“«¡Dios!», dijo, «cuando le vendes un
libro a alguien no solamente le estás vendiendo doce onzas de papel, tinta y
pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente nueva. Amor, amistad y humor
y barcos que navegan en la noche. En un libro cabe todo, el cielo y la tierra,
en un libro de verdad, quiero decir. ¡Repámpanos! Si en lugar de librero fuera
panadero, carnicero o vendedor de escobas la gente correría a su puerta a
recibirme, ansiosa por recibir la mercancía. Y heme aquí, con mi cargamento de
salvaciones eternas. Sí, señora, salvación para sus pequeñas y atribuladas
almas. Y no vea cómo cuesta que lo entiendan. Sólo por eso vale la pena. Estoy
haciendo algo que a nadie se le ha ocurrido hacer desde Nazareth, Maine, hasta
Walla Walla, Washington. ¡Es un nuevo campo, pero vaya si vale la pena! Eso es
lo que este país necesita: ¡más libros!»”
Créditos:
Extracto del capítulo 4 de La librería
ambulante, de Christopher Morley, según traducción de Juan Sebastián Cárdenas, cuya
primera edición de enero de 2012 se ha publicado como número 42 de la colección
Largo recorrido, por la editorial Periférica (pp. 42-43).
Fotografía del cartel de la XIX Feria de
Otoño del Libro Viejo y Antiguo, de Madrid, obra de Antonio Mingote, que visité
brevemente hace cuatro años, seis meses y un día.
¡Qué anotación tan bonita!
ResponderEliminarEste libro lo apunté ayer en la lista.
ResponderEliminarUn día iré y hare la habitual rapiña, aviso.
... cuatro años, seis meses y un día. Parece una condena.
Un saludo
S.Cid: Sabía que te gustaría. También por eso la he publicado.
ResponderEliminarcaraguevo: El problema de la rapiña es que te llevarás lo que te encuentres, no necesariamente lo que busques, je, je...
No, nunca son una condena (los más de) los libros. Simplemente me di cuenta del plazo de tiempo y lo puse.
Un saludo a ambos.