“Lo cierto es que cuando desenterraron completamente al titán, era tan
alto que, conforme a las leyes de la perspectiva, su cabeza en el firmamento
apenas se veía como un pequeño punto. Costaba discernir o identificar un solo
rasgo de aquel rostro celebérrimo. Pero el titán se marchó a grandes zancadas;
y afortunadamente resolvió cruzar a pie el Atlántico, donde, por lo visto, aun
un ser como él se ahogó. Se rumorea que la infeliz criaturita se dirigía a dar
conferencias en Estados Unidos, movida por ese impulso misterioso que conduce a
cualquier persona mínimamente notoria a tomar tal rumbo.”
Hace ya varios años,
empezó un peregrinaje similar al del rumor
José María Aznar López; a principios de año, más modestamente, le ha seguido
José Luis Rodríguez Zapatero; y hace un par de semanas parece que ha hecho lo
propio César Vidal Manzanares (aunque éste de un modo mucho más misterioso).
Dejemos aparte lo de ‘titán’,
lo de ‘criaturita’ y lo de ‘persona mínimamente notoria’, y quedémonos con el
hecho de que este comentario (un punto mordaz), lo dejó escrito hace más de
tres cuartos de siglo, alguien que conocía muy bien el percal, Gilbert Keith
Chesterton.
Créditos:
Extracto de Un asunto de altura, relato incluido en la obra póstuma de Gilbert Keith Chesterton titulada Las paradojas de Mr. Pond, según la
traducción de Fernando Jadraque y María Trouillhet publicada por Valdemar como
volumen centésimo primero de su colección El
Club Diógenes (pág. 198).
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