jueves, 28 de junio de 2012

¡Cómo (no) pasa el tiempo!

En muy poco tiempo hemos visto que se ha logrado aprovechar congruentemente las nuevas circunstancias, por medio de conquistas sucesivas e ininterrumpidas de las viejas libertades económicas y de las iniciativas privadas. (...)
La experiencia de los últimos años debe grabarse en nuestra vida económica como un elocuente ejemplo que nos enseña, no tanto lo que es preciso hacer cuanto lo que es preciso no hacer. Y, entre lo que consideramos que debe en lo futuro eludirse figura, como es obvio, la resurrección , con otros nombres o encuadrado en otros organismos, del espíritu intervencionista, tan del agrado de la burocracia. La libertad de comercio y la claridad de las transacciones, así como los intereses privados del consumidor y la prosperidad de la economía del país, sufrirían mermas y trabas en su desenvolvimiento regular si se interpusiesen nuevos organismos que, aun sin ser precisamente intervencionistas en la intención, acabarían por contrarrestar a la iniciativa privada.

Lo anterior no es ninguna loa a alguna decisión liberal de Esperanza Aguirre, o similar.

Lo anterior forma parte de un editorial de ABC, y a pesar de que suene muy actual, no lo es: se publicó el 27 de mayo de 1952, bajo el título La supresión de las cartillas.

Mi padre me comentó el otro día que la cartilla más común era la de tercera categoría, de color verde. Verde como algunos que en los medios de comunicación de hoy debieran hacer menos Historia, y enterarse más de la historia del oficio (y del país) en el que están.

Créditos:
Extracto del editorial referido, tomado de la hemeroteca de ABC en internet.

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