“Lo que mejor funcionaba en la Gran Guerra no eran los hospitales de
campaña ni los suministros de armas y alimentos, era el servicio postal inglés:
movió toneladas de libros. Se leyó mucho en el frente británico y Brenan se
preparaba para entrar en combate leyendo a su amado Rimbaud, pero también a
Cervantes, a Joyce, entre otros, y trascribía muchos versos y poemas en sus cartas.
Eran barreras de contención contra los rumores sobre la crueldad de la guerra
que circulaban por la líneas inglesas.”
Podría decirse que la
mejor protección en las trincheras hubieran sido los libros.
Y que éstos, bien
utilizados, hubieran incluso impedido que se construyeran las trincheras.
Pero hay momentos en que
nos empeñamos en que la oscuridad sea más intensa que la luz de los libros.
Algún día aprenderemos.
En los libros… ¿de
Historia, tal vez?
Créditos:
Extracto de la Introducción, de Carlos Pranger, a la
edición, realizada por él mismo, de Diarios
de la Gran Guerra y Relatos de un
superviviente, de Gerald Brenan, publicada por Confluencias editorial en la
primavera de 2014.
Fotografía de uno de los
carteles en comercios locales, convocando a una manifestación en conmemoración
de la entrada del Reino Unido en la I Guerra Mundial, mediante una sencilla
vela encendida entre todas las luces apagadas, esta noche (en Exmouth -Devon-,
del autor).
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