Hace cuatro semanas asistí a lo que era
la tercera sesión del Club de Lectura de Casa del Libro, en el Centro Comercial El Saler, de Valencia; el libro para comentar, Fahrenheit 451.
Se empezó con una breve pero interesante presentación del
libro a cargo de Flo, quien apuntó varios auto-precedentes de temas o escenas
de la novela en otros relatos de Bradbury, tales como Usher II, recogido en Crónicas marcianas (1950); Los exiliados, en El hombre ilustrado (1951); o El peatón, en
Las doradas manzanas al sol (1953).
Se recordó, asimismo, que la novela se publicó
por entregas en la revista Playboy (por poco, no lo hizo en el primer número).
Tras esta curiosidad, se entró en un debate entre quienes estábamos, muy
curioso, ya que, como buena novela de ciencia-ficción, se hicieron continuas
referencias a la actualidad.
Así, se habló de que en la censura
totalitaria, simplemente cambian los medios, ajustándose a lo propio del
momento. En este sentido, se expuso el temor al ‘peligro’ digital frente al
soporte físico del libro: la facilidad de publicación y difusión en internet,
ante lo limitado de la publicación ‘clásica’; y por el contrario, la
posibilidad de impedir el acceso a internet, y consiguientemente, el acceso a
todo lo publicado, frente a la necesidad de ir ejemplar por ejemplar en el caso
del libro físico. Naturalmente, el tema quedó abierto.
Hubo, lógicamente, su concreción
personal: ¿qué libro memorizaría yo?; cuestión a la que yo me permití añadir la
que se plantea al final de la película La máquina del tiempo: ¿qué tres libros
utilizaría para hacer renacer una civilización? Como en el caso anterior, el
tema no sólo quedó abierto, sino que apenas quedó contestado (empezando por mí
mismo).
En relación con el desarrollo de la
novela, se comentó que el desencadenante en la actitud de Montag, el
protagonista, es el suicidio a lo bonzo que realiza un bibliófilo. De un modo
similar, se podría ver la circunstancia de una sociedad en general sumisa (como la de la novela), hasta
que un detalle, no necesariamente importante, falla, arrastrando con él la
estructura del régimen totalitario.
Un enfoque cuestionado en la novela es
que al final (aunque no se trate de desentrañar una novela que está a punto de
cumplir 60 años), se salvan (lo que quiera decir eso), precisamente los que están
apartados de la sociedad.
Se finalizó hablando del origen de la
actitud que da pie a la novela: el planteamiento de que la gente no es feliz
leyendo, enterándose de otras cosas, y en particular, de la verdad, de la cual,
«unos pocos sorbos intoxican el cerebro».
Por mi parte, yo me presenté sin haber leído
el libro recientemente, recordando sólo la lectura que hice hace más de treinta
años, y algunas escenas de la película. Eso sí, me llevé mi ejemplar de la
novela, de 1976 (que causó sensación -«antes de que yo naciera», dijo uno de
los presentes-), aunque lo compré en marzo de 1979, lo que permitió apuntar el
problema de la explosión de títulos publicados y de su limitada presencia, no
ya en las mesas de novedades, claro, sino en los mismos anaqueles y almacenes de
las librerías.
En resumen, muy interesante la sesión, de
la que hay una breve reseña en las páginas de la librería.
Actualización
del 29 de junio:
Al hilo del triste fallecímiento de Ray Bradbury, Jorge Vilches publica un artículo en el suplemento Libros, de
Libertad Digital.
Créditos:
Portada de Fahrenheit 451, de Ray
Bradbury, de la edición de Plaz&Janés en su colección Rotativa (número 86),
del año 1976.
Carátula de la edición en DVD de la película
Fahrenheit 451, dirigida en 1966 por François Truffaut.
Joer, el Centro Comercial El Saler. Qué buenos recuerdos. Muchos cafeses, muchas charletas, muchos amigos, muchas ilusiones y sin un duro. Allí iba diariamente a recoger a mi novia valenciana.
ResponderEliminarNo sabía yo que hicieran CDL en El Saler. Seríais tres contando a Maroto y al de la moto.
ResponderEliminarBate: Tengo una teoría, compartida con otros amigos, sobre los primeros centros comerciales de Valencia: Nuevo Centro, Gran Turia y El Saler, pero no la comento porque me pueden decir de todo menos bonico.
Muchos almuerzos, no comidas, mientras seguíamos levantando el monstruo de Calatrava.
Un saludo a los dos
Bate: me alegro haberte traído a la memoria buenos recuerdos.
ResponderEliminarcaraguevo: no, hombre, en las fotos salimos más,... pero sé a qué te refieres, bonico.
Un saludo a ambos.
Posodo: gracias de parte de Casa del Libro El Saler!!
ResponderEliminarEsperamos verte en más ediciones del club!
De nada. A ver si nos podemos organizar bien.
ResponderEliminarUn saludo.