Es posible que a alguien le haya llamado
la atención mi figuración de la foto de las ‘pirámides’ asociándola a un gato.
No hay nada extraño en ello, ya que, al fin y al cabo, entre los antiguos
egipcios el gato estaba muy bien considerado.
De hecho, dicen, cuenta la leyenda, que
cuando Cleopatra visitó a Julio César en Roma, allá por el otoño del año 45 a .C. si no recuerdo mal, uno de los obsequios que le ofreció fue un
gato, no sé decir de qué clase.
El caso es que se ve que le hizo más
gracia a Julio César el regalo que recibió cuando se conocieron, allí en
Egipto, es decir, una alfombra (hay quien dice que le gustó porque Cleopatra iba envuelta en ella, pero eso son maledicencias de la gente). Y no porque el
gato no fuera majo, o simpático, cosa que también desconozco, sino porque a
Julio César se la manifestó una alergia al pelo de gato.
El resultado, para el pobre gato (o grupo
de gatos, me imagino en realidad, por lo que sigue a continuación), fue su
desaparición de palacio,… y su asentamiento en la ciudad. De ahí, la ‘tradición’
de gatos en Roma, hasta entonces desconocidos en la ciudad y esta parte del
continente.
Al menos, así nos lo comentó la guía que
nos acompañó en el Foro de Trajano, aunque no he podido localizar documentación
que avale esta tradición. Lo más parecido al respecto, aunque tampoco es nada
concluyente, lo ha encontrado en un famoso tratado (en varios volúmenes) sobre
la vida al final de la República Romana.
Créditos:
Fotografía de un gato romano, en el Campitelli,
en septiembre de 2011, del autor.
Viñeta de la aventura de
Astérix, de Goscinny&Uderzo, publicada en 1965, Astérix y Cleopatra, tomada de la antología realizada por Grijalbo/Dargaud
Las aventuras de Astérix (volumen 2).
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