Finaliza el primer
domingo ‘liberalizado’ en lo que se refiere al comercio en Madrid. No sé cuál
habrá sido el resultado, ni cuántas neveras y armarios roperos se habrán
comprado hoy en el comercio tradicional.
El caso es que la polémica
está servida, como siempre que sucede, especialmente, cuando hay quienes se
empeñan en ayudar a alguien aunque éste no quiera, o, peor aún, entienda que no
es ayuda sino perjuicio.
A mí, que las tiendas
abran mucho, poco o nada, me trae, en cierto modo, sin cuidado, siempre que eso
sea decisión propia. Iré a los comercios que más me gusten, y si me gustan lo
suficiente, además me ajustaré a los horarios que tengan a bien establecer.
Sobre este particular sí hay una cosa que he observado en numerosos casos:
cuando te acercas a un comercio después de mucho tiempo, y está cerrado, no
suelen poner fácil saber si es que estás fuera de horario o la persiana ha
bajado definitivamente… por una cosa tan tonta como que la hojita con el horario
está en un cristal del escaparate, el cual está oculto tras la persiana metálica totalmente opaca que cierra por completo el acceso al comercio. Lo normal en estos casos es que,
en caso de mantenerse activo, el comercio pierda la posible venta porque no
suelo tener paciencia con quien no me lo pone fácil.
De momento, Carrefour ya
se ha puesto la medalla de contratar a 1.500 personas (directa o indirectamente,
cosa ésta última que casi prefiero no entender), lo que me parece muy bien, y
me alegro por ellos.
No parecen demostrar
alegría similar los comentaristas de las noticias en cuestión de Libertad Digital, lo cual me hace pensar en una deficiente pedagogía de los principios
liberales hacia los lectores (más aún cuando la medida se ha adoptado en
Madrid, tierra de Esperanza).
Las sensaciones que he leído
en prensa aquí en Valencia son muy distintas, en concreto, en los propios comerciantes que serían los salvados por la medida.
El año ya empezó con un nuevo
dato estadístico negativo en cuanto a ventas, y a pesar de toda una señora comisión del Ayuntamiento en relación con el comercio histórico, dos comercios
tradicionales de Valencia, Mantequerías Castillo y Dulces Villanueva han
cerrado. No son los primeros que aquí reseñamos, ni serán, por desgracia, los últimos.
Y claro, tener la expectativa
de verse arrastrados a un mayor horario comercial, sin mayores (por no decir
ningunas) garantías de un incremento de las ventas, aunque sí, lógicamente de
los gastos, pues no es que sea para alegrar el rostro. Se dirá que no es
obligatorio abrir, a lo que contestan (aunque no he localizado la noticia en
cuestión; tal vez lo oí en la radio) que en Valencia el pequeño comercio ya podía
abrir hasta 90 horas semanales, que quienes lo tenían limitado eran las grandes
superficies, y que aún así, no abrían porque no les resultaba rentable. Tal vez
ahora, cuando abra El Corte Inglés y siga igual de vacío (al menos las plantas
superiores) que los días raros (por ejemplo, en Valencia el centro de la
Avenida de Francia, el domingo en que se celebra el Gran Premio de Europa de Fórmula
1 –este año menos mal que estuve de día, pues si no, me hubiera asustado de
verdad la absoluta soledad); tal vez ahora, decía, pase a ser rentable el
negocio. No lo sé. Parece que todos dicen que sólo se trata de repartir la
tarta de otra manera, y los hay que dicen, directamente, que cada vez hay menos
tarta.
Porque ésa es otra. Si la
gente, en general se está retrayendo en el momento de consumir, ¿qué van a
poder conseguir las tiendas, al menos en estos momentos? Y es que el argumento
de mejorar el horario para atender a la gente, que lo lleva muy mal para poder
ir a comprar… ¿alguien se lo cree? Y aún así, ¿cuántos casos como éstos existen
realmente? ¿Se está legislando para la excepción?
No obstante, parece que
esto es el progreso, y así vamos a poder mojarles la oreja a los extranjeros.
Empezando por los franceses, porque vaya un horario más limitado que, al menos
hace unos años, tenían.
Créditos:
Fotografía del cartel del
horario de los almacenes Le Printemps, en París, en septiembre de 2008, del
hermano del autor.
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