“Apoyándose en el codo
para incorporarse, cogió la carta del padre Baddeley del cajón de la mesita y
la leyó atentamente por vez primera. El anciano debía de rondar los ochenta; ya
no era joven cuando, hacía treinta años, llegó a la aldea de Norfolk en calidad
de ayudante del padre de Dalgliesh, tímido, incapaz, enloquecedoramente
ineficaz, aturdido por todo menos por lo fundamental, pero siempre fiel a
sus firmes creencias. Era sólo la tercera
carta que Dalgliesh recibía de él. Estaba fechada el 11 de septiembre y
dirigida a:
Mi querido Adam:
Sé que tienes mucho
trabajo, pero te agradecería grandemente que vinieras a verme, pues querría
pedirte consejo profesional sobre un asunto.”
Curiosamente, por
casualidad o no, la recepción por parte de Adam Dalgliesh, comandante de
Scotland Yard, de una carta desencadena la trama de la novela La torre negra…
la cual recibí yo por correo hace un tiempo.
“Dalgliesh recordó la
conversación tan claramente como si él fuera todavía aquel muchacho de diez
años y el padre Baddeley, un hombre maduro que ya aparentaba una edad
indefinida, estuviera sentado aquí ante su escritorio.
- ¿Entonces no es más que
un diario corriente, padre? ¿No trata de su vida espiritual?
- Esto es la vida
espiritual, las cosas corrientes que se hacen todos los días.”
Se trata de una novela
policíaca… pues el protagonista es un policía. Y es que, en realidad, todo el
transcurso de la trama es una acumulación de circunstancias que son sospechosas
únicamente porque coinciden en el entorno en el que vive el padre Baddeley a
quien el comandante Dalgliesh no llega a ver pues había fallecido once días
antes.
“- Supongo que para su
trabajo la hora de la muerte siempre es importante y por eso está acostumbrado
a averiguar ese dato, pero, ¿acaso importa en la vida real? Lo que importa es
que uno muera en estado de gracia.”
La novela se inicia con
la buena noticia para el comandante Dalgliesh de que no padece leucemia. Esta
cercanía a la muerte, afortunadamente superada, tal vez es la que marca en la
trama una continua presencia de la religión, no sólo por la, ya
espiritual, del padre Baddeley, sino por las actitudes del pequeño núcleo humano
que constituye Toynton Grange, residencia privada para personas
imposibilitadas, en donde era capellán el padre Baddeley.
“- Es un sitio pequeño,
no una de esas instituciones enormes e impersonales. El que lo lleva está muy
bien considerado y fundamentalmente es una organización religiosa. Anstey no es
católico, pero van con frecuencia a Lourdes. Eso te gustará; quiero decir que a
ti siempre te ha interesado la religión. Es uno de los temas en los que no
hemos coincidido. Seguramente yo no comprendía tus necesidades como debiera.
Ahora podía ser
indulgente con ese pequeño punto flaco. Se le había olvidado que le había
enseñado a pasar sin Dios. Su religión había sido una de esas posesiones de las
que, sin darle importancia, sin comprenderlas ni valorarlas, la había despojado.
(…) No podía fingir que le había costado gran esfuerzo renunciar a aquellas
ilusiones reconfortantes que le habían inculcado en la escuela primaria de St.
Matthew, que había asimilado tras las cortinas de terylene de la sala de estar
de su tía, en Alma Terrace, Middlesbrough, con sus imágenes sagradas, su
fotografía del papa Juan y la bendición papal
enmarcada de la boda de su tía y su tío. Todo aquello formaba parte de
una infancia de huérfana, plácida, no desgraciada, que ahora le resultaba tan
distante como una orilla extranjera una vez visitada. No podía regresar porque
ya no conocía el camino.”
“Dalgliesh sugirió que,
en cualquier circunstancia, era sorprendente que Anstey no se hubiera
convertido al catolicismo. Millicent constestó con vehemencia:
- Entonces se debatió en
una intensa batalla espiritual. –Su voz se hizo más grave y empezó a vibrar con
un eco de fuerzas cósmicas enzarzadas en la lucha mortal–. Pero yo me alegré de
que decidiera permanecer fiel a nuestra Iglesia. Nuestro padre –su voz retumbó
con semejante acceso de fervor exhortatorio que Dalgliesh, sobresaltado, se
imaginó que iba a lanzarse a una plegaria dirigida al Señor– se hubiera
disgustado muchísimo. Era un gran feligrés, comandante Dalgliesh, de la Iglesia
evangélica, naturalmente, No, yo me alegré de que Wilfred no nos abandonara.”
P. D. James nos describe
la vida y las inquietudes de las personas que gestionan, residen y colaboran en Toyton
Grange poco a poco, centrando en cada momento la atención en una de ellas hasta
que tenemos el cuadro completo, incluyendo las desavenencias que con mayor o
menor intensidad hay entre todos ellos. Y consigue con sus descripciones físicas,
de ambiente o de ánimo, que nos interesemos, con sus “cosas corrientes”, por
esa “vida espiritual” de la pequeña comunidad.
Como hemos comentado, la
novela es policíaca porque el protagonista es policía. De hecho, también el
comandante Dalgliesh viene a reconocerlo así:
“Hubiera sido muy fácil
recoger sus cosas y marcharse al piso de Londres. Allí, por encima del Támesis
en Queenhythe, estaría fresco y libre. (…) Nada lo retenía en Toynton; se lo
repetía con testaruda insistencia mientras descansaba la cabeza en el frescor
del pequeño cristal cuadrado que colgaba sobre el fregadero y que debía de haberle
servido de espejo para afeitarse al padre Baddeley. Probablemente era alguna
caprichosa secuela de la enfermedad lo que le volvía a la vez tan indeciso y
tan reacio a marcharse. Para haber decidido no regresar a las pesquisas, estaba
haciendo una buena imitación de una persona entregada a su trabajo.”
Y sin embargo,… hay caso.
Créditos:
Portada y extractos de La
torre negra, novela de P.D. James, según traducción de Mª José Rodellar,
tomados de la edición de octubre de 2011 realizada por Ediciones B para el
sello Zeta Bolsillo (pp. 15-16, 32, 89, 60, 200-201, 230-231).
Me gusta la novela policíaca. Me encanta, de hechol. Pero cuando, además, una se topa con párrafos como estos, la cosa está clara: P. D. James se convertirá en autora de culto para mí ;-)
ResponderEliminarGracias por la reseña.
De nada. En realidad, te la debía ;-)
ResponderEliminarPor otro lado, me llamó la atención en la novela esos dos aspectos: la presencia de la religión, y la mera acumulación de pruebas circunstanciales. Por eso he limitado la reseña a estas características.
Un saludo.