sábado, 31 de diciembre de 2011

Desajuste final… ¿o de inicio?

El pasado martes estuve en Borbotó, una pedanía de Valencia, donde pude apreciar cómo en la fachada de la iglesia de Santa Ana lucen, a falta de uno, dos relojes de sol.

Está claro que la recepción del Año Nuevo no será con las campanadas de estos relojes.

Lo que ya no tengo tan claro es con cuál de los dos entrará el año, pues como puede apreciarse, marcan dos horas ligeramente distintas.

Aunque no me extraña. Después de tanto trajín desde el famoso 15-M en Sol, ya ni éste funciona bien.

Esperemos que se le pase pronto, y no sea esto un síntoma de este nuevo año, que, ya puesto, y a pesar de todo, aprovecho para felicitar desde aquí a todos los lectores de este diario, familiares, amigos, simpatizantes, aficionados a la lectura y transeúntes diversos de estas páginas.

Créditos:
Fotografía de los relojes de sol en la fachada de la iglesia de Santa Ana, en Borbotó, Valencia, en diciembre de 2011, del autor.

Recuerdo gráfico del año

Un par de finos trazos gráficos que nos recuerdan, de la mano de don Antonio Mingote, cómo ha sido este año que acaba.










Lo malo es que la segunda viñeta es de hace once años.

Créditos:
Viñetas de Antonio Mingote publicadas en ABC, el 17 de julio de 2011 y el 22 de octubre de 2000, tomadas de la página de internet del diario y de la hemeroteca del autor.


... chís-chís

Hace un tiempo, mediante un comentario a una anotación que publiqué, Bate nos ilustró con una curiosidad que nos dejó con los ojos… rasgados.

Se trataba de un video de un fragmento de una película protagonizada por el grupo Parchís en el que mediante una canción, rendían un pequeño homenaje a su maestro, don Matías.


La curiosidad, como se ha podido ver, es que el fragmento está subtitulado al japonés.

Sólo que ahora, la curiosidad está en que, como se publicó hace quince días, el grupo (o la franquicia del mismo, que se diría ahora), ¡vuelve! ¡Sí, vuelve!

(Aunque haya quien nos pregunte qué fue de ellos… y no nos cuente nada, salvo que vuelven).

Créditos:
Imagen del grupo Parchís tomada de Libertad Digital.

Alit lectio: La maestra de las crónicas

Una joven profesora llegó por primera vez a un instituto para comenzar su oficio, llnea de dudas que, más o menos, se fueron disipando; de temores, que en muchos casos se mostraron fundados; de ilusiones que, según las circuntancias, se vieron alcanzadas.

Los profesores ya estaban saliendo por la puerta, mirándose los unos a los otros y poniendo los ojos en blanco en señal de complicidad. Les acababan de endosar el enésimo problema, como las lecciones de educación sexual, la supervisión de las excursiones escolares o la organización de las campañas de recogida de alimentos enlatados y los consursos de baile.

Por eso no es de extrañar que en ocasiones, la joven profesora tenga deseos de dejar la educación, como cuando visitaron una figuración de una antigua colonia de la Nueva Inglaterra del siglo XVII:
- Si no veis a nuestros jóvenes, es porque han de trabajar. Aquí nadie descansa –dijo el gobernador Bradford con convicción.
«¡Magnífico!», se dijo  la señorita Hempel, admirada por el aplomo y la convicción del actor.
Sin ninguna duda, el gobernador Bradford era dueño de sí mismo. Ya hubiera querido ella ser capaz de hacer una representación semejante. Ay, si ella fuera una colona, pero ¿por qué no? Esas cosas se podían aprender: coser un jubón, convertir la grasa en jabón, limpiar una granja de estiércol. Decir cosas como: «me retiro a mis aposentos», «acaso no veis» y «Dios mediante». Al guiar al curso de séptimo hacia el autocar, con una mueca de disgusto ante los mosquetes de madera que se habían comprado en la tienda de recuerdos, mientras les recordaba que guardaran bien las notas que habían tomado en la colonia, se planteó la posibilidad de convertirse en una de las actrices del asentamiento. Cuando volviera a casa enviaría una carta a la Plantation.

… aunque:
Mientras el autobús zumbaba por la autopista, la señorita Hempel iba adormilada sobre el cristal de la ventana, pensando en Plimoth, pero cuanto más se imaginaba a sí misma trabajando de colona, más ganas le entraban de irse a cualquier otro sitio. Cualquier lugar donde las moscas no se arracimaran en la comida, donde los vestidos no fueran de tela de saco, y donde no tuviera que pasarse el domingo entero sentada en un incómodo bando de madera, oyendo sermones. Un sitio limpio, civilizado, que oliera bien, y donde todo lo que palpara le resultara agradable al tacto. De hecho, ella quería irse a… ¡China!

Y es que el libro mezcla y encadena las vivencias profesionales de la señorita Hempel, con sus experiencias propias, y sus recuerdos infantiles y de la adolescencia, y familiares, en este caso, el hecho de que su madre es de origen chino (“Tu abuela se acuerda de todo eso mucho mejor que yo –le había dicho su madre–. Mejor que se lo preguntes a ella”).

La señorita Hempel no la habría descrito como destrozada, ni creía que la propia señorita Duffy hubiera usado jamás esa palabra, porque la palabra «destrozada» implicaba un sufrimiento atroz, ¿no? Y una profesora no tenía tiempo para esas cosas. El plan de estudios avanzaba implacablemente: el paso atropellado de una unidad a la siguiente, los egipcios fundiéndose con los griegos, el borrón de las tachaduras y las notas escritas a mano en los exámenes, el calor de la fotocopiadora, los comentarios de texto corregidos en un autobús, la noche eterna de las reuniones de padres y profesores, la cuenta atrás previa a las vacaciones y el tonto placer animal del descanso. Se podía ser bastante infeliz sin llegar a tener la menor sospecha. (…)
Había una salida, una salida honorable y digna. Lo único que tenía que hacer era sufrir un accidente terrible.
Pero entonces le vaciarían la mesa y todos sus secretos saldrían a la luz: el par de medias rotas y sucias que se había dejado tiradas hacía meses; las fotos descriptivas que tardó tanto en corregir que acabó asegurando haberlas perdido en la lavandería; la bolsa abierta de Doritos. Y, vergüenzas aparte, tenía una serie de responsabilidades: las finales de voleibol estaban a la vuelta de la esquina. ¿Y quién se iba a ocupar de llevar los tanteos? Tendrían que buscar a otra persona que se encargara de organizar las reuniones semanales del club de lectura femenino y otra tutora de la asamblea escolar del Día de la Diversidad. ¿Y quién iba a terminar de corregir los trabajos sobre Matar a un ruiseñor, siguiendo el bizantino sistema de notas que se había inventado?
Lo cierto es que no había nadie capaz de hacerlo.

En fin, nada que no se pueda solucionar con organización:
Entonces la señorita Hempel cayó en la cuenta, con espanto, de que había olvidado repartir los impresos de permiso paterno para la visita al planetario de la semana siguiente. Solo faltaban tres días, cosa que no suponía un problema para los alumnos organizados, pero sí con esos niños a los que siempre había que dar la lata para que hicieran las cosas. Tendría que recurrir a algún incentivo: ¿dejarles salir antes?, ¿prometerles un helado?

La novela se estructura en ocho capítulos o relatos, cada uno con un tema principal al que de alguna manera consigue responder el título del mismo con sólo una palabra. Empieza con Talento, y con Encontronazo:
Muchos años después, Beatrice se dirigía a ver unos árboles (…)
Varios metros por delante de ella, caminaba una chica (…)
En ese preciso momento, la chica se dio la vuelta.
- ¡Señorita Hempel! –dijo con voz algo dubitativa.
Hacía siglos que nadie la llamaba así.
- Sophie –dijo ella, atónita al reconocer a la persona que tanto le había dado que pensar.
Parecía imposible que aquella mujer risueña hubiera estado alguna vez encallada en el séptimo curso de un colegio. Era Sophie Lohmann.. Por muchos años que pasaran, jamás olvidaría los nombres de sus alumnos. Los llevaba tallados para siempre en algún lugar indeleble.
(…)
¿Qué más salía a flote de los extraños sedimentos de la memoria? El perfume dulzón de Sophie la estaba mareando un poco. En cuanto a su trabajo escolar, no recordaba ni un solo detalle, aunque era posible que fuera una de esas alumnas que hacían los trabajos de literatura con la portada más esmerada que el interior.

… el octavo relato, lógicamente, finaliza:
- He colgado los libros – declaró la señorita Hempel con sencillez.
Esto pareció incomodar a Sophie, que alzó las cejas.
- ¿Y cree que la dejarán volver, si quiere?
(…)
- No me apetece nada volver, así que no pongas esa cara de preocupación. Me gusta lo que hago.
(…)
- Pues me alegro por usted –dijo por fin.
(…)
- Anda, anda –dijo la señorita Hempel–. Que ya no soy tu profesora.
(…)
- ¿Eso significa que te puedo llamar Beatrice y de tú? –preguntó Sophie.
Y Beatrice le dijo que sí, poniendo fin a su nostálgica evocación, porque la desdeñosa niña de los hoyuelos –es decir, la persona auténtica– ya no existía. En su lugar estaba aquella mujer tan joven y tan limpia.

Aunque:
El caso es que al hablar de ti, todos seguíamos llamándote señorita Hempel. ¡Como si fuéramos unos niños pequeños! (…) Pero eso es lo curioso del tema, que para nosotros siempre serás la señorita Hempel. Toda la vida.
Beatrice no dijo nada, pero sonrió de oreja a oreja.

Pues, básicamente, esto es lo que se cuenta, y en mi opinión muy bien ajustado en el tempo, en Las crónicas de la señorita Hempel: toda la vida.

Créditos:
Portada y extractos de Las crónicas de la señorita Hempel, de Sarah Shun-lien Bynum, según traducción de Gabriela Bustelo, en edición de Libros del Asteroide (pp. 76, 161-163, 170, 183-185, 196, 237-240, 246-249, 257).

Cuando el maestro (de)muestra

Esta viñeta de Antonio Mingote nos muestra cómo, siempre, los maestros (y la enseñanza) han sido respetados en la sociedad, y cómo este respeto se ha perdido, socialmente, en la actualidad.

Por eso, supone una pequeña reconciliación con la sociedad (la anterior, claro), encontrar en las calles de las ciudades, no ya placas de recuerdo a un maestro u otro, incluso cuando ese recuerdo sea propiamente el nombre de la calle; sino placas de recuerdo a un maestro… de sus alumnos.

Como por ejemplo, ésta en la que a don Vicente Ballester Fandos, “sus antiguos alumnos agradecidos al inolvidable maestro le dedican este recuerdo”.

Hace poco más de un siglo que la placa recuerda a un maestro en el edificio donde éste diera sus clases (aunque las aulas, en realidad, estaban en la otra parte de la casa, ahora, un edificio independiente… por derribo del original).

Lo que sí muestra el signo de los tiempos, en línea con lo apuntado por Mingote en su viñeta, es el poco respeto al respeto, materializado en los cables que cruzan por encima de la placa conmemorativa.

Créditos:
Viñeta de Antonio Mingote publicada en ABC el 13 de octubre de 2010, tomada de la página de internet del diario.
Fotografía de la placa conmemorativa y de la placa de la calle, en Valencia, en mayo de 2011, del autor.

Cate no viene de Catón

Como hombre discreto : nunca te acahezca:
jamas escarnecer la muy sancta vejez.
ca puesto que el viejo este alguna vez
fuera de sentidos: y a ti parezca
ser como un niño: y ahun enloquezca:
pues es desseada a tanto por todos
aquella edad: en treynta mil modos
deuemos honrar : que quier que contezca.

Aprende alguna arte : con que te mantengas:
porque si reues la fortuna te diere:
quede el officio con que te sostengas.
el qual por mucho mal : que te viniere:
y ahun desastre : que te acaheciere:
jamas donde fueres : a ti dexara:
mas como amigo te acompañara:
y te seruira con quanto podiere.

Atiende callando a qualquiere cosa:
que algun otro fable : ca el razonar
de los hombres : suele mucho reuelar:
y encubrir la criança dudosa.
ca lo que esta enla piensa engañosa:
con descuydo : mil veces descubre la lengua:
y desto puede hombre recebir gran mengua.
y salir al rostro corrido una rosa.

Continua el studio : ahun que mucho sepas:
ca ansi como el uso te riende maestro:
el exercicio te fara tan diestro:
que te fara que entreuengas: y quepas
en muchos negocios : que por diezmil trepas
que tengan : todos los concluyas:
a nunqua faltar en uno jamas
ahun que tenga mil ramos y cepas.

(…)

Aprende mi hijo delos entendidos:
y delos que son muy grandes letrados.
y enseñaras los que van desuiados:
para que sean por doctos hauidos:
ca la doctrina delos escogidos
preceptos : a todos se deue enseñar.
y no encubrir la : ni menos celar:
mas diualgar la a los que van perdidos.

(…)

Nunca te canses de siempre aprender:
ca la verdadera sauieza del hombre:
con el cuydado : augmenta su nombre:
y parece siempre mas resplandecer.
y con el uso muy luengo : a mi ver:
alcança el hombre muy gran discrecion:
y es touido en grande opinion
de mucha prudencia : y de mucho saber.

(…)

No hayas empacho de aprender de otros
lo que no sabes : ca loor es muy grnade:
el saber algo: a qualquier que mande:
hombres / ouejas/cauallos: o potros.
y muy mal parece a todos nosotros:
ninguna cosa querer aprender:
mas como bestias viuir: y pascer:
y estar yaziendo por campos : y sotos.

(…)

Puesto que sepas infinitas cosas
con el studio : no canses por esso:
de mas studiar : y fazer mas processo:
y alcançar las mas trabajosas
artes : y sciencias muy difficultosas.
tu y no seas como algunos grosseros.
que nada saben : mas son majaderos.
ni quieren les muestren las piedras preciosas.

Como podemos leer, lo de la enseñanza y el estudio viene de antiguo (no sólo por el nombre de Catón), incluso en España, aunque ahora lo más parecido a un catón sea un cate.

Créditos:
Portada y extractos (salvo errores involuntarios) de la “quarta y postrera distinction dela obra” de Gonzalo Garcia de Sancta Maria El catón en latín y en romance, según la edición facsímil publicada por París-Valencia en 1997, de la edición de 1493-1494 (en tipografía gótica, que he hecho gracia de variar)

De sartenes y cazos

Es sabido que el grupo Libertad Digital es puntero en el uso de las nuevas tecnologías al servicio de la comunicación y del periodismo. Este uso, evidentemente, es más exquisito si cabe en lo relativo a las distintas herramientos, aplicaciones y programas informáticos.

Por eso, no es de extrañar que no se le haya escapado la chapuza en la página de La Moncloa, así titulada:

RAJOY, SUPERPUESTO
Chapuza en la web de Moncloa
Las prisas por actualizar la página web de La Moncloa dan lugar a chapuzas como la del busto de Rajoy junto a su "Discurso de investidura"

No obstante, al final del cuerpo de la noticia, informan de que, en pocos minutos, el error ya se encontraba subsanado.

Es sabido, como digo, el interés tecnológico de este grupo de comunicación, que sólo se ve superado por su desinterés en relación con el idioma español. A mediados de mes ya trajimos a estas páginas un par de errores ortográficos que a pesar de ser observados por los lectores en comentarios a la noticia y artículo en cuestión, seguían impasibles en pantalla.

Estos días también nos han ofrecido otros motivos de disgusto.

Siguiendo con la ortografía, también están tan bien… o tan a gustito, que diría el otro. Al menos, en este caso, al cabo de un tiempo, también como en Moncloa, lo corrigieron.

Y en línea con la chapuza de la Moncloa, la primera reseña del primer Consejo de Ministros informaba en el subtítulo de que las medidas serían tomadas por el gobierno el 30 de enero, generando un par de comentarios de indignación entre lectores que… sólo leyeron eso (e incluso de un tercero que opinaba que la noticia estaba mal redactada a propósito). Posteriomente, corrigieron el error, naturalmente sin decir nada, con lo que, como tienen la costumbre de mantener la misma identificación de la página en el enlace, dichos comentarios resultan, leídos al cabo de un tiempo, de lo más incoherente y absurdo. (Además, en el nuevo subtítulo se lee que ‘alguien’, sin identificar, confirma la fecha).

¡Ah, por cierto, por cierto!

Lo curioso de todo esto es que, tal y como yo puedo ver la noticia de la chapuza monclovita en casa, la imagen con el error ya subsanado se ‘cuela’ en otra zona de la página… y todo esto ¡en Libertad Digital!

Créditos:
Imágenes de los pantallazos correspondientes.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Entre pillos anda el juego

Parece ser que los habitantes de Eatanswill, al igual que los de casi todas las ciudades pequeñas, se conceden a sí mismos considerable importancia, y que cada uno de ellos estaba profundamente convencido de que era imprescindible demostrar esta importancia perteneciendo en cuerpo y alma a la ideología de alguno de los dos grandes partidos que se repartían su influencia en la ciudad: el partido azul y el partido amarillo. Los adictos al primero aprovechaban cada una de las ocasiones que se les ofrecían propicias para desacreditar a los partidarios del segundo, y éstos les correspondían actuando en forma idéntica contra los que no eran de su color. Las muchas e inevitables veces en que se encontraban mutuamente enfrentados en actos públicos, Ayuntamiento, mercado o ferias, difícilmente dejaban de zaherirse con abundantes pullas y expresiones muy poco amables. Creemos obvio añadir que, con tales vehemencias, todas las cuestiones adquirían un matiz político en Eatanswill. Se clasificaban en azules y amarillas todas las tiendas, posadas, agrupaciones, etc., y hasta la misma iglesia poseía su nave azul y otra amarilla.
(…)
Míster Pickwick había escogido con su proverbial sagacidad un momento particularmente álgido en aquella sempiterna pugna, considerándolo altamente ilustrativo para un visitante deseoso de información. Hacía muchos años que no se enfrentaban candidatos tan destacados: Samuel Slumkey, de Slumkey Hall, representaba a los azules, mientras que los amarillos estaban capitaneados por Horacio Fizkin, de Fizkin Lodge.
(…) Había un grupo de gente desocupada que, apiñada en la acera, miraba a un hombre que se asomaba a una ventana y hablaba frenéticamente en favor de Samuel Slumkey; pero la fogosidad de su discurso quedaba ahogada por el estruendo batir de cuatro tambores apostados en una esquina próxima por los del comité de Horacio Fizkin.
(…)
- ¡Bien venido, querido amigo! –saludó viendo entrar a míster Pickwick–. Veo que al fin se ha decidido. Viene para asistir a la elección, ¿verdad?
- Así es, amigo. Para eso venimos.
- La lucha se prevé reñidísima esta vez.
- Tanto mejor. Veremos de este modo una más viva demostración de fervor patriótico, toda la nobleza de estas cívicas lides. ¿Tan apasionada es esta vez la pugna, entonces?
- ¡Más que nunca! –aseguró el agente–. Tenemos intervenidas todas las tabernas, y sólo hemos dejado las cervecerías para el uso de nuestros adversarios. ¿No le parece una buena jugada?
- Tal vez. Pero, ¿es que no están seguros del resultado?
- Sólo a medias, míster Pickwick, sólo a medias. Los fanáticos de Fizkin han encerrado a treinta y tres electores en las cuadras de El Ciervo Blanco.
- ¿Dijo usted en las cuadras?
- Sí. Los mantienen así bajo custodia hasta el momento preciso, evitando que podamos apropiarnos de ellos; aunque de nada nos servirán caso de lograrlo, porque los han emborrachado a fondo. Fizkin tiene un agente más listo que el diablo.
Míster Pickwick abrió unos ojos muy redondos, pero calló su asombro una vez más.
- Tenemos, sin embargo, otras cartas en juego –explicó volublemente míster Perker–. Ayer por la tarde organizamos un té al que invitamos a cuarenta y cinco señoras, y las obsequiamos una por una con una magnífica sombrilla verde…
- Dijo usted que… ¿una sombrilla?
- En efecto, amigo. Fueron cuarenta y cinco piezas a siete chelines y seis peniques cada una. Todas las mujeres son sensibles al lujo y a los regalos, y ello nos ha valido la adhesión de todos sus maridos, y la mitad de sus hermanos. No me niegue que el sacrificio valía la pena. Lo mismo da que haga sol o llueva y hasta si graniza, pero nadie podrá asomarse a la calle sin ver al menos pasar media docena de sombrillas verdes…
Y míster Perker estalló en violentas carcajadas.

Hoy se cumplen cuarenta días desde que en España tuvimos elecciones generales. La intensidad de la campaña electoral no resultó exactamente igual que la que nos cuenta Charles Dickens, causalmente o no, en el capítulo número 13 de su obra Los papeles póstumos del Club Pickwick, pero desde luego, el resultado sí puede decirse que resultó bastante aproximado.

Los discursos de ambos contendientes, aunque sustentando muy distintas opiniones, coincidieron en ensalzar el mérito y las virtudes cívicas de los ciudadanos de Eatanswill, a los que con igual fervor atribuyeron absoluta madurez y primacía política entre todas las comunidades humanas del Reino Unido.
También se dedicaron recíprocos párrafos sutilmente mordaces para la idea contraria y sus catastróficos resultados si, por un error de los electores, llegara a gobernar, al tiempo que comparaban semejante y negro presagio con el contraste que representaría el triunfo del partido propio y respectivo, cuyas correspondientes ventajas coincidían también por curiosa casualidad en proteger ante todo el comercio, la industria y la prosperidad de Eatanswill.
Se verificó la votación por medio de manos levantadas, que el alcalde juzgó favorable a Slumkey. Fizkin impugnó el sistema y exigió un escrutinio, que le fue concedido.
Toda la población permaneció en vilo mientras se procedía al acto, que se llevó a cabo con toda liberalidad. Las tabernas vendían sus productos considerablemente baratos, y conocieron una afluencia de público completamente desusada. Hubo que improvisar un servicio municipal de recogida de ciudadanos atacados por una inesperada epidemia de mareos, cuyos componentes no andaban nada rectos y recorrían incesantemente toda la ciudad. Hubo varios casos de electores que se esperaron al último momento para dar su voto; se trataba de gente calculadora o vacilante, a los que hubo que cazar uno a uno. Como sea que Slumkey demostró más habilidad en este último juego, logró reunirles y arengarles con un discurso casi personalmetne dedicado a ellos, terminó colocándolos en su platillo y la balanza cayó definitivamente de su lado. Había vencido el color azul, representado por Samuel Slumkey, de Slumkey Hall.

Créditos:
Extractos del Capítulo Decimotercero (Noticias sobre Eatanswill y sus partidos políticos. Elección de un candidato para representar ante el Parlamento a la histórica, fiel y patriótica ciudad), de la obra de Charles Dickens Los papeles póstumos del Club Pickwick, según traducción de A. Ferrer, en edición de diciembre de 1973 de Editorial Bruguera, como número 119 de su colección Libro Clásico (pp. 179-183, y 192-193)
Planas correspondientes al episodio de las elecciones en Eatanswill, del tebeo Los papeles póstumos del Club Pickwick (I), publicado en 1978 por Editorial Bruguera, como nº 199 de la colección Joyas literarias juveniles, según adaptación de Juan Manuel González Cremona e ilustraciones de Tomás Porto del Vado, y recogido en el volumen número 40 de la nueva colección Joyas literarias juveniles, publicada por Editorial Planeta entre 2009 y 2010.

A cabalgar

Ford nunca oculta la verdad; reconoce la utilidad social de las leyendas pero se niega a perpetuarlas. En esta su crónica de la vida de un olvidado bastión militar de frontera en el Territorio de Arizona narra las las tensiones personales y sociales, a ratos con truculento humor irlandés, a ratos con la áspera rugosidad de la denuncia de la hipocresía, la melancolía, de la intolerancia. De igual manera, primero nos deja ver, justo al revés que hará en Liberty Valance, la derrota de Thursday, las razones de la misma y luego nos cuenta cómo se formó la leyenda.

Ford permite, algo inusual en el formato western de la época, que York denuncie el maltrato que los apaches han recibido del Gobierno, ejemplificado en el corrupto agente indio Meacham, y que Collingwood alabe su destreza como guerreros, antes de permitir que el propio Cochise lo haga en sus propias palabras, para ser insultado por el arrogante y racista Thursday. La complejidad del cine de Ford, un patriota capaz de criticar los abusos del sistema, un conservador incapaz de no denunciar el clasismo, la hipocresía, la intolerancia, un cineasta clásico que nunca respetaba las reglas que podían amordazarle narrativa o visualmente, luce en Fort Apache en todo su esplendor.

A esta hora anuncia Luis Herrero en su programa la decisión del Consejo de Ministros de proponer a Eduardo Torres-Dulce como Fiscal General del Estado.

“El señor fiscal” es conocido por su afición al cine del oeste, y en particular, al de Ford y su forma de ver las cosas y la vida. La decisión de éste de ‘no ocultar la verdad’, de ‘denunciar la hipocresía y la intolerancia’, del ‘maltrato y la corrupción en el gobierno’, entiendo que le servirán de referencia en su nuevo trabajo.

Así pues, como en Fort Apache, “señor fiscal”, empieza el baile.


Créditos:
Extracto del capítulo La vida en Fort Apache. La leyenda, en la parte Fort Apache: el honor del regimiento, de la obra Jinetes en el cielo, de Eduardo Torres-Dulce, en edición de 2011 de Nickel Odeon y Notorius Ediciones (pp.53-54)

¿Lo mejor es enemigo de lo bueno?

Estos días me ha llamado la atención una cosa, una tontería, cabría decir, pero como me ha llamado la atención, la comento, por si alguien encuentra otra explicación.
Hace tiempo comenté, creo, la novedad (entonces) en ((esRadio de, recordando los tiempos en la radio de José María García, reponer un programa de la noche anterior justo antes de empezar con el programa matutino. En el caso que nos ocupa, aunque tienen repetición de los deportes, el programa con el que se busca el efecto de enganche y continuidad en la audiencia es Es la noche de César. Sin embargo, como no se trata de repetir las cuatro horas del programa, radiaban una selección: Lo mejor de Es la noche de César. El horario, de cinco a seis de la mañana.

Esta semana he observado que Lo mejor… no dura una hora, sino dos, de cinco a siete.

Y lo que me llama la atención, lógicamente, es lo siguiente:
¿Cómo es que ahora Lo mejor de Es la noche es el doble de largo que cuando está en su programa el titular del mismo (ahora de vacaciones)?

Créditos:
Montaje de los detalles de la programación de esta semana en ((esRadio, tomados de su página de internet.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Una breve exposición

Anoche terminé de leer Stoner, de John Williams, lo que me da pie para comentar dos cosas.

La primera, que Guido tenía razón, al recomendar la novela.

La segunda, que Guido tenía razón, cuando dijo que son los libros “quienes nos eligen a nosotros, y no al revés, como nos gusta pensar henchidos de soberbia”.

Si bien la primera es más inmediata, esta segunda requiere algo de explicación.

En mi librería de cabecera, tienen dos formas de dar a conocer, en la medida de lo posible, las novedades editoriales: la habitual y segura, es decir, en las pertinentes mesas de novedades junto a la entrada; y otra menos expuesta, que, paradójicamente, es en los escaparates, ya que éstos se abren sobre una calle lateral de poco tránsito.

En condiciones normales, antes de entrar, hago el recorrido de los escaparates, curioseando sobre lo expuesto, y si se tercia, saludando a los de dentro. Así es como pude ver, no ya el ejemplar que compré de Stoner, sino los dos únicos ejemplares que tenían, uno al lado del otro.

Al cabo de unos días, pregunté por el otro ejemplar, pues ya no lo veía, y me comentaron que se había vendido poco después de mi compra, que aquéllos los habían conseguido porque empezaron a preguntar por él, y habían tenido que volver a hacer un nuevo pedido porque seguían preguntando, llamándoles además la atención el que se tratara de una editorial poco conocida (Ediciones Baile del Sol, de Tegeste, en Tenerife).

Lo de la elección por los libros viene del hecho de que no estaban en los expositores que dan exclusivamente a la calle, sino en los estantes de los laterales, con lo que, aun sin pasarme antes por los escaparates, los hubiera visto igual desde dentro de la librería.

Que, en definitiva, era lo que querían los libros.

Y hasta aquí la anécdota… o la categoría.

Alit lectio: De investigación se trata

¿Cómo diferenciar un relato de ciencia ficción de uno de aventuras, por ejemplo, cuando sub finem es tan intensamente aventura que deja pálidas las narraciones normales de este tipo? Evidentemente, un viaje a la Luna es ante todo una aventura de lo más emocionante, aparte de que sea otra cosa.
Yo he leído excelentes relatos de ciencia ficción que caen dentro de clasificaciones poco comunes, y que aportan un gran enriquecimiento al tema que han tocado. (…)
Cosa curiosa, era el género policíaco el que parecía más difícil de combinar con la ciencia ficción. Indudablemente, esto resulta chocante. Lo natural sería pensar que la ciencia ficción puede mezclarse fácilmente con lo policíaco. La ciencia en sí es casi un enigma, y un investigador científico es casi un Sherlock Holmes.
Y si queremos darle la vuelta a las cosas, ¿no existen novelas policíacas que hacen uso de la mentalidad científica? El Dr. Thorndyke, de R. Austin Freeman, es un ejemplo famoso y afortunado de detective científico (en el campo de la creación literaria).
Y, sin embargo, los escritores de ciencia ficción se sentían cohibidos frente a lo policíaco en la ciencia ficción.
A finales de los años 40 me explicaron por fin esto. Me dijeron que, «por su propia naturaleza», la ciencia ficción no jugaría limpio con el lector. (…)
O también podría hacer que su detective sacara un extraño aparato y dijera: «Como sabe, Watson, mi frannistán de bolsillo es perfectamente capaz de detectar cualquier joya oculta en un instante».
Tales argumentos no me impresionaron. Me parecía que los escritores de relatos policíacos corrientes (no de la variedad de ciencia ficción) podían ser igual de desleales con sus lectores. Podían ocultar deliberadamente una pista necesaria. Podían introducir un personaje adicional, surgido de la nada. Podían, sencillamente, olvidarse de algo a lo que habían estado dando gran relieve, y no volver a mencionarlo. Podían hacer cualquier cosa.
Sin embargo, el hecho es que no lo hacían. Respetaban la regla de ser leales al lector. Podían oscurecer pistas, pero no las omitían. Las líneas esenciales de pensamiento podían insinuarse de manera casual, pero se insinuaban. Al lector se le orientaba sin remordimientos hacia una dirección equivocada, se le despistaba y se le confundía, pero no se le engañaba.
Parecía, pues, fuera de toda duda, que los mismos principios habrían de aplicarse al relato policíaco de ciencia ficción. No se hacen surgir aparatos nuevos ante el lector para resolver con ellos el enigma. No se toma ventaja de la historia futura para introducir fenómenos ad hoc. De hecho, se han de explicar cuidadosamente todas las facetas del ambiente futuro con la suficiente antelación para que el lector tenga una razonable oportunidad de ver la solución. El detective de novela sólo puede hacer uso de hechos conocidos por el lector en el presente o de «hechos» del futuro ficticio, que han de ser expuestos cuidadosamente de antemano. Incluso se deben mencionar algunos hechos de nuestro presente si se van a utilizar… para asegurarse de que el lector se está dando cuenta del mundo que le rodea actualmente.
Una vez aceptado todo esto, no sólo resulta evidente que el relato policíaco de ciencia ficción es un género literario perfectamente admisible, sino que se hace evidente también que es mucho más divertido de escribir y de leer, ya que a menudo posee un fondo fascinante de por sí, aparte de la intriga.

Leí este conjunto de relatos de Asimov nada más comprar el libro, es decir, hace más de treinta años, y no recuerdo haberlos releído.

Lo que sí recuerdo es el buen gusto que me dejaron… con independencia de lo joven que yo fuera entonces.

Créditos:
Portada y extracto de la Introducción de Estoy en Puertomarte sin Hilda y otros cuentos, de Isaac Asimov, según traducción de Antonio Alférez (revisada por Francisco Torres Oliver) , publicada como número 366 de la colección El libro de bolsillo, por Alianza Editorial, y tomados de la segunda edición, de 1976.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Retiran de la venta la Biblia

Unos grandes almacenes han retirado de la venta todas las ediciones de que disponía de la Biblia, tanto en sus establecimientos como en su página de venta por internet. Según fuentes de la empresa, la decisión es definitiva e irrevocable.

El origen del hecho parece radicar en ciertas expresiones que figuran en el primero de los libros de la obra, el conocido como Génesis, en concreto en su capítulo 19:
No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa desde el mozo hasta el viejo, todo el pueblo sin excepción. Llamaron a voces a Lot y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que han venido adonde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos.»

Y en el tercer libro, el Levítico, en sus capítulos 18 y 20:
«No te acostarás con varón como con mujer: es una abominación»

«Si un varón se acuesta con otro varón, como se hace con una mujer, ambos han cometido una abominación: han de morir; su sangre sobre ellos.»

Lo llamativo de la situación ha trascendido las fronteras, generando incluso unas declaraciones off the record de fuentes no oficiales iraníes:
«Por nuestra parte no tenemos nada que opinar al respecto. Aquí somos más expeditivos y contundentes y no perdemos tiempo con libros. Vamos directamente a resolver el problema.»


Nota:
Según noticias llegadas a esta redacción, esta vez sí, unos conocidos grandes almacenes, sí han retirado de la venta un libro por algo parecido, pero no es la Biblia.

Todavía.

Créditos:
Transcripciones del Génesis (19, 4-5) y Levítico (18,22 y 20,13), tomadas de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer.
Fotografía de los cuerpos de cinco ejecutados en la horca, condenados por diversos delitos, en Mashad (Irán), tomada de El Mundo, del día 2 de agosto de 2007, de la hemeroteca del autor.

Hablando de un mito

Pero, ¿es la María del catolicismo romano la María de la Biblia?

¿O es una impostora?

Después de años de concienzuda investigación, César Vidal demuestra en este libro erudito que la María del catolicismo romano y la María de la Biblia no son la misma persona.
Los lectores descubrirán que la María del catolicismo es únicamente un mito, cuyos orígenes se remotan a la adoración de las antiguas diosas paganas.
Tras realizar un examen en profundidad de las escrituras, usted podrá conocer a la María real de la Biblia.
Repleto de hechos documentados, este libro demuestra que aquellos que adoran a María y buscan en ella la salvación se arriesgan a experimentar una horrible impresión cuando comparezcan ante la presencia de Dios.

Esto es lo que se puede leer en la contraportada de El mito de María, obra de César Vidal Manzanares del año 1995, no publicada en España, aunque sí en español (Gospel), aunque la edición original parece ser en inglés (Chick Publications, Inc.) -en cualquier caso, el ISBN de ambas ediciones, salvo error, es el mismo: ISBN-13: 978-0937958476 -.

Y, por lo demás, me parece que ya he leído suficiente del libro,… y del autor, con quien los únicos vínculos paganos que me unen son los de serlo: un pagano por haber comprado (y pagado) unos cuantos libros suyos cuando se mostraba de otra manera, en particular, ocultando esta obra suya, que ni publicita en su programa, ni le organiza firma de libros.

Créditos:
Portada de El mito de María, de César Vidal Manzanares, tomada de la página de Amazon.

martes, 27 de diciembre de 2011

Entre estas dos fotos, treinta años nos contemplan

Falta un día para que fuera hace 29 años y dos meses, cuando el Hotel Palace de Madrid, a pesar de todo lo que había tenido de historia, se hiciera famoso por una foto, la famosa ‘foto del Palace’. Los protagonistas, Felipe y Alfonso, Alfonso y Felipe.

Hoy, coincidiendo con la apertura de la X Legislatura de las Cortes Generales, ha habido otra foto en el Palace. Seguro que no se hará tan famosa, seguro que incluso muchos medios no harán siquiera mención de ella; pero aquí está.

Actualización:
Lamentablemente, hoy, día de los Santos Inocentes, sí hay otra foto a la que se dará mucha difusión.

Créditos:
Fotografía y pie de foto, mostrando a Felipe González y Alfonso Guerra saludando desde una ventana del Hotel Palace de Madrid, en la noche electoral del 28 de octubre de 1982, tomada de ABC, del 28 de octubre de 2007 (25 años de la victoria), de la hemeroteca del autor.
Fotografía de la pancarta de Derecho a Vivir, tomada de la noticia de InfoCatólica.

Un jinete ¿en solitario?

Hoy me enterado de que Luis Herrero tiene en su programa En casa de Herrero la presencia habitual de uno de sus compañeros de cabalgadas de las madrugadas de los sábados, en un mano a mano entre los dos.

Me estoy refiriendo a la sección Té para dos, y el partenaire es Eduardo Torres-Dulce, también conocido en esas madrugadas como “el señor fiscal”, pues a eso se dedica.

Por lo que he visto, “el señor fiscal” es capaz de hacer cantar cada vez a alguien distinto, por el sencillo sistema de llevar una canción con la que se inicia la sección. Hoy ha presentado la canción de Michael Bublé It´s beginning to look a lot like Christmas, mientras que la semana pasada llevó a Frank Sinatra con Have Yourself A Merry Little Christmas.

Esta última canción no es original para Frank Sinatra, sino que la dio a conocer Judy Garland en la película Cita en San Luis, allá por el año 1944. Como el video de YouTube no permite su inserción, lo dejo aquí enlazado para que se pueda leer la extensa explicación que CookiesDen2 nos ofrece sobre la canción y la versión de Frank Sinatra.

El diálogo de hoy entre Luis Herrero y Eduardo Torres-Dulce resulta muy interesante por los comentarios y matices que, sobre todo por éste último, se exponen sobre algunos aspectos de la actual sociedad y los días de Navidad.

Todo esto viene a cuento porque lo estoy contando, claro. Pero también por otra cosa, realmente muy, muy curiosa.

Esta tarde todavía se podía ver en la portada de Libertad Digital la noticia (del día de ayer) sobre el futuro (o no) de Manuel Cobo en el Ministerio de Justicia. Sin embargo, la noticia en el mundo mediático-judicial no era ésa, sino la que había publicado La Gaceta esta mañana, en el sentido de que Mariano Rajoy apuesta como Fiscal General del Estado por, precisamente, Eduardo Torres-Dulce.

Este rumor parece que ya corría hace un tiempo y se destapó, o al menos yo me enteré, el pasado jueves día 22. Sin embargo, en Libertad Digital parece que una vez Cáááándido ha cesado en su cargo, ya no tiene importancia, ni siquiera, aunque pueda tratarse de un colaborador de la casa (o tal vez habría que decir, ‘colaborador de Luis Herrero’, que no necesariamente es lo mismo).

¿Es o no es curioso el tratamiento informativo?

Actualización:
Para incrementar la curiosidad, el miércoles 28, La Razón lo da como cierto. Mientras, Libertad Digital tiene otras prioridades informativas, más o menos inocentes.

Créditos.
Fotograma tomado del video de Judy Garland cantando Have Yourself A Merry Little Christmas.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Ellos fueron los primeros

Hace tiempo, publiqué una anotación sobre las colecciones de bolsillo, donde no pude dejar de mencionar El libro de bolsillo, de Alianza Editorial. En el catálogo de 1985 que a pesar de todo aún tengo en casa, figura para dicha colección hasta el número 1102, con diez obras más en cartera, aunque es cierto que faltan algunos números de entre los primeros (por ejemplo, el segundo, que era Mozart, de Fernando Vela).

Ayer, aprovechando la falta de prisas que supone la reunión familiar con motivo de la comida de Navidad, hice una muy completa recolección de libros que tenía en casa de mis padres, principalmente, los de la colección citada, aunque por problemas de bolsas o, por mejor decir, de capacidad porteadora de mis brazos (había decidido hacer los trayectos de ida y vuelta andando), aún tuve que dejar unos pocos ejemplares como mudos testigos de los sucedido.

El objetivo es colocar, en mis famosas baldas, todos los libros de la colección juntos, sin diferenciar autores o temas, en honor a lo histórico de la misma, y también de los libros, ya que el primero de ellos lo compré hace poco más de 33 años (en concreto, el 29 de noviembre de 1978). Aunque antes, he empezado a completar los datos oportunos de las fichas correspondientes en la base de datos de libros que tengo en el ordenador.

De esta forma, me he dado cuenta de que la famosa cubierta de los libros, obra de Daniel Gil (al menos en los tropecientos últimos volúmenes), no siempre aparece acreditada, y donde lo hace no es en el interior, junto con el resto de datos de la edición, sino en la contraportada.

Y por otro lado, se me ha ocurrido comprobar el orden de compra de los libros de la colección, y una vez averiguado, he aquí el mismo, para los diez primeros, en esta anotación sobrevenida.

En caso de que alguien se dé cuenta de que sólo figuran ocho, le diré que tiene toda la razón: tengo en paradero actualmente desconocido, y por tanto, con una orden internacional de busca y captura, el ejemplar de San Manuel Bueno, Mártir, de Miguel de Unamuno, precisamente el primer libro de la colección que compré, y Los quinientos millones de La Begún, de Julio Verne, el séptimo en orden de compra.

Las elucubraciones acerca de lo que se pueda desprender de qué libros son o dejan de ser, si se tercia pertinentemente, son ya objeto de la sección de Comentarios.




Créditos:
Portada del catálogo de colecciones de Alianza Editorial, del año 1985.
Portadas de los libros en cuestión (salvo los dos mencionados).

Me reservo la opinión

Como ya hemos comentado en un par de ocasiones, los domingos por la tarde noche teníamos una nueva entrega del fascículo correspondiente de la telepredicación en curso (que no de rigor).

En parte, una de los descontentos del ‘muesqueado’ era la organización de la ventana de Opinión en Libertad Digital. En concreto, la permanencia en dicha ventana del último artículo de marras (por lo de marrar), del autor, autor. Como ejemplo, la ventana del pasado día de Nochebuena.

Algo ha pasado, sin embargo; no sé si es el espíritu navideño, si Mr. Scrooge ha sido quien se le ha aparecido a alguien, o simplemente, que ya no es necesario. Pero el caso es que esta noche del día de Navidad, la ventana de Opinión ya era distinta.

O tal vez es que al nuevo presi le ha dado vergüenza ajena figurar… en portada, digo.

Actualización:
¡Vaya, qué poco dura la alegría en casa del pobre!

Créditos:
Detalles de las portadas de Libertad Digital las noches de los días 24 y 25 de diciembre de 2011.