“El 7 de junio de 1099,
los cruzados ven a lo lejos, con emoción profunda, los altos muros de Jerusalén,
la ciudad santa, que defienden los árabes.
(…)
Las naves genovesas
desembarcan, muy oportunamente, abundante material y víveres en el puerto de Jaffa.
Los cruzados fabrican sus
artefactos de guerra con este material: largas escalas y grandes torres móviles,
de madera, que colocan frente a la muralla, desde la puerta de Damasco hasta el
torrente Cedrón.
El 14 de julio comienza
el ataque, duro, encarnizado; pero los defensores consiguen prender fuego a las
torres de madera y los cristianos tienen que retroceder. Entonces Godofredo
manda forrar las torres con pieles de animales recién sacrificados, y el
viernes, 15, por la mañana, seguido por su hermano, Eustaquio de Boulogne, sube
a una de aquellas, a la más alta plataforma, y ordena el asalto, que se inicia
otra vez con el mayor ardimiento.
El fuego no puede prender
en las pieles frescas, y, después de una lucha feroz, Godofredo de Bouillon
penetra con sus tropas en Jerusalén.
(…)
Antes de acabar la tarde,
una tropa desgreñada, ruda, curtida por el sol y por el aire del desierto, por
las fatigas y dolores de la lucha, lava la sangre que tiñe sus manos, cura sus
heridas, cambia sus rotas y manchadas vestiduras por otras limpias, y camina
silenciosa, con los pies descalzos y los ojos llenos de lágrimas, hacia la
pequeña elevación del Gólgota. Los cristianos indígenas salen a recibir a los
cruzados, en procesión, cantando himnos religiosos, y, todos juntos, penetran
en el Santo Sepulcro.
Cae la noche, tranquila,
de verano. Los francos se arrodillan, sollozan, besan la tierra que pisó
Jesucristo, con toda la dulzura de que son capaces, y después levantan los
fornidos brazos, cansados de blandir la espada, y los abren en cruz.”
Hoy se cumplen 913 años
de la conquista de Jerusalén por el ejército de la Primera Cruzada. Y aunque el
ambiente tal vez sea menos propicio para dicho recuerdo, aquí está, manteniendo
todo lo que ya dije hace dos años.
Créditos:
Ilustración de encabezamiento (obra de A.J.M.) y extracto
del relato Las cruzadas, tomados de la obra Días sin colegio, editado por
Aguilar en su colección El globo de colores - serie azul (3ª edición, de 1967 –
pp. 36-37)
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