“¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que
esto diga.
Zaragoza no se rinde. La reducirán a
polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus
cien templos; su suelo abrirase vomitando llamas; y lanzados al aire los
cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y
entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se
rinde.”
A pesar de toda la épica que empapa este
párrafo de Galdós,… Zaragoza se rindió ante el segundo sitio que sufrió durante
la Guerra de la Independencia, en el invierno de 1809.
Sin embargo, hubo un primer sitio de Zaragoza, en el
verano de 1808. Y en ese sitio, tras mes y medio de asedio, Zaragoza ni se
rindió ni fue tomada, a pesar de ser una ciudad pobremente fortificada y con
escasa guarnición militar, lo que fue sobradamente compensado por su población,
sin distinciones de edad, condición o sexo.
Y tal día como hoy, pero de ese famoso
1808, fue cuando las tropas francesas, ya convencidas de que eran ciertas las
noticias de que en Bailén había sido su primera vez en ser derrotados, levantaron
campo y se retiraron.
Necesitaron, unos meses más tarde, del
mismísimo Emperador para atreverse a regresar, pero eso es ya otra historia.
Créditos:
Extracto del inicio del capítulo XXIX de
Zaragoza, Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós, recogido en el tercer volumen
de la edición completa de los Episodios Nacionales, realizada por Espasa para
Unión Editorial en 2008, distribuida junto con el periódico El Mundo (pág. 367)
Imagen del grabado ¡Qué valor!, número 7
de la serie Desastres de la Guerra, de Francisco de Goya, o por mejor decir, de
su “prueba de estado antes del buril, la punta seca adicional, número
definitivo y letra. Antes del aguatinta”, ejemplar existente en la Biblioteca
Nacional de Madrid (invent. 45685/6), tomada del catálogo de la exposición Miradas
sobre la Guerra de la Independencia, realizada en dicha Biblioteca en la
primavera de 2008 (pp. 156-157)
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