“En
otras palabras, el progreso con hombres que se aman, considerándose hermanos e
hijos de Dios, Padre común, puede ser una cosa magnífica. El progreso con
hombres que no reconocen a Dios como Padre común constituye un peligro
continuo: en efecto, sin un crecimiento paralelo de la dimensión moral,
interior y personal, aquel progreso desarrolla las más salvajes y oscuras
tendencias del hombre, lo convierte en una máquina dominada por máquinas, un número
que maneja números, «un bárbaro delirante –diría Papini– que, en vez de la
clava, puede servirse de las fuerzas inmensas de la naturaleza y de la mecánica
para satisfacer sus instintos de rapiña, destructores y orgiásticos».”
Un 7 de julio, pero de 1935, se ordenaba
sacerdote un joven que aún no había cumplido los 23 años. Ese joven, con el
tiempo, llegó a ser nombrado Obispo de la diócesis de Vittorio Veneto un 15 de
diciembre de 1958, y once años justos más tarde, Arzobispo Patriarca de
Venecia.
Poco después, en mayo de 1971, empezó a
colaborar con la revista Messaggero di
San Antonio, de Padua, en forma de cartas dirigidas a diversas personas de
la religión, de la historia y de la cultura mundiales, e incluso, a personajes ficticios
de ésta. La carta de junio de 1971, la segunda, la dirigió a Chesterton.
Y si en un momento habla del progreso,
sigue a continuación, como no podía ser de otra manera, hablando del principio
y del final:
“Querido
Chesterton, tú y yo no dudamos en ponernos de rodillas, pero ante un Dios más
actual que nunca. Sólo El, en verdad, puede dar una respuesta satisfactoria a
estos tres problemas, que son para todos los más importantes: ¿Quién soy yo?
¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?”
Final que no
será sino el resultado de la Justicia y de la Bondad divinas:
“El
sentido de justicia que existe en todo hombre, de cualquier creencia, exige que
el bien realizado y los males sufridos sean premiados, que el hambre de vida,
innata en todos, sea satisfecha. (…)
Lo
que muchos combaten no es al verdadero Dios, sino la falsa idea que se han
hecho de Dios: un Dios que protege a los ricos, que no hace más que pedir y
acuciar, que siente envidia de nuestro progreso, que espía continuamente desde
arriba nuestros pecados para darse el placer de castigarlos.
Querido
Chesterton, tú lo sabes, Dios no es así: es justo y bueno a la vez; padre también
de los hijos pródigos, a los que desea ver no mezquinos y miserables, sino
grandes, libres, creadores de su propio destino. Nuestro Dios es tan poco rival
del hombre, que ha querido hacerle su amigo, llamándole a participar de su
misma naturaleza divina y de su misma eterna felicidad. Ni tampoco es verdad
que nos pida demasiado: al contrario, se contenta con poco, porque sabe muy
bien que no tenemos gran cosa.
Querido
Chesterton, estoy tan convencido como tú: este Dios se hará conocer y amar cada
vez más; y de todos, incluidos los que hoy lo rechazan, no porque sean malos
(¡son quizás mejores que nosotros dos!), sino porque le miran desde un punto de
vista equivocado. ¿Que ellos siguen sin creer en El? El les responde: Soy yo el
que cree en vosotros.”
Y Él creyó en Monseñor Albino Luciani, y bajo
la inspiración del Espíritu Santo fue elevado a la Cátedra de San Pedro un 26
de agosto de 1978.
Créditos:
Extractos de la carta dirigida a Gilbert Keith
Chesterton, tomada de la obra de Albino Luciani (luego Papa Juan Pablo I), Ilustrísimos señores, según traducción
de José L. Legaza, José L. Zubizarreta, Manuel García Aparisi y Gonzalo Haya, en
edición de Biblioteca de Autores
Cristianos del 7 de diciembre de 1978 (pp. 16, 17, 18-19)
Fotografía de la placa en recuerdo de
Albino Luciani, Arzobispo Patriarca de Venecia, en la fachada del Palacio
Arzobispal de la Serenísima, en septiembre de 2009, del autor.
¡Qué pena que viviera tan poco como Papa!
ResponderEliminarMe ha encantado esta anotación (te da un chute de ánimo y entusiasmo, sobre todo eso de que somos libres y creadores de nuestro propio destino -demasiados mensajes en la misma línea durante estos dos últimos días..., ¿mera coincidencia? No lo creo-).
Pero... me pregunto: ¿no hubo respuesta a esta carta por parte de Chesterton? De haberla, seguro que será buenísima.
Yo venía esta mañana a hablar de los electrones y protones, helios y carbonos con que me topé ayer en tu anotación de Asimov, pero me detuve aquí y..., ¡buenísima anotación! Gracias.
S.Cid: salvo error, en el libro sólo "recoge" el Cardenal Luciani un cruce de cartas entre él y el destinatario, y es con San Bernardo de Claraval. En todos los demás casos, la carta es de un único sentido,... aunque toque muchos aspectos.
ResponderEliminarIntentaré en mis posibilidades sacarle punta a otras cartas (en particular, la ya mencionada), a ver qué os parece.
Me alegro que te haya gustado la anotación.
Un saludo.