Uno de los problemas de morirse es que,
de golpe, todos se acuerdan de uno. Es lo que le ha sucedido a Antonio Mingote.
De momento, ya quieren ponerle una calle.
Y digo yo, ¿para qué?
El ‘por qué’ está muy claro, y merecido,
pero el ‘para qué’ no lo veo. Me explico: dudo que el Ayuntamiento la emprenda
ahora como hace algo más de un siglo, y decida abrir una nueva calle en pleno centro de la Villa, o suficiente centro. Por tanto, una de dos, o la calle es
nueva de trinqui, o sea, allá donde Cristo perdió el gorro; o es una calle (más
o menos) hecha y derecha, y por tanto, le cambian el nombre, para que se
acuerden de *** los vecinos, el cartero, el taxista,… el policía al que saludé…
Además, Antonio Mingote ya tiene no una,
sino varias calles de Madrid, o mejor dicho, está en varias calles. En la
noticia arriba enlazada se habla de las calles de la Sal y de Duques de Osuna. Pero
también está en el comercio, con el diseño de pequeñas placas conmemorativas de
la veteranía de diversos comercios de Madrid, como por ejemplo, la Farmacia León
en la calle del mismo nombre (Barrio de las Letras, misma calle que la Real Academia de la Historia y que la Librería Gulliver), o Casa Alberto.
Mi opinión, pues, conociendo lo poco que
lo conozco a don Antonio, es que el prefiere un… un algo, una esquina, un cruce
de calles, algo ahora sin nombre y cuyo bautizo no trastorne la vida a nadie,
si se quiere, para mayor oficialidad, que figure en la cartografía de Madrid
para los del GPS y esos chismes, pero nada de desvestir a un santo para poner a
otro.
Por ejemplo, el lugar donde se encuentre
(pues lo ignoro) el abeto que plantó en el Parque del Retiro, y junto al cual
han lanzado la idea de una estatua.
Ése podría ser un digno rincón madrileño
en el corazón de don Antonio.
Créditos:
Fotografía de los trampantojos en la
calle de la Sal, en agosto de 2007, del autor.
Fotografías de las placas conmemorativas
de la Farmacia León (octubre de 2007) y Casa Alberto (noviembre de 2007), del
autor.
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