Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de agosto de 2014

Even a slight candle lights up

Lo que mejor funcionaba en la Gran Guerra no eran los hospitales de campaña ni los suministros de armas y alimentos, era el servicio postal inglés: movió toneladas de libros. Se leyó mucho en el frente británico y Brenan se preparaba para entrar en combate leyendo a su amado Rimbaud, pero también a Cervantes, a Joyce, entre otros, y trascribía muchos versos y poemas en sus cartas. Eran barreras de contención contra los rumores sobre la crueldad de la guerra que circulaban por la líneas inglesas.

Podría decirse que la mejor protección en las trincheras hubieran sido los libros.

Y que éstos, bien utilizados, hubieran incluso impedido que se construyeran las trincheras.

Pero hay momentos en que nos empeñamos en que la oscuridad sea más intensa que la luz de los libros.

Algún día aprenderemos.

En los libros… ¿de Historia, tal vez?

Créditos:
Extracto de la Introducción, de Carlos Pranger, a la edición, realizada por él mismo, de Diarios de la Gran Guerra y Relatos de un superviviente, de Gerald Brenan, publicada por Confluencias editorial en la primavera de 2014.
Fotografía de uno de los carteles en comercios locales, convocando a una manifestación en conmemoración de la entrada del Reino Unido en la I Guerra Mundial, mediante una sencilla vela encendida entre todas las luces apagadas, esta noche (en Exmouth -Devon-, del autor).

viernes, 21 de marzo de 2014

Continuamente empezando

Ya fuese porque había agraviado a Salmoneo, o traicionado el secreto de Zeus, o porque siempre había vivido robando y matando con frecuencia a inocentes viajeros -algunos dicen que fue Teseo quien puso fin a la carrera de Sísifo, aunque esto no se menciona entre las hazañas de Teseo-, el caso es que Sísifo recibió un castigo ejemplar. Los Jueces de los Muertos le mostraron un enorme bloque de piedra -del mismo tamaño que aquel en que se había convertido Zeus cuando huía de Asopo- y le ordenaron llevarlo rodando cuesta arriba hasta la cima de una montaña y soltarlo cuesta abajo en la otra ladera. Hasta ahora no ha conseguido hacerlo. Cada vez que está a punto de llegar a la cima, el peso de la desvergonzada piedra le obliga a retroceder, y la mole vuelve una vez más a la misma base. Allí la vuelve a tomar pesadamente y debe empezar de nuevo, a pesar de que el sudor empapa sus miembros y una nube de polvo se alza sobre su cabeza.

No sé por qué motivo, me viene a la memoria el mito de Sísifo, mejor dicho, su castigo, cada vez que me pongo a ordenar los libros en casa.

Sin ir más lejos, estos días… Mira, lo mismo me voy a Madrid, a ver la exposición en el Prado.

Créditos:
Extracto del apartado dedicado a Sísifo, en Los mitos griegos, obra de Robert Graves, según traducción de Esther Gómez Parro, tomado de la edición realizada por RBA para la colección distribuida en kioscos Grandes obras de la cultura (pág. 241), de la biblioteca del autor.
Imagen de la invitación recibida de Fundación Amigos Museo del Prado, en relación con la exposición Las Furias, representando un detalle de la obra Sísifo, óleo sobre lienzo de Tiziano, en el Museo del Prado, en Madrid (que es la misma obra que figura en la anotación Abstenerse sensibles del blog Miradas al fresco, en el periódico El Mundo, aunque en el pie se identifique de otra manera).

sábado, 17 de agosto de 2013

¡Que ruede su cabeza!

Digo…

¡Que ruede, por fin, el balón!

A partir de ahora, se acabó el leer.


(Que no, que es broma. Yo, Leo.)

Créditos:
Viñeta de Serafín, publicada en La Codorniz el 21 de octubre de 1956, tomada de “La Codorniz” declara la guerra a Inglaterra, recopilación sobre el tema publicada por EDAF en 1999 (3ª edición, de noviembre), de la biblioteca del autor.

martes, 6 de agosto de 2013

Un aviso para no librarse…

… de libros.

Estas dos semanas se está celebrando la Feria del Libro Viejo de Santander.

Lo sé no por estar allí, sino por leerlo en prensa, aunque sí hay presencia valenciana entre las librerías que participan:
Entre los establecimientos participantes, destacan tres librerías de Valencia: El Asilo del Libro, Maestro Gozalbo y Al Tossal.

Si sirve como referencia, aquí, en Valencia, he comprado más de una vez y más de dos en El Asilo del Libro y en Maestro Gozalbo.

Así, pues, si hay alguien que esté cerca y pueda echar un vistazo a los fondos expuestos, espero que lo pase bien.

sábado, 3 de agosto de 2013

Un libro decente para leer

Not too much to ask, is it? It was in 1935 when Allen Lane, Managing Director of Bodley Head Publishers, stood on a platform at Exeter railway station looking for something good to read on his journey back to London. His choice was limited to popular magazines and poor-quality paperbacks – the same choice faced every day by the vast majority of readers, few of whom could afford hardback. Lane’s disappointment and subsequent anger at the range of books generally available led him to found a company – and change the world.

We believed in the existence in this country of a vast reading public for intelligent books at a low price, and staked everything on it
Sir Allan Lane, 1902-1970, founder of Penguin Books.

The quality paperback had arrived – and not just in bookshops. Lane was adamant that his Penguins should appear in chain stores and tobacconists, and should cost no more than a packet of cigarettes.



Reading habits (and cigarettes prices) have changed since 1935, but Penguin still believes in publishing the best books for everybody to enjoy. We still believe that good design costs no more than bad design, and we still believe that quality books published passionately and responsibly make the world a better place.

So wherever you see the little bird – whether it’s on a piece of prize-winning literary fiction or a celebrity autobiography, political tour de force or historical masterpiece, a serial-killer thriller, reference book, world classic or a piece or pure escapism – you can bet that it represents the very best that the genre has to offer.

Whatever you like to read – trust Penguin.

En este texto no lo dice, pero en la página oficial de Penguin sí se expresa cuál era el motivo de que Allan Lane estuviera ese día en Exeter.

Había ido a visitar a Agatha Christie.

Créditos:
Transcripción del texto (incuidos los pingüinos) de la última página de la edición de The 39 steps, de John Buchan, realizada por Penguin Books como Pocket Penguin Classic, en 2011, de la biblioteca del autor.
Fotografía de la fachada exterior de la Exeter Central Station, en julio de 2013, del autor.
Fotografía de Agatha Christie, en 1926 (año de los famosos once días), de Bettmann/Corbis, tomada de la noticia publicada en El Mundo el 7 de diciembre de 2007, de la hemeroteca del autor.

Volviendo a las andadas

Hace una semana, al igual que hace tres, no consiguió Luis del Pino retenerme oyéndole, y dediqué el rato al montaje de otra estantería.

Y al igual que hace tres semanas, acabé bajo la ducha, más que nada… para secarme.

Eso sí, en esta ocasión fui yo más rápido haciendo la foto de la estantería, que los libros tomando posesión de ella.

P.S.
Como era temprano, no quise abusar de la amabilidad de las amistades, por lo que pudieron éstas seguir descansando ;-)

Créditos:
Fotografía de la estantería en cuestión.

sábado, 13 de julio de 2013

Los espacios y los huecos, ¿dónde están…?

Esta mañana, lo primero que he hecho en cuanto me he cansado de escuchar a Luis del Pino (lo que sucede cada vez antes), ha sido proceder al montaje de una nueva estantería que compré el lunes y trajeron a casa el martes (sí, aún era martes cuando llegaron).

En el folleto multilingüe (es decir, con dibujitos), se estima para el montaje una duración de unos treinta minutos, por lo que, yo, lógicamente, tardé una hora.

Tras ello, me fui a la ducha, a ver si bajo el agua conseguía secarme.

Como puede observarse, ya he aparcado (provisionalmente) numerosos libros en la nueva adquisición.

Lo que no se observa es hueco alguno en el resto de la casa.

Créditos:
Fotografía de la nueva estantería, ya estrenada, esta noche, del autor.

viernes, 31 de mayo de 2013

Consejos vendo…

Nuestro colaborador D. Wenceslao Fernández Flórez nos ruega la publicación de la nota siguiente:
"Me ha maravillado la lectura de una nota del Banco de España, en la que se comenta una conferencia que pronuncié el pasado día 12 ante el micrófono de Unión Radio (…).
El Banco se queja de que haya pretendido yo hacerle víctima de mis ironías. ¿De qué ironías? Mis cuartillas se guardan en el archivo de Unión Radio. Véase en ellas si yo he aludido en ningún momento al proceder del Banco de España. No. Me he limitado a referir que un consejero –cuyo nombre no pronuncié– había asegurado ante veraces y respetables individuos de la Cámara Oficial del Libro que intervinieron en la organización de la II Feria, que él en toda su vida había comprado un libro. Esta anécdota es absolutamente exacta. Y si perjudica “al prestigio individual y colectivo del Consejo”, no soy yo, ciertamente, el que tiene la culpa."

¿Ni siquiera compró un libro… de cuentas?


Desde luego, como decía Cantinflas en una película, “debe-haber, debe haber… pero no hay”.

Créditos:
Extracto de la nota publicada en ABC el 18 de mayo de 1934, tomado de la hemeroteca del periódico en internet.
Imagen de la cabecera de una página de un libro de Cuentas corrientes.

Dios los cría…

Hace un tiempo, cuando tenía en casa los libros desorganizados (no como ahora, que los tengo cuasi-desorganizados), hubo un día en que me di cuenta de una casualidad… o no.

En un estante se encontraba un ejemplar de Polvo de líneas, conjunto de relatos de Carlos Semprún Maura, editado por Pre-Textos. A su lado, también editado por Pre-Textos, estaba La asamblea de los muertos, de Julia Escobar.

¿Y?

La casualidad de los libros reside en el doble hecho de que el primero, escrito originalmente en francés, estaba traducido por la autora del segundo; y de que el relato que da nombre al primero, no deja de tener cierta vinculación con lo narrado en el segundo.

Los intentos posteriores de reorganización de los libros han hecho que ahora ya no estén juntos, pero ha habido un relevo, provisional, pero relevo, al fin y al cabo.

La novela que estoy leyendo toma su título de un verso de un poema, y en la curiosidad de averiguar si dicho poema lo tenía en casa, el domingo me fijé en un ejemplar de poemas de Keats para comprobarlo.

Justo al lado de dicho libro, colocado con el lomo hacia arriba, y por tanto, no fácilmente identificable, se hallaba El tío Petros y la conjetura de Goldbach, en cuya búsqueda había estado buena parte del fin de semana, lo que me permitió publicar la correspondiente anotación.

En resumen, que Dios los cría… y los libros se juntan, no sólo en mi casa, sino también en el Parque del Retiro, en Madrid, donde este viernes se inaugura la Feria del Libro.

Nota:
Por cierto, el poema en cuestión no lo encontré debido al pequeño detalle de que no era de Keats, sino de Yeats. Aun así, en el primer libro que pude hojear de Yeats… tampoco estaba.

Créditos:
Cubiertas de los libros en cuestión.

martes, 30 de abril de 2013

Leyendo las leyes del mercado

-¿Por qué considera peligrosa la edición digital?
- Por la misma razón que los aficionados a los vinos aprecian más el Château Mouton en su botella que el château-carton en su práctico envase. Por igual razón que mis amigos preferían el caldo de buey que hacía en su casa Marlene Dietrich a las pastillas que disolvía en el agua Marilyn Monroe. Porque cada uno se gasta su dinero en lo que le da más placer. Y a mí me gusta el papel, y las librerías, y los encuadernadores, y el oficio de impresor. Cuando uno deja de ir al mercado deja de pertenecer al pueblo.

Créditos:
Fotografía de Mauricio Wiesenthal y extracto de la entrevista que le realiza Antonio Fontana, tomados del número 1.089 de ABC Cultural, de este pasado 20 de abril, de la hemeroteca del autor.

martes, 23 de abril de 2013

¿Arcanos, primitivos? ¡No, libros!

Harlan sentía una vanidad oculta y casi vergonzante por su afición a los conocimientos arcanos. Desde sus primeros día en la escuela le interesó el estudio de la Historia Primitiva, y el Instructor Yarrow le había animado a ello. Harlan llegó a simpatizar con aquellos extraños y oscuros Siglos anteriores, no solo al establecimiento de la Eternidad en el 27º, sino incluso al descubrimiento del Campo Temporal, en el Siglo 24. Durante sus estudios había leído libros y periódicos Había viajado muy lejos en el pretiempo hasta los primeros Siglos de la Eternidad, para consultar viejas bibliotecas, siempre que pudo obtener permiso para ello. Desde hacía más de quince años estaba reuniendo una notable biblioteca privada, casi toda en papel impreso. Tenía un libro de un tal H.G. Wells, y otro de un llamado W. Shakespeare, y algunos libros de historia medio destrozados. Pero la joya de su colección era un juego completo de volúmenes encuadernados de una revista semanal primitiva. Ocupaban un espacio extraordinario pero nunca pudo decidirse a microfilmarlos.

La suave elegancia de Finge contrastaba con el severo aspecto del aposento de Harlan. Su siglo 95 natal tendía a lo espartano en el decorado de las viviendas, y Harlan nunca pudo acostumbrarse a otro estilo. Las sillas de tubo metálico estaban revestidas de un material mate al que se había intentado dar aspecto de madera (aunque con poco éxito). En un rincón de la habitación había un pequeño mueble aún más desacorde con las costumbres del Siglo donde se encontraba ahora.
Finge reparó en él al instante.
El Programador tocó el mueble con su dedo rechoncho, como si quisiera probar su consistencia.
- ¿Qué material es ese?
- Madera, señor –dijo Harlan.
- ¿Es posible? ¿Madera natural? ¡Sorprendente! Supongo que usan la madera en su Siglo natal.
- Ciertamente.
- Comprendo. El reglamento no lo prohíbe, Ejecutor.
Finge se limpió el dedo con los pantalones, para quitarse el polvo del objeto que había tocado.
(…)
Sus ojos se dirigieron de nuevo hacia el objeto de madera, pero ahora mantuvo sus dos manos en su espalda y continuó:
- ¿Qué es eso? ¿Para qué sirve?
- Es una librería –dijo Harlan.
(…)
Finge enarcó las cejas.
- Una librería. Por tanto, esos objetos colocados en los estantes deben de ser libros, ¿no es así?
- Sí, señor.
- ¿Ejemplares auténticos?
- Completamente, Programador. Los he obtenido en el Siglo Veinticuatro. Los pocos que tengo aquí datan del Siglo Veinte. Si… si quiere examinarlos, le ruego que tenga cuidado. Las páginas han sido restauradas e impregnadas, pero no son de metal. Requieren un trato cuidadoso.
- No voy a tocarlas. No tengo ningún deseo de examinarlos. Supongo que aún conservarán el polvo original del Siglo Veinte. Libros auténticos. Las páginas serán de celulosa, ¿no es cierto? Es lo natural –rió Finge.
Harlan asintió.
- Son de celulosa modificada por el tratamiento de impregnación a fin de darles mayor duración. Desde luego.
Respiró hondo, tratando de conservar la calma. Era ridículo identificarse tanto con aquellos libros, sentir que un desprecio hacia ellos era también un desprecio hacia él mismo.
- Me atrevería a decir –continuó Finge, insistiendo en el tema– que todo el contenido de estos libros podría ser microfilmado en dos metros de película y guardado en un dedal. ¿Qué contienen estos libros?
- Son tomos encuadernados de una revista del Siglo Veinte –dijo Harlan.
- ¿Usted lee esas cosas?
Harlan contestó con orgullo:
- Estos son solo algunos volúmenes de la colección completa que poseo. No existe otra colección como esta en todas la bibliotecas de la Eternidad.
- Ya comprendo. Se trata de una afición suya. Recuerdo que una vez me contó su interés hacia los Primitivos. Es raro que su Instructor autorizase una cosa semejante. Es malgastar su energía.

Harlan contempló cómo Twissell miraba con curiosidad los viejos y encuadernados volúmenes de la biblioteca y cómo luego tomaba uno entre sus manos. Eran tan antiguos que el frágil papel había sido protegido por métodos especiales, pero las páginas crujían entre las manos nerviosas de Twissell.
Harlan hizo un gesto. En cualquier otro momento le habría dicho a Twissell que se apartara de los libros, aunque se tratase del Jefe Programador de la Eternidad.
El anciano ojeó las viejas páginas y silenciosamente pronunció aquellas arcaicas palabras.
- ¿Este es el inglés de que siempre nos hablan los lingüistas? –dijo, golpeando con un dedo el volumen que tenía ente sí.
- Sí, es inglés –contestó Harlan.
Twissell volvío a colocar el libro en su lugar.
- Pesado e incómodo.
Harlan se encogió de hombros. En efecto, la mayor parte de los Siglos de la Eternidad usaban los microfilmes. Una pequeña parte utilizaba el registro molecular. A pesar de todo, la imprenta y el papel no eran desconocidos.
Harlan dijo:
- Los libros no precisan de equipos técnicos, como ocurre con los microfilmes, para leerlos.
Twissell se frotó la barbilla.
- Tiene razón. ¿Empezamos ya?

Bueno, pues este año ya ha empezado el Día del…, del..., del ¡¿qué?!

¡Ah, sí, el Día del Libro!

Créditos:
Extractos de los capítulos 2. El observador, 7. El preludio del crimen, y 15. Perdidos en los Tiempos Primitivos, de El fin de la Eternidad, de Isaac Asimov, según traducción de Fritz Sengespeck, tomados de la edición en la colección Best Seller del sello DeBols!llo, en abril de 2012 (pp.28-29, 102-105, y 234-235).
Imagen de Estudio para la decoración de la Biblioteca de El Escorial, de Pellegrino Tibaldi, dibujo a pluma y aguada, en tinta parda, sobre lápiz negro, 332 x 485 mm, c. 1588 - 1592 ©The Trustees of the British Museum 1846,0509.176, integrante de la exposición El trazo español en el British Museum. Dibujos del Renacimiento a Goya, tomada de la página de internet de la misma.

sábado, 20 de abril de 2013

Self-service along the shelf

One of my favourite things to do (occasionally surreptitiously but usually unabashedly) when I am in a new friend’s home for the first time is to peruse their bookshelves.

Me sucede, no ya con frecuencia, sino siempre, que cuando hojeo un libro buscando un fragmento concreto, me suelo enganchar en otras partes del mismo, y, sin ningún problema, acabo leyéndome un capítulo entero… tras lo cual tengo que seguir buscando el fragmento en cuestión (que en ocasiones,… no existe).

Estos días me ha pasado algo parecido: buscando entre las notas y apuntes para preparar una de las anotaciones últimamente publicadas, me he encontrado con la referencia de un artículo de Beth Carswell publicado en septiembre de 2010,… y que estaba esperando su turno para llegar a estas páginas.

La introducción al mismo que figura en Abebooks nos plantea el problema de los libros electrónicos visto desde el punto de vista de qué dicen de nosotros (o, mejor dicho, ya no se nos muestra), eso sí, con humor: “we lose the alarm bells that go along with discovering your would-be new romance has a house full of home taxidermy books”.

Sí, bueno, será mejor que volvamos con Beth Carswell:
For me, books are part of my house, part of my decor, and part of who I am. When you come into my home (mind the clutter), I expect and welcome you to eye the shelves, laugh at some inclusions, ask about some inclusions (...) and to pull down copies, admire my few cherished collectible books, borrow, discuss, argue – and yes, even draw conclusions.
Don’t worry. I’ll do the same to you.

El caso es que... yo hago lo mismo.

Créditos:
Extractos del artículo Undercover: Judging People by Their Books, de Beth Carswell, publicado en Abebooks en septiembre de 2010, y de la introducción al mismo.

viernes, 19 de abril de 2013

Libros con cuentas

Dentro de una semana comienza en Valencia la Feria del Libro. Lo nuevo para este año es… la novedad de que no salen las cuentas.

Y es que, según se ha publicado, el sector del libro se encuentra con una importante disminución en el volumen de ventas (un 40% en lo que llevamos de crisis, parece). A ello, hay que añadir que los índices de lectura tampoco son nada del otro mundo (parece que el índice de la Comunidad Valencia es tres puntos inferior a la media nacional, aunque no sé en qué unidades está medido, ni cómo, el índice en cuestión).

Otra cosa que sale también en las cuentas es el tema de las subvenciones y ayudas institucionales, aspecto sobre el que siempre se puede decir aquello de que “quien quiera peces, que se moje el culo”.

El sector del libro está capeando la crisis porque está acostumbrado a contar con pocos medios y, desde siempre, aplican a rajatabla el emprendedurismo [sic]. Los libreros saben que deben renovarse. (…)
Pese a la coyuntura económica sólo se han cerrado cuatro o cinco librerías en la provincia de Valencia, que se compensa con la apertura de otras tantas. Aún así desde la organización del certamen literario enfatizó en la necesidad de proteger a las librerías.

“[El presidente de la Associació d’Editors del País Valencià, Jesús] Figuerola ha insistido en que "los libros hay que comprarlos en las librerías y no en las grandes supeficies, y además hay que promocionar las librerías de proximidad, las de pueblos y barrios".

Ante lo cual uno no puede sino pensar en que, tal vez,:
- da la impresión de que los libreros quieran clientes, en vez de clientela, lo que no es exactamente igual.
- la clientela, en lo que veo por ahí, no se mueve por aquello que puede encontrar en otro sitio, no ya más barato, sino, tal vez, más fácilmente, que es la ventaja de las ‘grandes superficies’.
- si las librerías se limitan a ofrecer lo que les llega en las cajas del reparto de los distribuidores, vista una librería, vista todas.
- la clientela es de la tienda, del tendero; es decir, precisamente de aquello que hace un establecimiento totalmente distinto y diferente de los restantes.

Y por ello, la renovación tendrá que venir de la mano de la diferenciación: sea por añadir a la actividad de venta, la de editorial (como París-Valencia); sea por establecer una vinculación más personal a través de un Club de Lectura (como Casa del Libro); sea por ir más allá y convertirse, como BiblioCafé, más que en una librería, en un centro cultural con numerosas actividades, como bien suele reseñar caraguevo.

Sé que no es nada fácil pero consolidado el comercio en internet, y con el arranque de los libros electrónicos, creo que es el único camino.

Créditos:
Extracto del artículo de Carmen Velasco en Las Provincias.
Extracto de la noticia publicada en la página de la Feria del Libro de Valencia.

lunes, 31 de diciembre de 2012

Campanadas del 2012-02: ¿Librándose de los libreros?

Hace un mes (hablando por extensión, es decir, el último día del pasado mes), se celebró este año el Día de las Librerías.

El caso es que ese día, para animar la visita a las librerías (así como la compra de libros en ellas), se organizaron diversos actos en las 1.800 librerías asociadas al acontecimiento, las cuales ofrecieron una ampliación de horario, y un descuento del 5%, propio del Día del Libro y de las Ferias del Libro, y máximo que se permite con el tema del precio fijo de los libros.

Lo irónico de ese día fue que justo el 30 de noviembre se publicara en el Diario Oficial de la Comunidad Valenciana la Resolución por la que se concedían los premios a los libros mejor editados y a la labor de los libreros en la Comunitat Valenciana.

No lo digo por que el premio al mejor libro ilustrado editado en 2011 recayera en el publicado por la editorial Media Vaca con el título Milano (que por el título de la colección en que se encuadra, se refiere a la ciudad italiana, no al ave), con ilustraciones de Alessandro Lecis y texto de Alessandra Panzeri.

Es que el segundo punto de la resolución decía:

Declarar desierto el premio a la labor de los libreros en la Comunitat Valenciana para 2012.

Créditos:
Fotografía del monumento dedicado por “los libreros españoles al libro y sus creadores”, en Madrid, en el Paseo de Recoletos, cerca del Centro Cultural de la Villa (o como se llame ahora), en marzo de 2009, del autor.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Trópico de Capricornio

Austral, la primera colección de bolsillo de habla hispana, inició su andadura en Argentina en 1937 de la mano del editor Gonzalo Losada y con La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, como primer título. En plena guerra civil española, la colección Austral nace con una clara vocación de acercar al gran público las mejores obras de todos los tiempos y su trayectoria es un reflejo de la historia cultural de nuestro país en los siglos XX y XXI.
(…) Dos de los más prestigiosos pensadores de la época fueron nombrados asesores de la colección: José Ortega y Gasset (Letras) y Julio Rey Pastor (Ciencia y Técnica).
(…)
Desde sus inicios, uno de los rasgos distintivos de Austral ha sido el diseño de sus cubiertas que, con diferentes variaciones a lo largo de sus setenta y cinco años de vida, ha formado parte del imaginario colectivo de varias generaciones. Su creador fue Attilio Rossi, quien, tras estudiar varias editoriales de la competencia (en especial, la británica Penguin), desarrolló un diseño de colección que incluía una cubierta, con el texto impreso en marrón sobre un fondo blanco, y una sobrecubierta, con un fondo tramado con un color que distinguía el género. Se decidió que el logo representara un animal, en línea con lo que estaba en boga en aquel momento. Finalmente, y tras descartar la opción del oso polar por recomendación del mismísimo Jorge Luis Borges (a partir de la observación de la inexistencia de este tipo de plantígrado en la Antártida), se optó por una evocación del símbolo de Capricornio.
El conjunto se convirtió en un hito del diseño hispánico de la primera mitad del siglo XX; una prueba de ello es la vigencia del mismo, que se mantuvo intacto durante cuarenta y ocho años.

Hace algo más de un mes descubrí la edición de unos Cuadernos de notas, es decir, unos cuadernos con hojas en blanco simplemente para tomar notas (y con citas literarias cada cuatro páginas), que mostraban en su cubierta el clásico diseño original para la sobrecubierta de la Colección Austral. Estos cuadernos tienen una breve Introducción donde se cuenta algo de la historia de la colección, de la que se ha extraído el texto con que se inicia esta anotación.

Los colores de la sobrecubierta acabaron siendo nueve, el último, el marrón dedicado a la Ciencia y técnica. De hecho, este género no figura relacionado en la sobrecubierta del ejemplar de Estudios literarios, de Ramón Menéndez Pidal, del que tengo una segunda edición, del 10 de junio de 1939, por lo que se trata del más antiguo, a fecha de hoy, de mi ‘selección’ de la Colección Austral.

Los otros ocho colores, de los que toman nombre las series en que se organiza la colección, son: azul, para Novela y cuentos en general; verde, para Ensayos y filosofía (curiosamente, figura en segundo lugar en la relación de las solapas, aunque fue el color con el que se ‘estrenó’ al colección); naranja, para Biografías y vidas novelescas; negro, para Viajes y reportajes (género poco frecuente, del que, sin embargo, tengo un volumen); amarillo, para Libros políticos y documentos del tiempo (o sea, Historia); violeta, para Poesía y teatro; gris, para los Clásicos (entendidos hasta el siglo XVII); y rojo, para Novelas policíacas, de aventuras y femeninas (aspecto éste último que no se menciona en la antedicha Introducción.

Con el tiempo, la sobrecubierta desapareció, y el diseño lo heredó la cubierta.


En honor a los méritos conseguidos, en la ordenación de libros que estoy intentando hacer en casa, los ejemplares de la Colección Austral, como los de El libro de bolsillo, tienen su propio lugar reservado, con independencia de autores o temas.

Con el tiempo, también la colección desapareció, siendo sustituida por una Nueva Austral. Pero esto, ya, es otra… colección.

Créditos:
Imágenes de las cubiertas del Cuaderno de notas y del ejemplar de la Colección Austral mencionados.
Extracto de la Introducción que figura en el Cuaderno de Notas en cuestión.
Fotografía de los ejemplares de la Colección Austral que figuran en mi biblioteca.

Para este fin del mundo...

¿qué mejor que esperar bien sentados?


lunes, 12 de noviembre de 2012

Bienvenidas sean las alternativas

En su momento clamé ante la falta de espacio para poder colocar adecuadamente los libros que adquirí en Londres, aunque varios de ellos me mostraron lugares que podían cumplir tal propósito.

Sin embargo, en el mismo viaje pudimos ver un par de sitios que parecían ofrecer acomodo, aunque es cierto que no preguntamos.

Uno es el Hotel Savoy, directamente en su vestíbulo de entrada.




El otro no tiene nada que ver: se trata de un ‘sandwich bar’ con comida para llevar, de idiosincrasia libanés-mediterránea, en Earl’s Court Road.

Y el caso es que no tenía por qué irme tan lejos, pues esta pasada semana la persiana recién decorada me ha recordado que también dispone de biblioteca una peluquería cercana a casa.

(Y encima, mientras preparaba esta anotación, S.Cid ha publicado otra haciendo referencia a una curiosa iniciativa artística y de planteamiento sobre ‘mini-bibliotecas’, de la que nos informó ayer Ana Laura en su diario.)

Créditos:
Fotografías de las bibliotecas mencionadas, reales o pintadas, de septiembre y noviembre de 2012, del autor.

viernes, 5 de octubre de 2012

No les libró estar a cubierto

En White Hall me hablaron de las grandes pérdidas experimentadas por los libreros del cementerio de Saint Paul: alrededor de ciento cincuenta mil libras esterlinas. La mayor parte de ellos están en la más completa ruina.

De este modo comenzaba Samuel Pepys la anotación correspondiente al 26 de septiembre de 1666, tres semanas después de que el Gran Incendio de Londres quedara (suficientemente) controlado.

Unos días después (el 5 de octubre), recordaba lo que la catástrofe había supuesto para los libros y libreros:
Me encontré con un pariente de Mr. Kirton, mi librero, quien me describió la terrible situación de aquél, a causa del incendio. Ardieron más de ciento cincuenta mil libros. Con tal motivo, cree que actualmente la Nueva Biblia costará unas cuarenta libras.

Para hacernos una idea del valor del dinero en aquella época, podemos leer en la anotación correspondiente al 23 de enero de (nuestro) 1665 lo siguiente:
En las proximidades de Cádiz, o algo así, ocho de nuestras embarcaciones han librado batalla contra treinta y cuatro navíos holandeses. Echaron a pique al Rey Salomón, que valía ciento cincuenta mil libras o más y capturaron tres barcos mercantes. Desde la costa, los españoles se rieron en grande al ver que los holandeses huían para ganar la costa.

Tiempo después, el 14 de enero de (nuestro) 1668, Pepys nos da, gracias a su librero, una buena descripción de lo sucedido:
A casa de mi librero, Martin, quien me entregó el libro que esperaba de la China, con estampas muy raras. De allí, en coche,…

Por desgracia, la edición de que dispongo es, en esta ocasión, demasiado resumida, por lo que hay que recurrir al original:
So appointing another day for further part of my accounts, I with Gibson to my bookseller, Martin, and there did receive my book I expected of China, a most excellent book with rare cuts; and there fell into discourse with him about the burning of Paul’s when the City was burned; his house being in the church-yard. And he tells me that it took fire first upon the end of a board that, among others, was laid upon the roof instead of lead, the lead being broke off, and thence down lower and lower: but that the burning of the goods under St. Fayth’s arose from the goods taking fire in the church-yard, and so got into St. Fayth’s Church; and that they first took fire from the Draper’s side, by some timber of the houses that were burned falling into the church. He says that one warehouse of books was saved under Paul’s; and he says that there were several dogs found burned among the goods in the church-yard, and but one man, which was an old man, that said he would go and save a blanket which he had in the church, and, being a weak old man, the fire overcome him, and was burned. He says that most of the booksellers do design to fall a-building again the next year; but he says that the Bishop of London do use them most basely, worse than any other landlords, and says he will be paid to this day the rent, or else he will not come to treat with them for the time to come; and will not, on that condition either, promise them any thing how he will use them; and, the Parliament sitting, he claims his privilege, and will not be cited before the Lord Chief justice, as others are there, to be forced to a fair dealing.

Otro problema que tuvieron los libros fue que con el incendio, el plomo de impermeabilización de las cubiertas de la iglesia se fundió, filtrándose y alcanzando hasta donde, resguardados, los libros confiaban salvarse.

Esta vez, pues, el plomo de los tipos móviles de la imprenta para los textos, se vio vencido por el plomo de las cubiertas.

Nota:
Como ya sabemos, las fechas son según el calendario juliano, entonces aún vigente en Inglaterra. Además, el cambio de año se celebraba no el 31 de diciembre sino el 24 de marzo, aunque con el tiempo esto quedaba para asuntos oficiales y la gente (el mismo Pepys, por ejemplo), “cambiaba” de año como los católicos.

Créditos:
Extractos de las anotaciones correspondientes a los días 26 de septiembre y 5 de octubre de 1666, 23 de enero de 1665, y 14 de enero de 1668 de los Diarios de Samuel Pepys, según traducción de Norah Lacoste, tomada de la edición de la obra realizada por Editorial Renacimiento en 2003 (pp. 274, 276, 180-181, y 337)
Extracto de la anotación correspondiente al día 14 de enero de 1667/68, tomado del sitio de internet The Diary of Samuel Pepys, gestionado por Phil Gyford.
Fotografía del nuevo San Pablo, si no entre libros, sí entre rosas, en septiembre de 2012, del autor.

domingo, 19 de agosto de 2012

El libro, tal vez, pero la estantería…

Hoy he terminado de fichar por completo los libros que tengo de la colección El Libro de Bolsillo, realizada en su día por Alianza Editorial. El total, salvo error u omisión, asciende a 110.

Naturalmente, los hay que compré en su día como novedad, o, también, del fondo de librería (en la época en que el fondo podía disponer de libros editados, incluso, diez años antes). Conociéndome, es lógico que haya también numerosos ejemplares conseguidos en Ferias de Libro Antiguo o librerías de viejo.


En la fotografía se puede observar, ordenados por número en la colección, desde el primero, Unas lecciones de Metafísica, de José Ortega y Gasset, hasta los números 485 y 495, los dos tomos en que se dividió Flecha en el azul, el primer volumen de la autobiografía de Arthur Koestler.

Una cosa que se puede observar es que el lomo de los libros y la impresión en ellos, no era el mero blanco y negro que se consolidó más adelante: destacan los colores, bien en el lomo, bien en la tipografía del título y autor.

La ordenación sigue luego con los ejemplares entre el 501 y el 1.000, y los números posteriores a éste. El último es la Biblioteca Mitológica, de Apolodoro, que es el 1.604.

No sabría decir ahora cuántos de todos ellos he leído total o parcialmente, pero sí puedo asegurar que NINGUNO… lo he escrito yo.

Créditos:
Fotografía del estante con los libros del tramo 1-500 de la colección El Libro de Bolsilo, de hoy, del autor ambos, los libros y la fotografía.

Hay formas y formas

Estoy actualmente leyendo una novela de un autor australiano, en edición de Libros del Asteroide.

En la página donde figuran los datos técnicos de la edición, se puede ver el siguiente aviso:


Como se puede apreciar, también en el mundo anglosajón se estila lo del mecenazgo público, si bien, con una diferencia respecto al común del patrio, al menos en este caso: se trata de una ayuda para la traducción y edición en el extranjero, y se le da al ‘extranjero’, no al propio.

Cómo se escojan los propios beneficiados es otra cosa, pero, de momento, a mí, la novela me está gustando.

Créditos:
Imagen del anuncio y logos del Gobierno Australiano y del Consejo de Australia para las Artes, tomada de un ejemplar publicado por Libros del Asteroide.