, leer lo que sigue:

Así, en un cierto sentido, las leyes de la Naturaleza cubren todo el campo del espacio y el tiempo; en otro sentido, lo que queda fuera de su alcance es precisamente todo el universo real, el incesante torrente de acontecimientos concretos que constituyen de hecho la verdadera historia. Esto tiene que venir de otro sitio. Porque toda ley en última instancia dice: «Si usted hace A, entonces obtendrá B». Pero primero consiga usted su A; las leyes no se brinda a hacerle ese favor.
Es, por consiguiente, inexacto definir el milagro como algo que quebranta las leyes de la Naturaleza. No, Señor. (…) Si Dios aniquila, crea o desvía una unidad de materia, ha creado una nueva situación en ese momento. (…) La nueva situación por su parte se encuentra a sí misma sometiéndose a todas las leyes. (…) Vemos a diario que la naturaleza física no se incomoda lo más mínimo por el tráfico cotidiano de sucesos que le lanza la naturaleza biológica o la psicológica. Si en alguna ocasión los sucesos provienen de más allá de la Naturaleza, no se incomodará tampoco. (…) El arte divino del milagro no es el arte de suspender el patrón al que los sucesos se conforman, sino de alimentar este patrón con nuevos acontecimientos. El milagro no viola la previsión de la ley: «Si A, entonces B»; sino que establece: «Por esta vez, en lugar de A, va a A2»; y la Naturaleza, hablando a través de sus leyes, replica: «Entonces, será B2» (…)
Quede perfectamente sentado que un milagro no es, en manera alguna, un acontecimiento sin causa o sin consecuencias. Su causa es la actividad de Dios; sus resultados se siguen de acuerdo con las leyes naturales. En la dirección hacia adelante (es decir, en el tiempo que sigue a su realización) se intertraba con toda la Naturaleza exactamente igual que cualquier otro suceso. Su peculiaridad consiste en que no se intertraba igualmente en su dirección hacia atrás con la historia anterior de la Naturaleza. Y esto es lo que muchos encuentran intolerable. Y la razón es porque comienzan estableciendo que la Naturaleza constituye la sola y total realidad. (…) El gran complejo acontecimiento llamado Naturaleza y el nuevo suceso particular introducido en ella por el milagro, están relacionados por un origen común en Dios; y, ciertamente, si supiéramos lo suficiente, los encontraríamos relacionados en la intención y designios divinos.
” (pp. 99-102)

Supongo que no sería inspirado por estos párrafos que acabo de transcribir, pero el caso es que ayer, en su habitual parcela de opinión, Antonio Mingote publicaba el dibujo que acompaña estas líneas.

Ayer se celebró la festividad de San Antonio Abad, también conocido por estas tierras como Sant Antoni del Porquet, por el pequeño cerdo con que se le suele representar. En Valencia se celebra la bendición de los animales en la Parroquia sita al final de la calle Sagunto, dedicada al santo patrono de los animales. En la fachada de la iglesia, en un mosaico de azulejos, se recuerda, no estas bendiciones, sino otra bendición que puede llegar por intermediación del santo: “Si alguien no puede hablar o no tiene la lengua lo bastante limpia, San Antonio tiene un remedio: el agua de la campanilla

Supongo que tampoco sería inspirado por este mosaico por lo que Antonio Mingote elegía el protagonista de su dibujo de ayer.

El año pasado se organizaron en Valencia dos exposiciones en homenaje a Antonio Mingote: a una de ellas, en el IVAM, finalmente no pude ir, mientras que a la celebrada en San Miguel de los Reyes, sí, aunque por poco.

De ésta última, constituida por obras de diversos dibujantes y artistas homenajeando a Mingote en su nonagésimo cumpleaños, caragüevo ha recogido un dibujo definitivo (que precisamente es el único que recuerdo de la exposición).

Y es que, recordemos, ayer fue la onomástica y el nonagésimo primer cumpleaños de Ángel Antonio Mingote Barrachina.

Y éste es el milagro: que en España se encuentre personificado el humor, y que se llame Antonio Mingote.

Nota: Hace un año, con un día de retraso, publiqué un modesto recuerdo a Antonio Mingote. Este año, me habían puesto deberes, y con bastante más retraso (aunque forzando la fecha de publicación), consigo superar los problemas técnicos y publicar esta anotación que, desde luego, no es más corta. Lo de brillante,… eso ya lo deben calificar quienes estas líneas lean.

3 comentarios:

  1. Con todos mis parabienes para el señor Mingote, lo que verdaderamente me ha llamado la atención de tu anotación de hoy es el libro cuyo extracto me ha resultado de lo más interesante. Lo anotaría en mi lista de libros para leer, pero se ha hecho tan larga... que ya me da vergüenza seguir añadiendo títulos, que a saber cuándo leo. Sin embargo..., se entabla en mí una lucha. Di, ¿merece la pena el libro?

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  2. Pues el caso es que aún no lo he leído. El ¿destino? es quien guió las páginas cuando lo hojeé para permitirme transcribir estas líneas.
    Pero recojo el recado, y ya os contaré.

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  3. Y cuando lo cuentes, lo leeré con gusto, porque me ha llamado la atención. Mientras tanto..., me doy al placer de leer otras anotaciones. Voy, pues, ahora a ocuparme de la que habla sobre... aprender de lo inolvidable.

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