“El hermano de Dictis, Polidectes, que entonces era el rey de Sérifos, se
enamoró de Dánae y, al no poder tener relaciones con ella por ser Perseo ya un
hombre, convocó a sus amigos y con ellos, también a Perseo, y les dijo que
reuniesen sus aportaciones para la boda de Hipodamía, la hija de Enómao. Como
Perseo dijera que no pondría reparos ni aunque se tratara de la cabeza de la Górgona,
a los demás les pidió caballos pero no aceptó los caballos de Perseo, sino que le
ordenó que le trajese la cabeza de la Górgona. Éste, guiado por Atenea y
Hermes, se dirigió al encuentro de las hijas de Forcis, Enio, Pefredo y Dino;
eran estas hijas de Ceto y Forcis, hermanas de las Górgonas, viejas desde su
nacimiento. Tenían las tres un solo ojo y un solo diente y, turnándose, se lo pasaban de una a otra.
Entonces Perseo se apoderó de ellos y, cuando se lo reclamaron, les dijo que se
los devolvería si le indicaban el camino que conducía hacia las ninfas. Éstas
tenían unas sandalias aladas y la «kíbisis», que dicen era una especie de zurrón.
(…)
Tenían las ninfas además el casco de Hades. Cuando las Fórcides le
mostraron el camino, les devolvió el diente y el ojo y, en cuanto llegó a
presencia de las ninfas, consiguió lo que buscaba; se colgó la «kíbisis», se
ajustó las sandalias a los tobillos y colocó sobre su cabeza el casco con el
que podía ver a los que quería sin ser visible al resto. Recibió también de
Hermes una hoz de acero y llegó volando hasta el Océano, sorprendiendo allí a
las Górgonas mientras dormían. Eran estas Esteno, Euríale y Medusa, que era la única
mortal; por eso Perseo fue enviado a por su cabeza. Tenían las Górgonas la
cabeza cubierta por escamas de dragón, grandes dientes como de jabalíes, manos
de bronce y alas de oro con las que volaban. A los que miraban los convertían
en piedra. Perseo, por tanto, se colocó junto ellas mientras estaban dormidas
y, guiando Atenea su mano y volviendo la mirada hacia el escudo de bronce en el
que veía reflejada la imagen de la Górgona, logró decapitarla. Una vez cortada
la cabeza, surgieron de la Górgona el caballo alado Pegaso y Crisaor, el padre
de Gerión, que habían sido engendrados por Posidón. Entonces Perseo metió en la
«kíbisis» la cabeza de la Górgona y emprendió el regreso, pero las Górgonas se
despertaron de su sueño y emprendieron su persecución, sin embargo no podían
verlo gracias al casco que lo ocultaba.”
¿Y cómo empezó esta historia?
“Cuando Acrisio preguntó al oráculo sobre la manera de que le nacieran
hijos varones, el dios le respondió que de su hija nacería un niño que le daría
muerte. Temiendo esto, Acrisio construyó bajo tierra una cámara de bronce y allí
guardó a Dánae. Sin embargo, según dicen algunos, a ésta fue Preto quien la
sedujo y de aquí surgió la querella entre ambos; según aseguran otros, Zeus se
transformó en lluvia de oro y, deslizándose hasta el seno de Dánae a través del
techo, se unió a ella. Cuando más tarde Acrisio supo que de ella había nacido
Perseo, no creyó que hubiera sido seducida por Zeus y, poniendo en un arca a su
hija junto con el niño, los arrojó al mar. En cuanto el arca arribó a Sérifos,
Dictis los sacó de ella y crió al niño.”
Como podemos ver, el origen de Perseo (en la variante más poética) está en una
lluvia procedente del cielo. Para cerrar el círculo, en breve podrá apreciarse
que Perseo (en este caso, la constelación) es el origen de una lluvia (ahora,
de estrellas fugaces): las Perseidas, también llamadas Lágrimas de San Lorenzo
(por la cercanía en el tiempo al día de su festividad, en concreto, mañana,
viernes).
Sin embargo, en esta ocasión, el momento de mayor intensidad será el
domingo… pero de día, al menos en España. Por ello, para poder apreciarlas habrá
que refugiarse en las madrugadas del sábado al domingo y del domingo al lunes.
El origen de las estrellas fugaces son las partículas que ha ido dejando en
el espacio en su continuo orbitar el cometa Swift-Tuttle, que en estas fechas
son interceptadas por la Tierra.
No diré yo que no sea este fenómeno astronómico el origen del mito de la
concepción de Perseo (seguro que al revés no es). Pero sí diré que lo mejor es
quedarse con el relato mitológico, mientras, tumbados en una hamaca en estas
noches de calor, se disfruta con la visión de las Perseidas.
Créditos:
Extractos del Libro II de la Biblioteca
mitológica, de Apolodoro, según traducción de Julia García Moreno, publicada
como número 1604 de la colección El Libro
de Bolsillo, por Alianza Editorial (primera reimpresión, de 1999; pp. 95-97
y 95)
Detalle de fotografía de Perseo con la cabeza de Medusa, de Benvenuto Cellini, en la Piazza della Signoria, de Florencia,
en marzo de 2008, del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario