“El sistema táctico de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán –dice [el mariscal británico] Montgomery– fue sometido a prueba en esta batalla, librada en abril de 1503, y
estableció una fórmula que se repetiría casi veinte años después en Bicoca. La
victoria de Ceriñola supone la consagración del talento bélico del Gran Capitán,
primum inter pares de un selecto
grupo de capitanes españoles forjados en la guerra de Granada y en las
conquistas en el norte de África, al servicio del estado moderno creado por los
Reyes Católicos que dominaría Europa durante décadas.
En Ceriñola, la infantería española se atrincheró
en las laderas de una colina cubierta de viñedos, con las filas de arcabuceros
delante y los piqueros detrás. A los pies de esta elevación discurría un foso
en el que los soldados levantaron un talud defensivo con la tierra que encontraron
a mano. El Gran Capitán, actuando con astucia, provocó la alocada acometida de
los franceses, hasta que estos se lanzaron a la trampa mortal que les estaba
esperando. Cuando quisieron salir de ella era demasiado tarde.”
“Gonzalo, en medio de la masacre, contempla el triunfo de sus hombres y
la derrota de los franceses, preguntándose por el sentido de todo eso. ¿Acaso ésa
es la única manera de organizar la sociedad? ¿Por qué ese irreductible deseo de
matar y de morir que invade al europeo? Al caer la noche, Gonzalo se refugia en
su tienda de campaña, mientras deja que los Colonna y otros capitanes se divirtieran
en las tiendas de los vencidos. Sigue triste y perplejo. Pregunta por Nemours,
su enemigo, cuya suerte aún no conoce. De repente, se fija en un criado con un
vestido, que reconoce, deslealmente robado del cadáver del duque. Se apartó,
retrocedió dos pasos, y se pegó a la tela de la tienda para ver mejor al felón.
Se enfureció; luego, exigió ser llevado junto al cuerpo de Nemours, a quien
encuentra en el campo completamente desnudo, con una teja tapándole sus partes.
No necesitaba más. Sintió náuseas y ordenó que llevaran al duque hasta el
campamento. Organizó un oficio de difuntos. Sentía una infinita ternura por
aquel joven altivo y desgraciado. “
Créditos:
Extracto del capítulo 2 Ceriñola (1503) de la obra de Fernando
Martínez Laínez, Vientos de gloria.
Grandes victorias de la Historia de España, editada por Espasa, en 2011 (pág.
37)
Extracto del capítulo 13 Senderos de gloria (1501-1503), de la
obra de José Enrique Ruiz-Domènec, El
Gran Capitán. Retrato de una época, editada por Círculo de Lectores, en
2002 (pág. 343)
Imagen del cuadro de José Casado del
Alisal, Los dos caudillos, óleo sobre lienzo, en el Museo del Prado, tomada de
la ficha correspondiente en su página de internet.
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