Quien pasee junto al
Monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid es posible fije su atención en un
edificio de la Plaza de San Martín.
El edificio en cuestión
es en la actualidad sede de la Fundación Caja Madrid, o como se llame ahora, y
aunque pudiera pensarse que se trate de un palacete más, del cual se hizo cargo
Caja Madrid en su día por alguna cuestión inmobiliaria, nada más lejos de la
realidad.
«Nuestra Señora de las Ánimas
del Monte de Piedad» es lo que se puede leer en la parte superior del marco de
una de las puertas laterales del edificio.
Y es que el edificio es
lo que es ahora porque fue lo que fue en su día, y está donde está precisamente
por eso. La historia nos la contó José Carlos Rodríguez en las páginas de La Gaceta hace sus cuarenta días.
Resulta triste comprobar,
no sólo en qué han ido acabando unas entidades creadas con tan nobles fines,
sino cómo la memoria de los españoles en general y de algunos en particular, es
débil y simplona, por no decir otras cosas: unos sistemas de financiación para
quienes sí lo necesitan, no se tienen en cuenta porque se crean al amparo de órdenes
religiosas católicas (y no ahora, sino hace siete siglos); un funcionamiento más
ágil e inmediato (hace tres siglos), tampoco, por el mismo motivo, pero si lo
hace un hindú, pongamos por caso, ¡milagro!, ya tenemos los «microcréditos», y
de paso un Premio Nóbel,…
Será, tal vez, que en la
actualidad, en cuestiones económicas, lo de tener ánima o alma y piedad no es
signo de los tiempos.
Créditos:
Fotografía de detalle en
el edificio de la Fundación Caja Madrid, en Madrid, en marzo de 2009, del
autor.
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