“La madrina la tocó con la
varita, y las humildes ropas se transformaron en un lujoso y elegante
vestido de oro, plata y pedrería; luego le calzó unos lindísimos
zapatitos de cristal que eran una monada. Cenicienta subió a la
carroza, pero antes de partir, su madrina la recomendó mucho que se
retirase del baile antes de las doce. Pasada esa hora, cesa el
encanto de todos estos objetos, y la carroza vuelve a ser calabaza,
los lacayos lagartos, y así lo demás. Las ropas lujosas que ahora
vistes, serían las pobres de antes.”
El otro día vi un reloj que parecía
diseñado específicamente para cuando Cenicienta ya no tuviera
problemas con los encantamientos: empezaba a marcar precisamente a
las doce.
El problema, en todo caso, sería del
príncipe, que tendría que pasar el baile a la tarde, para que
funcionara el reloj... de sol.
Créditos:
Extracto de La Cenicienta,
cuento de Charles Perrault, en adaptación sin acreditar, tomado de
Cuentos de Perrault, publicado en 2006 por Real de Catorce
Editores, de la biblioteca del autor.
Fotografía de un reloj de sol, en un
edificio de Requena, de febrero de 2015, del autor.
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