“Beth Hamishpath, audiencia pública, estas palabras que el ujier gritó a todo pulmón, para anunciar la llegada de los tres magistrados, nos impulsaron a ponernos en pie de un salto, en el mismo instante en que los jueces, con la cabeza descubierta, ataviados con negras togas, penetraron por una puerta lateral en la sala y se sentaron tras la mesa situada en el alto estrado.”
Hace 50 años, el 23 de mayo de 1960, el gobierno de Israel anunciaba que, tras quince años de investigaciones, el 11 de mayo anterior se había localizado en Argentina al Teniente Coronel de las SS, y responsable de numerosas actuaciones en relación con el Holocausto, Adolf Eichmann.
Cuando se hizo pública la noticia, el asombro del mundo no fue tanto porque todavía hubiera importantes actores del Holocausto en libertad, como por el hecho de que en ese momento ya se encontrara Eichmann en Jerusalén.
Éste es el título de la obra que recoge los numerosos aspectos que rodearon al juicio al que Eichmann fue sometido ante el tribunal del distrito de Jerusalén a partir del 11 de abril de 1961; obra que se inicia con el párrafo con que he comenzado esta anotación. La autora de esta obra es Hannah Arendt.
El 14 de agosto finalizó la vista, y cuatro meses después, el 11 de diciembre, se iniciaba la lectura de la sentencia, lo que requirió de dos días. “El 15 de diciembre de 1961, viernes, a las nueve de la mañana, se dictó el fallo de pena de muerte.”
La sentencia no era firme, y el Tribunal Supremo de Israel la revisó a finales de marzo de 1962. “El 29 de mayo de 1962, se leyó la sentencia (…) Confirmaba tajantemente la sentencia recurrida, en todos sus extremos.”
“El mismo día 29 de mayo, Itzhak Ben-Zvi, presidente de Israel, recibió la petición de clemencia de Eichmann (…) El presidente de Israel también recibió centenares de cartas y telegramas procedentes de todos los rincones del mundo, en solicitud de clemencia. Entre los más destacados remitentes se contaba la Conferencia Central de Rabís de América, los representantes del Judaísmo Reformado de dicho país, y un grupo de profesores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encabezados por Martin Buber, quien desde un principio se había opuesto a la celebración del juicio (…) Ben-Zvi denegó todas las peticiones de clemencia, el día 31 de mayo (…) Pocas horas después, el mismo día –jueves–, cuando faltaba poco para la medianoche, Eichmann fue ahorcado, su cuerpo incinerado y sus cenizas arrojadas al Mediterráneo, fuera de las aguas jurisdiccionales israelitas.”
Gracias a The Christian Almanac me entero de esta efemérides, lo cual me ha impulsado a localizar en casa el libro de Hannah Arendt, hojearlo y escribir esta anotación.
Por lo que he hojeado, hubo varias cosas que se pudieron mejorar en el juicio, pero la cuestión fundamental es que hubo un juicio, fue acusado, ante lo que ejerció su derecho a una defensa. La sentencia, puede decirse, estaba tan clara desde un principio como las actuaciones de Adolf Eichmann, pero también estaba clara la sentencia dictada contra Goering, por ejemplo, quince años antes, y a pocos les parece mal.
Voy a comenzar a leer el libro en un par de días, y ya iré trayendo a estas páginas aquello que en mi opinión sea interesante compartir.
Actualización: En el tiempo que he tardado en depurar esta anotación no puede decirse que no hayamos sabido de Israel ni, lamentablemente, de un pujante antisemitismo. Pero ya lo comentaré en unos días.
Créditos:
Portada y transcripción, según traducción de Carlos Ribalta, de Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, en edición de DeBOLS!LLO (pp. 13, 361, 362 y 363-364)
Hace 50 años, el 23 de mayo de 1960, el gobierno de Israel anunciaba que, tras quince años de investigaciones, el 11 de mayo anterior se había localizado en Argentina al Teniente Coronel de las SS, y responsable de numerosas actuaciones en relación con el Holocausto, Adolf Eichmann.
Cuando se hizo pública la noticia, el asombro del mundo no fue tanto porque todavía hubiera importantes actores del Holocausto en libertad, como por el hecho de que en ese momento ya se encontrara Eichmann en Jerusalén.
Éste es el título de la obra que recoge los numerosos aspectos que rodearon al juicio al que Eichmann fue sometido ante el tribunal del distrito de Jerusalén a partir del 11 de abril de 1961; obra que se inicia con el párrafo con que he comenzado esta anotación. La autora de esta obra es Hannah Arendt.
El 14 de agosto finalizó la vista, y cuatro meses después, el 11 de diciembre, se iniciaba la lectura de la sentencia, lo que requirió de dos días. “El 15 de diciembre de 1961, viernes, a las nueve de la mañana, se dictó el fallo de pena de muerte.”
La sentencia no era firme, y el Tribunal Supremo de Israel la revisó a finales de marzo de 1962. “El 29 de mayo de 1962, se leyó la sentencia (…) Confirmaba tajantemente la sentencia recurrida, en todos sus extremos.”
“El mismo día 29 de mayo, Itzhak Ben-Zvi, presidente de Israel, recibió la petición de clemencia de Eichmann (…) El presidente de Israel también recibió centenares de cartas y telegramas procedentes de todos los rincones del mundo, en solicitud de clemencia. Entre los más destacados remitentes se contaba la Conferencia Central de Rabís de América, los representantes del Judaísmo Reformado de dicho país, y un grupo de profesores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encabezados por Martin Buber, quien desde un principio se había opuesto a la celebración del juicio (…) Ben-Zvi denegó todas las peticiones de clemencia, el día 31 de mayo (…) Pocas horas después, el mismo día –jueves–, cuando faltaba poco para la medianoche, Eichmann fue ahorcado, su cuerpo incinerado y sus cenizas arrojadas al Mediterráneo, fuera de las aguas jurisdiccionales israelitas.”
Gracias a The Christian Almanac me entero de esta efemérides, lo cual me ha impulsado a localizar en casa el libro de Hannah Arendt, hojearlo y escribir esta anotación.
Por lo que he hojeado, hubo varias cosas que se pudieron mejorar en el juicio, pero la cuestión fundamental es que hubo un juicio, fue acusado, ante lo que ejerció su derecho a una defensa. La sentencia, puede decirse, estaba tan clara desde un principio como las actuaciones de Adolf Eichmann, pero también estaba clara la sentencia dictada contra Goering, por ejemplo, quince años antes, y a pocos les parece mal.
Voy a comenzar a leer el libro en un par de días, y ya iré trayendo a estas páginas aquello que en mi opinión sea interesante compartir.
Actualización: En el tiempo que he tardado en depurar esta anotación no puede decirse que no hayamos sabido de Israel ni, lamentablemente, de un pujante antisemitismo. Pero ya lo comentaré en unos días.
Créditos:
Portada y transcripción, según traducción de Carlos Ribalta, de Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, en edición de DeBOLS!LLO (pp. 13, 361, 362 y 363-364)