“Os animo a vosotros, profesores, comprometidos en todos los niveles de
la instrucción y educación de las nuevas generaciones: formadlas en los valores
morales y civiles, infundiendo en ellas un destacado sentido de los derechos y deberes, a partir del ámbito mismo de
la comunidad escolar. Educar a la justicia para educar a la paz: ésta es una de
vuestras tareas primarias”
[del discurso pronunciado
en la Jornada Mundial de la Paz, en
1998]
“¿La escuela católica seguiría
mereciendo este nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en las
materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en la
educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará siempre implícitamente
o de manera indirecta! El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica,
el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente
la calidad de la enseñanza religiosa integrada
en la educación de los alumnos.”
[de la exhortación apostólica
Catechesi tradendae, de 1979]
Resulta revelador (y aun profético)
que en el plazo de un año tras su elección como Pontífice, ya avisara (o
denunciara) Juan Pablo II, recién llegado del comunista Este europeo, la
actitud acomodaticia de la escuela católica en un Occidente en el que,
entonces, aún no había cogido fuerza lo políticamente correcto, y, por ello,
disimulada o indisimuladamente, lo anticristiano en general, y anticatólico en
particular.
Créditos:
Textos tomados de «¡No tengáis miedo!», recopilación de extractos
de discursos y documentos de Juan Pablo II, publicada como número 1 de la
colección Libros Alfa y Omega, ante
la visita apostólica a España realizada por Su Santidad los días 3 y 4 de mayo
de 2003 (pág. 98)
(Las negritas son mías.)
Pues si el pobre levantara la cabeza...
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