El pasado domingo oí en COPE que se celebraba el aniversario (creo que fue en 1964) de la constitución de Les Luthiers, de su primera actuación, de su…, de su…, de su… ¡yo qué sé!
martes, 6 de septiembre de 2011
lunes, 5 de septiembre de 2011
Poniendo los puntos sobre… los cardinales
“Héctor Servadac aproximóse el reloj al oído, y dijo:
- Está andando.
- Y el sol también –replicó el ordenanza.
- Efectivamente, a juzgar por su altura sobre el horizonte… ¡Ah! ¡Por todas las viñas de Medoc!
- ¿Qué tiene usted, mi capitán?
- ¿Serán las ocho de la tarde?
- ¿De la tarde?
- Sí. El sol está al Oeste e indudablemente se va a poner.
- No, mi capitán –respondió Ben-Zuf–. El sol se levanta con puntualidad, como un recluta al toque de diana. Véalo usted. Desde que empezamos a hablar hasta ahora ha subido ya bastante hasta sobre el horizonte.
- ¡Se levantará ahora el sol al Occidente! –murmuró el capitán Servadac–. Esto no es posible.
Sin embargo, el hecho no admitía duda. El astro radiante mostrábase sobre las aguas del Cheliff y recorría el horizonte occidental, sobre el que había trazado hasta aquel momento la segunda mitad de su arco diurno.”
Es sabido que, hasta lo narrado por Julio Verne, el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste. Estas acciones del Sol han conducido a que el Oeste sea también conocido como Poniente, y el Este, como Levante.
También es sabido que en Valencia se lleva mal que se refieran a la región como ‘Levante’ ya que eso supone una cierta dependencia, aunque sea geográfica, de, al menos, Madrid. De hecho, cuando por fin se terminó la famosa A-3, durante un tiempo, se llamó Autovía de Levante, hasta que se consiguió que se quedara, el tramo exclusivo para Valencia, como Autovía de Valencia.
Naturalmente, en cuanto nos quedamos dentro de casa, la cosa cambia, y la carretera que desde Valencia va hacia el sur (la CV-400) se llama, lógicamente, Avinguda del Sud.
Y el que no esté de acuerdo, que se lea Héctor Servadac.
Créditos:
Extracto del capítulo V de Héctor Servadac, de Julio Verne, según traducción sin acreditar, en edición de 1971 de Ediciones Nauta.
Fotografía de un panel de la carretera CV-400, junto a la pedanía de La Torre, de Valencia, en mayo de 2011, del autor.
- Está andando.
- Y el sol también –replicó el ordenanza.
- Efectivamente, a juzgar por su altura sobre el horizonte… ¡Ah! ¡Por todas las viñas de Medoc!
- ¿Qué tiene usted, mi capitán?
- ¿Serán las ocho de la tarde?
- ¿De la tarde?
- Sí. El sol está al Oeste e indudablemente se va a poner.
- No, mi capitán –respondió Ben-Zuf–. El sol se levanta con puntualidad, como un recluta al toque de diana. Véalo usted. Desde que empezamos a hablar hasta ahora ha subido ya bastante hasta sobre el horizonte.
- ¡Se levantará ahora el sol al Occidente! –murmuró el capitán Servadac–. Esto no es posible.
Sin embargo, el hecho no admitía duda. El astro radiante mostrábase sobre las aguas del Cheliff y recorría el horizonte occidental, sobre el que había trazado hasta aquel momento la segunda mitad de su arco diurno.”
Es sabido que, hasta lo narrado por Julio Verne, el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste. Estas acciones del Sol han conducido a que el Oeste sea también conocido como Poniente, y el Este, como Levante.
También es sabido que en Valencia se lleva mal que se refieran a la región como ‘Levante’ ya que eso supone una cierta dependencia, aunque sea geográfica, de, al menos, Madrid. De hecho, cuando por fin se terminó la famosa A-3, durante un tiempo, se llamó Autovía de Levante, hasta que se consiguió que se quedara, el tramo exclusivo para Valencia, como Autovía de Valencia.
Y el que no esté de acuerdo, que se lea Héctor Servadac.
Créditos:
Extracto del capítulo V de Héctor Servadac, de Julio Verne, según traducción sin acreditar, en edición de 1971 de Ediciones Nauta.
Fotografía de un panel de la carretera CV-400, junto a la pedanía de La Torre, de Valencia, en mayo de 2011, del autor.
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domingo, 4 de septiembre de 2011
Duyuespic-co y pala ¿qué?

Hoy se ha iniciado una nueva colección de inglés, con la referencia del mismo profesor. Vista la experiencia que arrastro, creo que más allá del primer volumen (y porque lo han regalado hoy), no voy a conseguir.
Lo que sí me tiene preocupado es el nivel de las consecuencias del curso de inglés.
Si hace cuatro años, con ese maravilloso curso, Mariano Rajoy, en las elecciones que tuvieron lugar justo a continuación, nos salió con lo de la niña políglota, especialmente, en inglés… miedo me da ahora, en que, encima, el curso es “Intensive English”.
Créditos:
Detalle de la portada del suplemento dominical Magazine de El Mundo, del 2 de septiembre de 2007.
Portada del primer volumen (distribuido hoy) de la nueva promoción de El Mundo del curso de inglés.
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Rompiendo la barrera de…
Uno de los problemas que nos encontramos con las buenas fotografías, en el momento de poder apreciarlas en un libro o en un periódico o revista, es consecuencia de cómo hayan resuelto la disposición física de la fotografía entre las ‘cuatro paredes’ que son los bordes de una hoja.
Con el agravante de que en numerosas ocasiones hay una pared que quien maquetó la impresión decidió derribarla, y ampliar la ‘habitación’ con la hoja de al lado. Digo agravante porque luego, la encuadernación hace lo que buenamente puede, y como la foto que nos interesa no esté en un único pliego, y si lo está, no sea el que resulta ser el de en medio, pues nos encontramos cosas como ésta.
La franja roja que se ve ‘rompiendo’ la fotografía en realidad es parte de otra página del semanal Magazine de El Mundo. Es una manera de estropear una foto curiosa y poco habitual. Al menos, se trata de una revista de las “que se vende conjunta e inseparablemente” con el periódico. El disgusto, claro, es cuando el problema de la maquetación y de la encuadernación surge en un libro, el cual, por su propia condición, naturalmente, nos ha costado bastante más dinero que un periódico.
Sí, el problema es cuando nos rompen la barrera de la estética y del buen criterio.
Créditos:
Fotografía y artículo publicados en Magazine, suplemento dominical de El Mundo, del día 26 de agosto de 2007.
Con el agravante de que en numerosas ocasiones hay una pared que quien maquetó la impresión decidió derribarla, y ampliar la ‘habitación’ con la hoja de al lado. Digo agravante porque luego, la encuadernación hace lo que buenamente puede, y como la foto que nos interesa no esté en un único pliego, y si lo está, no sea el que resulta ser el de en medio, pues nos encontramos cosas como ésta.

La franja roja que se ve ‘rompiendo’ la fotografía en realidad es parte de otra página del semanal Magazine de El Mundo. Es una manera de estropear una foto curiosa y poco habitual. Al menos, se trata de una revista de las “que se vende conjunta e inseparablemente” con el periódico. El disgusto, claro, es cuando el problema de la maquetación y de la encuadernación surge en un libro, el cual, por su propia condición, naturalmente, nos ha costado bastante más dinero que un periódico.
Sí, el problema es cuando nos rompen la barrera de la estética y del buen criterio.
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Fotografía y artículo publicados en Magazine, suplemento dominical de El Mundo, del día 26 de agosto de 2007.
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Azul ¿celeste o espacial?
“CORAL.– (…) Estuve un rato en el ventanal de mi alcoba, antes de acostarme, mirando el color de las estrellas, que son todas distintas, y pensando en cómo se verá desde lejos la Tierra.
FÉLIX.– (Contestando casi sin proponérselo.) La Tierra en el espacio tiene un color azul…
CORAL.– Azul… ¡Será preciosa!
FÉLIX.– Sí; quizá de lejos sea preciosa.”
Este pasado miércoles publicaba ABC la fotografía que acompaña estas líneas, distribuida por la NASA, que muestra, vista desde la sonda Juno, camino de Júpiter, el conjunto que forman la Tierra y la Luna.
El azul de la Tierra no se aprecia mucho, pero la cuestión no es ésta.
¿Cómo sabía Félix, y por tanto, Jardiel Poncela, que la Tierra se ve azul desde el espacio… casi 22 años antes del primer Sputnik?
Créditos:
Extracto del segundo acto de Las cinco advertencias de Satanás, tomado de Obras completas de Enrique Jardiel Poncela, Tomo I, según la séptima edición de AHR, de 1973 (pág. 798).
FÉLIX.– (Contestando casi sin proponérselo.) La Tierra en el espacio tiene un color azul…
CORAL.– Azul… ¡Será preciosa!
FÉLIX.– Sí; quizá de lejos sea preciosa.”

El azul de la Tierra no se aprecia mucho, pero la cuestión no es ésta.
¿Cómo sabía Félix, y por tanto, Jardiel Poncela, que la Tierra se ve azul desde el espacio… casi 22 años antes del primer Sputnik?
Créditos:
Extracto del segundo acto de Las cinco advertencias de Satanás, tomado de Obras completas de Enrique Jardiel Poncela, Tomo I, según la séptima edición de AHR, de 1973 (pág. 798).
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Silvática escuela
“Era en la época en la que Baloo le enseñaba la Ley de la Selva. El serio, viejo y enorme oso pardo estaba contentísimo con un discípulo tan listo, porque los lobatos no quieren aprender de la Ley de la Selva más que lo que se refiere a su propia manada y tribu; escapándose en cuanto saben de memoria estas palabras de la Canción de caza: «Pies que no causan el menor ruido; ojos que ven en la oscuridad; orejas que pueden oír los diferentes vientos desde el cubil; blancos y afilados dientes: todo esto son señales características de nuestros hermanos, exceptuando a tabaqui el chacal, y a la hiena, que odiamos».
Pero Mowgli, que era un hombrecito, tuvo que aprender bastante más. Algunas veces Bagheera, la pantera negra, se acercaba, curioseando por la selva, para ver cómo le iba a su niño mimado, y, apoyando la cabeza contra un árbol, escuchaba, con sordo ronquido, la lección que Mowgli recitaba a Baloo. (…)
Todo esto os demostrará las muchas cosas que tuvo que aprender Mowgli de memoria, llegando a cansarse ya de tanto repetir lo mismo más de cien veces; pero es lo que le dijo Baloo a Bagheera un día en que hubo que pegarle al muchacho y éste se marchó malhumorado:
- Un cachorro humano es un cachorro humano, y tengo el deber de enseñarle toda la Ley de la Selva.
- Pero ten presente lo pequeño que es –dijo la pantera negra, que habría mimado con exceso a Mowgli si la hubieran dejado educarlo a su modo–. ¿Cómo pueden caber en cabeza tan chica todos tus largos paliques?
- ¿Hay, acaso, en la selva cosa alguna que de puro pequeña no pueda matarse? No. Pues bien: por esta razón le enseño todo eso, y por lo mismo le pego, con mucha suavidad, cuando se le olvida algo.
- ¡Con suavidad! ¿Qué sabes tú de suavidades, viejo Patas de hierro? –gruñó Bagheera–. Toda la cara le has llenado hoy de cardenales con tu… suavidad. ¡Uf…!
- Valdría más que estuviera lleno de cardenales de cabeza a pies, mientras fueran causados por mí, que le quiero, que no que le ocurriera alguna desgracia por ignorancia –contestó Baloo con suma gravedad–. Ahora le estoy enseñando las Palabras Mágicas de la Selva, que han de protegerle contra los pájaros, contra el pueblo de las Serpientes y contra todo cuadrúpedo que caza, excepto contra su propia manada. Desde hoy, con sólo recordar tales palabras, podrá ya pedir protección a todos lo habitantes de la selva. ¿No vale esto la pena de recibir algunos golpes?”
Créditos:
Ilustración de Ángel Domínguez y extracto del capítulo La caza de Kaa, de El libro de la selva, de Rudyard Kipling, según traducción de Ramón D. Perés, tomados de la edición de 2009 de Editorial Juventud (pp. 39-42).

Todo esto os demostrará las muchas cosas que tuvo que aprender Mowgli de memoria, llegando a cansarse ya de tanto repetir lo mismo más de cien veces; pero es lo que le dijo Baloo a Bagheera un día en que hubo que pegarle al muchacho y éste se marchó malhumorado:
- Un cachorro humano es un cachorro humano, y tengo el deber de enseñarle toda la Ley de la Selva.
- Pero ten presente lo pequeño que es –dijo la pantera negra, que habría mimado con exceso a Mowgli si la hubieran dejado educarlo a su modo–. ¿Cómo pueden caber en cabeza tan chica todos tus largos paliques?
- ¿Hay, acaso, en la selva cosa alguna que de puro pequeña no pueda matarse? No. Pues bien: por esta razón le enseño todo eso, y por lo mismo le pego, con mucha suavidad, cuando se le olvida algo.
- ¡Con suavidad! ¿Qué sabes tú de suavidades, viejo Patas de hierro? –gruñó Bagheera–. Toda la cara le has llenado hoy de cardenales con tu… suavidad. ¡Uf…!
- Valdría más que estuviera lleno de cardenales de cabeza a pies, mientras fueran causados por mí, que le quiero, que no que le ocurriera alguna desgracia por ignorancia –contestó Baloo con suma gravedad–. Ahora le estoy enseñando las Palabras Mágicas de la Selva, que han de protegerle contra los pájaros, contra el pueblo de las Serpientes y contra todo cuadrúpedo que caza, excepto contra su propia manada. Desde hoy, con sólo recordar tales palabras, podrá ya pedir protección a todos lo habitantes de la selva. ¿No vale esto la pena de recibir algunos golpes?”
Créditos:
Ilustración de Ángel Domínguez y extracto del capítulo La caza de Kaa, de El libro de la selva, de Rudyard Kipling, según traducción de Ramón D. Perés, tomados de la edición de 2009 de Editorial Juventud (pp. 39-42).
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sábado, 3 de septiembre de 2011
Alit lectio: Una única advertencia
“LEONARDO.– (Uno de los sillones se desliza solo y se coloca frente a Ramón y a Félix) Hablemos. Pero no me llaméis Lucifer, ni Mefistófeles, ni Satanás. Llamadme Leonardo, que es como me llamaban las brujas en la Edad Media: en la época en que mis apariciones eran frecuentes.
RAMÓN.– (Inclinándose hacia el sillón que se ha movido solo y extendiendo en el vacío su pitillera) ¿Un cigarrito, Leonardo?
LEONARDO.– No, gracias; estoy harto de echar humo. En cambio, puedo darte fuego. (Del extremo del cigarrillo de Ramón brota una pequeña llamarada.)
RAMÓN.– (Encantado.) ¡Comodísimo! (Se retrepa en el sillón fumando.) La Humanidad está lejos de inventar un mechero automático tan perfecto.
LEONARDO.– La Humanidad sigue siendo tan imbécil como hace tres mil años. Pero no hablemos de la Humanidad.
RAMÓN.– Hablemos de cosas decentes.
FÉLIX.– Hablemos de usted.
LEONARDO.– ¡Amabilísimo! Aunque poco puede decirse de mí que no se sepa. Que existo oficialmente desde el Concilio de Praga… Que fui procesado dos veces en la Edad Media… Que…
RAMÓN.– ¿Es verdad que fue usted el que construyó el acueducto de Segovia?
LEONARDO.– ¡Qué risa! No, hombre. Eso son cosas de España... En España, cuando empezaron a circular los automóviles, también se dijo que eran obra mía; y yo lo único que hago s ponerles delante los árboles de las carreteras. ¡España siempre ha vivido preocupada por mí! ¡Encantadora España! Sólo ella me ha hecho justicia levantándome un monumento.
FÉLIX.– ¿Un monumento?
RAMÓN.– ¿En España?
LEONARDO.– ¡Claro! En el Retiro: el «Ángel caído».
FÉLIX y RAMÓN.– ¡Es verdad!
LEONARDO.– En Madrid es el primer monumento que contemplan los niños… Un refrán español es encenderle una vela a Dios y otra a mí… Adoro a España: su sol, sus mujeres, sus vinos… ¡Y su descontento eterno!... ¡No hay país igual!
RAMÓN.– Pues usted puede saberlo bien, porque es un gran turista…
LEONARDO.– Sí. No puedo estarme quieto. He nacido para la agitación. Empecé tentando a los hombres por la carne, pero desde que las piscinas públicas descubrieron lo feo que es el desnudo, les tiento por el espíritu.
FÉLIX.– ¿De qué manera?
LEONARDO.– Imbuyéndoles ideas contrarias a las de Dios… Con arreglo a éstas, el hombre debe esperar la dicha después de muerto. Con arreglo a las mías, el hombre debe encontrar en vida la felicidad.”
Esta mañana he oído con retraso la tertulia de cultura del pasado miércoles día 31 de La linterna, en COPE, enterándome en ella que el próximo día 8, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, se estrena en el Teatro Marquina de Madrid, Las cinco advertencias de Satanás, según dirección de Mara Recatero, en producción de Gustavo Pérez Puig.
La obra no es de las más conocidas de Enrique Jardiel Poncela, y de hecho, yo no recordaba su trama (sí su existencia), eso en el caso de que la hubiera sabido en algún momento. Por tanto, he aprovechado esta tarde para leerla con la coincidencia (o no) de que ha descargado brevemente una tormenta en Valencia, con sus truenos y todo, mientras leía el primer acto, en el que, también brevemente, hay una tormenta.
“Guadalupe Sampedro, con su pintoresco aturdimiento, exclamó al acabar:
- ¡Muy preciosa! Es una comedia que, si la hacemos bien y gusta, será un éxito.
Esta opinión, sin antecedentes en la Historia, logró que la lectura [a la compañía] acabara entre grandes risas.
(…)
Tirso se paseaba contento por el vestíbulo.
- No sé si gustará o no gustará; pero es la comedia más bonita que he estrenado.”
A diferencia de otras obras del autor, en ésta no hay impactantes ni numerosos momentos cómicos o absurdos; el humor, pasado por el cinismo de los protagonistas masculinos principales, se derrama a lo largo de toda la obra, mostrándonos en tono de comedia, el dilema filosófico (además de religioso) del Destino, aunque los personajes más lo ‘sufran’ activamente que lo ‘mediten’ pasivamente.
Tal vez defraude un tanto a quienes conozcan a Jardiel por sus obras más ‘atropelladas’, pero no deja de cautivar la actualidad de la trama, y eso que el próximo 20 de diciembre se cumplirán, sólo, 76 años de su estreno en el Teatro de la Comedia de Madrid.
En resumen, sólo una advertencia: quien pueda ir a verla, que lo haga (y luego que nos lo cuente, por favor).
Créditos:
Fotografía con autógrafo de Enrique Jardiel Poncela, y extractos del primer acto de Las cinco advertencias de Satanás, y de Circunstancias en que se imaginó, se escribió y se estrenó «Las cinco advertencias de Satanás», tomados de Obras completas de Enrique Jardiel Poncela, Tomo I, según la séptima edición de AHR, de 1973 (pp. 787-788, y 761-762).
RAMÓN.– (Inclinándose hacia el sillón que se ha movido solo y extendiendo en el vacío su pitillera) ¿Un cigarrito, Leonardo?
RAMÓN.– (Encantado.) ¡Comodísimo! (Se retrepa en el sillón fumando.) La Humanidad está lejos de inventar un mechero automático tan perfecto.
LEONARDO.– La Humanidad sigue siendo tan imbécil como hace tres mil años. Pero no hablemos de la Humanidad.
RAMÓN.– Hablemos de cosas decentes.
FÉLIX.– Hablemos de usted.
LEONARDO.– ¡Amabilísimo! Aunque poco puede decirse de mí que no se sepa. Que existo oficialmente desde el Concilio de Praga… Que fui procesado dos veces en la Edad Media… Que…
RAMÓN.– ¿Es verdad que fue usted el que construyó el acueducto de Segovia?
LEONARDO.– ¡Qué risa! No, hombre. Eso son cosas de España... En España, cuando empezaron a circular los automóviles, también se dijo que eran obra mía; y yo lo único que hago s ponerles delante los árboles de las carreteras. ¡España siempre ha vivido preocupada por mí! ¡Encantadora España! Sólo ella me ha hecho justicia levantándome un monumento.
FÉLIX.– ¿Un monumento?
RAMÓN.– ¿En España?
LEONARDO.– ¡Claro! En el Retiro: el «Ángel caído».
FÉLIX y RAMÓN.– ¡Es verdad!
LEONARDO.– En Madrid es el primer monumento que contemplan los niños… Un refrán español es encenderle una vela a Dios y otra a mí… Adoro a España: su sol, sus mujeres, sus vinos… ¡Y su descontento eterno!... ¡No hay país igual!
RAMÓN.– Pues usted puede saberlo bien, porque es un gran turista…
LEONARDO.– Sí. No puedo estarme quieto. He nacido para la agitación. Empecé tentando a los hombres por la carne, pero desde que las piscinas públicas descubrieron lo feo que es el desnudo, les tiento por el espíritu.
FÉLIX.– ¿De qué manera?
LEONARDO.– Imbuyéndoles ideas contrarias a las de Dios… Con arreglo a éstas, el hombre debe esperar la dicha después de muerto. Con arreglo a las mías, el hombre debe encontrar en vida la felicidad.”
Esta mañana he oído con retraso la tertulia de cultura del pasado miércoles día 31 de La linterna, en COPE, enterándome en ella que el próximo día 8, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, se estrena en el Teatro Marquina de Madrid, Las cinco advertencias de Satanás, según dirección de Mara Recatero, en producción de Gustavo Pérez Puig.
La obra no es de las más conocidas de Enrique Jardiel Poncela, y de hecho, yo no recordaba su trama (sí su existencia), eso en el caso de que la hubiera sabido en algún momento. Por tanto, he aprovechado esta tarde para leerla con la coincidencia (o no) de que ha descargado brevemente una tormenta en Valencia, con sus truenos y todo, mientras leía el primer acto, en el que, también brevemente, hay una tormenta.
“Guadalupe Sampedro, con su pintoresco aturdimiento, exclamó al acabar:
- ¡Muy preciosa! Es una comedia que, si la hacemos bien y gusta, será un éxito.
Esta opinión, sin antecedentes en la Historia, logró que la lectura [a la compañía] acabara entre grandes risas.
(…)
Tirso se paseaba contento por el vestíbulo.
- No sé si gustará o no gustará; pero es la comedia más bonita que he estrenado.”
A diferencia de otras obras del autor, en ésta no hay impactantes ni numerosos momentos cómicos o absurdos; el humor, pasado por el cinismo de los protagonistas masculinos principales, se derrama a lo largo de toda la obra, mostrándonos en tono de comedia, el dilema filosófico (además de religioso) del Destino, aunque los personajes más lo ‘sufran’ activamente que lo ‘mediten’ pasivamente.
Tal vez defraude un tanto a quienes conozcan a Jardiel por sus obras más ‘atropelladas’, pero no deja de cautivar la actualidad de la trama, y eso que el próximo 20 de diciembre se cumplirán, sólo, 76 años de su estreno en el Teatro de la Comedia de Madrid.
En resumen, sólo una advertencia: quien pueda ir a verla, que lo haga (y luego que nos lo cuente, por favor).
Créditos:
Fotografía con autógrafo de Enrique Jardiel Poncela, y extractos del primer acto de Las cinco advertencias de Satanás, y de Circunstancias en que se imaginó, se escribió y se estrenó «Las cinco advertencias de Satanás», tomados de Obras completas de Enrique Jardiel Poncela, Tomo I, según la séptima edición de AHR, de 1973 (pp. 787-788, y 761-762).
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viernes, 2 de septiembre de 2011
Fila 13
Es sabido que en los aviones no figura la fila número 13 por historias del ‘lobby’ de supersticiosos. Sin embargo, esta anotación he conseguido redactarlas desde dicha fila.
Y es que, si no me he equivocado, faltan sólo 13 semanas justas para que dé comienzo el fin de semana que preludia el, no puente, sino acueducto de diciembre.
Y, sí, haré la pregunta, aunque me dé risa: ¿alguien lleva la cuenta de las horas extraordinarias acumuladas por los controladores aéreos?
No, Pepiño, tú ya sé que no; ¿algún otro?
Créditos:
Fotografía de la T-4 de Barajas, de septiembre de 2009, del autor.
Y, sí, haré la pregunta, aunque me dé risa: ¿alguien lleva la cuenta de las horas extraordinarias acumuladas por los controladores aéreos?
No, Pepiño, tú ya sé que no; ¿algún otro?
Créditos:
Fotografía de la T-4 de Barajas, de septiembre de 2009, del autor.
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Sugerencia del chef

De este modo, nos introducía M. Hermida, merced a su artículo publicado en ABC, en la breve reseña que hacía de la obra Cremas&Castigos, de Anne Martinetti y François Rivière.
El libro, con su literario juego de palabras del título, versa “sobre la faceta gastronómica de la autora británica: las recetas a las que ella alude entre muerte y muerte se detallan y resultan de lo más apetecibles”.
Y no puedo decir mucho más, ya que el referido libro (aún) no figura entre los de mi biblioteca.
Eso sí, por si le interesa a alguien, aunque en la ficha del periódico figura como editado por Vergara, en la página de internet del Ministerio sólo figura una edición, de abril de 2007, por parte de Ediciones B, con ISBN 13: 978-84-666-3010-8.
Créditos:
Extracto del artículo de M. Hermida publicado en ABC el 1 de septiembre de 2007.
Fotografía de archivo de ABC que ilustra el artículo en cuestión, cuyo pie de foto es: “Agatha Christie desayuna (a la inglesa) en su casa de Bagdad: qué tiempos”.
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jueves, 1 de septiembre de 2011
Economizando en la economía
El pasado día 25 publiqué un comentario a una anotación en este diario de tres días antes. En el comentario, entre otras cosas, decía:
“Esta noche se ha reincorporado Lorenzo Ramírez en la sección de economía de Es la noche...; pues bien, parece que es sólo para diez días. No está aún claro si el verbo 'ir' se debe conjugar en reflexivo o en transitivo.”
Bien, pues ni siquiera diez días.
Ya está Lorenzo Ramírez fuera.
Lorenzo Ramírez me caía bien cuando el verano del pasado año empezó él solo con su programa a las nueve de la noche (empezando Es la noche… propiamente dicha a las diez, si no recuerdo mal), especialmente su acertada idea de recordarnos continuamente la presencia real de lo narrado en 1984.
Sin embargo, esta pasada temporada me ha dado la sensación de que se le había subido el éxito a la cabeza, en su vehemencia al hablar, y tampoco me agradaba la apreciación que tenía yo de un algo de seguidismo de las opiniones del titular del programa (vulgo, pelota).
Pero no dejaba de decir cosas intersantes, se estuviera o no de acuerdo con el enfoque que les diera.
Una muesca más en el revólver de alguien.
Créditos:
Pantallazo de esta noche, de la sección Economía con L. Ramírez, en Es la noche de César, ya sin L. Ramírez.
“Esta noche se ha reincorporado Lorenzo Ramírez en la sección de economía de Es la noche...; pues bien, parece que es sólo para diez días. No está aún claro si el verbo 'ir' se debe conjugar en reflexivo o en transitivo.”

Ya está Lorenzo Ramírez fuera.
Lorenzo Ramírez me caía bien cuando el verano del pasado año empezó él solo con su programa a las nueve de la noche (empezando Es la noche… propiamente dicha a las diez, si no recuerdo mal), especialmente su acertada idea de recordarnos continuamente la presencia real de lo narrado en 1984.
Sin embargo, esta pasada temporada me ha dado la sensación de que se le había subido el éxito a la cabeza, en su vehemencia al hablar, y tampoco me agradaba la apreciación que tenía yo de un algo de seguidismo de las opiniones del titular del programa (vulgo, pelota).
Pero no dejaba de decir cosas intersantes, se estuviera o no de acuerdo con el enfoque que les diera.
Una muesca más en el revólver de alguien.
Créditos:
Pantallazo de esta noche, de la sección Economía con L. Ramírez, en Es la noche de César, ya sin L. Ramírez.
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No es que la Historia se repita, es que vuelven
Tengo edad suficiente como para haber oído en la radio española, el denigrado programa conocido como El consultorio de la Señora Francis, en el que se daban consejos ante las preguntas que, de naturaleza muy diversa (aunque mayoritariamente en la concepción ‘femenina’ de la época), remitían, por correo, numerosos oyentes.
Éstos empezaban sus cartas (o al menos, así lo leían) como el famoso “Estimada Señora Francis”, y ésta contestaba con “Mi querida amiga”, ya que la prácticamente totalidad de los corresponsales eran mujeres.
Este programa, como ya digo, denigrado al cabo de un tiempo, ha dejado este carácter peyorativo o de prejuicio ante cualquier sección que venga en llamarse, o asimilarse, como ‘consultorio de…’. A pesar de ello, siempre hay valientes.
Después de no sé cuánto tiempo, ya empiezan a llegar noticias. El lunes se inicia en Es la mañana de Federico la sección Preguntas a la historia, donde el titular del programa matutino y el titular del programa nocturno de la emisora contestarán a las preguntas de sus oyentes.
En su época, supongo que las preguntas a la Señora Francis estarían filtradas con algún criterio, cosa que supongo que en esta ocasión también sucederá, ya que, de momento, algo hay.
Entre los comentarios a la noticia, puede leerse el de obambi el día 1 de Septiembre de 2011 a las 17:44:39:
“Seguro que de los primeros que consultarán será zetapé sobre la vida de su abuelo,aunque tambien es seguro que no querrá que le cuenten la verdad sino la verdad que el quiere que le cuenten.Y para JoseARui decirle que,como creo que se referirá a Don Pío Moa,también es bueno contrastar entre historiadores porque por muy buenos que sean también pueden caer en algún error debido a maniqueismos o fuentes sesgadas o manipuladas.”
Lo curioso es que, al menos yo, no he encontrado el comentado comentario de JoseARui .
Misterios de la Historia,… o no.
Éstos empezaban sus cartas (o al menos, así lo leían) como el famoso “Estimada Señora Francis”, y ésta contestaba con “Mi querida amiga”, ya que la prácticamente totalidad de los corresponsales eran mujeres.
Este programa, como ya digo, denigrado al cabo de un tiempo, ha dejado este carácter peyorativo o de prejuicio ante cualquier sección que venga en llamarse, o asimilarse, como ‘consultorio de…’. A pesar de ello, siempre hay valientes.
Después de no sé cuánto tiempo, ya empiezan a llegar noticias. El lunes se inicia en Es la mañana de Federico la sección Preguntas a la historia, donde el titular del programa matutino y el titular del programa nocturno de la emisora contestarán a las preguntas de sus oyentes.
En su época, supongo que las preguntas a la Señora Francis estarían filtradas con algún criterio, cosa que supongo que en esta ocasión también sucederá, ya que, de momento, algo hay.
Entre los comentarios a la noticia, puede leerse el de obambi el día 1 de Septiembre de 2011 a las 17:44:39:
“Seguro que de los primeros que consultarán será zetapé sobre la vida de su abuelo,aunque tambien es seguro que no querrá que le cuenten la verdad sino la verdad que el quiere que le cuenten.Y para JoseARui decirle que,como creo que se referirá a Don Pío Moa,también es bueno contrastar entre historiadores porque por muy buenos que sean también pueden caer en algún error debido a maniqueismos o fuentes sesgadas o manipuladas.”
Lo curioso es que, al menos yo, no he encontrado el comentado comentario de JoseARui .
Misterios de la Historia,… o no.
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((esRadio,
censura,
César Vidal Manzanares,
Federico Jiménez Losantos,
radio
martes, 30 de agosto de 2011
En el ascensor
El pasado sábado, se pudo leer en Libertad Digital el siguiente titular:
“En toda la península
Las temperaturas vuelven a subir tras "el frío" del viernes”
Leído en otros lugares de España, no sé, pero en Valencia sonaba un poco a cachondeo lo del «frío del viernes».
Y es que ese viernes habíamos tenido por aquí alerta amarilla por temperaturas consecuencia del viento de poniente. Como ya dije hace un año, la ventaja (para mí) de este viento es su sequedad (de hecho, el viernes se pasó de un 80% sobre las siete de la mañana, a poco más del 10% sobre las cinco de la tarde).
Tras lo del «frío», quedaba la incertidumbre de qué se entendería por «las temperaturas vuelven a subir». El gráfico de la temperatura obtenido de la página del Ayuntamiento de Valencia nos lo muestra: si se descuidan, la máxima del sábado es menor que la mínima del jueves.
La noticia también traía avances para esta semana:
“"En cuanto al comienzo de la próxima semana se registrarán pocas nubes al principio de forma general, y si acaso alguna tormenta en el este, pero será de carácter débil porque hay flujo de componente noreste."”
La previsión que había ayer era la reflejada en la imagen adjunta. Está claro que ese “si acaso” es difícil de concretar en las previsiones genéricas, y por eso están los porcentajes. En concreto, el de lluvia para el tramo de las 18 a las 24 horas era del 0%.
El resultado fue que, al menos en una parte amplia de Valencia, poco después de las 21 horas, se puso a llover con cierta intensidad, aunque no duró más allá de media hora.
Eso sí, para no desmerecer a las previsiones, la lluvia registrada, según la página del Ayuntamiento, una vez comprobado que esta mañana aún quedaban charcos en diversas zonas de la ciudad, resultó ser de cero (0) mm.
Y aún habrá quien siga diciendo que Asimov era un exagerado en la cita que traje a estas páginas hace casi dos años y medio.
Créditos:
Imágenes de las previsiones de riesgos y meteorológica de AEMET para los días 26 y 29 de agosto de 2011, respectivamente, tomadas de su página de internet.
Gráficas de la evolución de la temperatura (semana del 22 al 28 de agosto de 2011) y de la lluvia registrada (del 31 de julio al 30 de agosto de 2011), tomadas de la página de internet del Ayuntamiento de Valencia.
“En toda la península
Las temperaturas vuelven a subir tras "el frío" del viernes”

Y es que ese viernes habíamos tenido por aquí alerta amarilla por temperaturas consecuencia del viento de poniente. Como ya dije hace un año, la ventaja (para mí) de este viento es su sequedad (de hecho, el viernes se pasó de un 80% sobre las siete de la mañana, a poco más del 10% sobre las cinco de la tarde).

La noticia también traía avances para esta semana:
“"En cuanto al comienzo de la próxima semana se registrarán pocas nubes al principio de forma general, y si acaso alguna tormenta en el este, pero será de carácter débil porque hay flujo de componente noreste."”

El resultado fue que, al menos en una parte amplia de Valencia, poco después de las 21 horas, se puso a llover con cierta intensidad, aunque no duró más allá de media hora.

Y aún habrá quien siga diciendo que Asimov era un exagerado en la cita que traje a estas páginas hace casi dos años y medio.
Créditos:
Imágenes de las previsiones de riesgos y meteorológica de AEMET para los días 26 y 29 de agosto de 2011, respectivamente, tomadas de su página de internet.
Gráficas de la evolución de la temperatura (semana del 22 al 28 de agosto de 2011) y de la lluvia registrada (del 31 de julio al 30 de agosto de 2011), tomadas de la página de internet del Ayuntamiento de Valencia.
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domingo, 28 de agosto de 2011
Aunque ya es bastante premio...

La celebración de esta Jornada, y lo que ello ha manifestado como pujanza cristiana, ya ha supuesto un importante premio para el común de los mortales.
No obstante, nunca sobra un reconocimiento más ‘oficial’: se ha publicado que ha sido propuesta la JMJ al premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Modelo de carta:
«FUNDACIÓN PRÍNCIPE DE ASTURIAS
C/ General Yagüe, nº 2
33004 - OVIEDO
Muy Sres. míos:
He tenido conocimiento de la presentación de la candidatura al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 (JMJ), por parte de Dña. Catalina Luca de Tena, Presidenta-Editora de ABC.
Quiero transmitirles mi adhesión y apoyo expreso a dicha candidatura en atención a los importantes méritos que concurren en este evento: entre el 16 y el 21 de agosto de 2011, la juventud, la solidaridad y la convivencia pacífica que han inundado las calles de Madrid y del resto de España han devuelto la esperanza y el optimismo ante el futuro a la todos los estamentos de la sociedad. No sólo en nuestro país, sino en el mundo entero –una audiencia potencial de 600 millones de espectadores en los cinco continentes–, la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 ha sido el símbolo de convivencia y encuentro entre más de un millón de jóvenes de 193 países. Ante la crisis de valores que afecta a Occidente, y que ha aflorado en los últimos años en forma de crisis económica, este testimonio representa un importante modelo de referencia o ejemplo, a nivel global, para los jóvenes –creyentes y no creyentes- de un gran número de países en todas las regiones del mundo.
Finalmente, quiero dejar constancia de que el calado social y la organización de la JMJ Madrid 2011, en la que han trabajado de la mano los poderes legislativos, económicos, civiles y eclesiales, además de 30.000 voluntarios españoles y extranjeros, al proyectarse internacionalmente, se erige en un verdadero ejemplo que bien merecería el reconocimiento de ese prestigiosísimo galardón, cuya concesión serviría de acicate para redoblar esfuerzos y dar un mensaje de esperanza al mundo entero.
Atentamente,
Nombre
Cargo
DNI»
La carta debe remitirse a la dirección de correo direccionejecutiva@jmj2011madrid.com.
Lo que no entiendo son las prisas para remitir las cartas antes del 29 de agosto habiéndose dado la noticia este mismo fin de semana.
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Más libros… o no

Lo digo para que, si alguien se perdió los primeros números, aún llegue a los últimos, pues supongo que, siendo los cienes y cienes que son, todavía deberá de estar vigente la colección.
Eso sí, estaba publicada por Planeta, esa editorial catalana a la que aún César Vidal no ha encontrado tiempo para darle la independencia.
Créditos:
Imagen del anuncio publicado en El Mundo el 28 de agosto de 2011.
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viernes, 26 de agosto de 2011
Cuatro por cuatro, apenas nada
“A las doce y cuarenta y siete, el caballero se levantó de la mesa y se dirigió hacia el gran salón, una pieza suntuosa ornamentada con cuadros lujosamente enmarcados. Allí un criado le entregó el Times sin cortar, y Phileas Fogg se entregó a un laborioso despliegue con una destreza que denotaba una gran experiencia en la difícil operación. La lectura de aquel periódico entretuvo a Phileas Fogg justo hasta las tres y cuarenta y cinco, y la del Standard -que le sucedió- duró hasta la cena. Esta comida se efectuó en las mismas condiciones que el almuerzo, salvo la adición de una royal british sauce. A las seis menos veinte el caballero reapareció en el gran salón y se absorbió en la lectura del Morning Chronicle.”
“Mi amigo, que es del PP, está sonriente, relajado y feliz. Así que antes de que se vaya le he disparado la pregunta a bote pronto.
- Oya, ¿tú sabes algo de Rajoy?
- No. O sea, sí: está de vacaciones, como casi todo el mundo. En su tierra, creo. ¿Va a ir a Navarra, no?
- Sí, y ha hecho una aparición fugaz, como forzosa, en Pontevedra. ¿Pero tú crees que un candidato puede andar de vacaciones, tal como anda el patio?
- ¿Y por qué no? Total, algunos piensan que estamos todo el año de holganza, y hemos ganado las municipales. Además, ya está el Gobierno para buscarse solo los problemas. (…) ¿No se nos ataca por crispar? Pues a ver si este verano estamos crispando algo; lo que queda claro es que no somos nosotros los crrispadores. (…)
- Hombre, pero una cosa es no crispar y otra desaparecer del mapa.
- (…) Si te mueves lo justo, si no apareces más que los estrictamente necesario, la incompetencia del que manda resalta más y a ti no te salpica. (…) El problema de Mariano es que hay mucha gente que se ha dejado convencer por la intoxicación de que es un negativista…
- Pero yo lo que percibo en la derecha social es cierta perplejidad por su absentismo.
- Ahora es prioritario no quemarse. Que se quemen ellos, que son los que tienen la responsabilidad de gobernar, y no pueden con ella.
- Eso equivale casi a renunciar las elecciones y esperar que Zapatero las pierda…
- Es que puede suceder. De hecho, es lo más probable, y en esa tesitura conviene no cometer errores. Ni ahora, ni a partir de septiembre. El principal sería movilizar a la izquierda.
- O sea que vais de perfil bajo.
- De perfil, diría yo. Ya sabes que Mariano tiene esa forma peculiar de entender el liderazgo…”
“Movido por este tentador propósito, [Sam] empezó a dirigirse a la cantina, donde obtuvo su cerveza y se hizo, además, con un periódico de cuatro fechas atrás, luego se llegó al patio, escogió un banco soleado y tranquilo, y se dispuso a disfrutar de aquellos pequeños y tan apreciables tesoros.
Bebió ante todo un refrescante trago de cerveza, cayendo sus ojos, al levantar el vaso, sobre la figura de una joven que estaba pelando patatas apoyada en el alféizar de una ventana; consideró descortés dejar de guiñarle amistosamente un ojo, tras lo cual dispuso el plegado del periódico de forma que le quedara bien a la vista la sección política, operación que se reveló un tanto complicada con el viento contrario que le embestía. El esfuerzo requirió otro trago de cerveza, motivo de un nuevo guiño a la laboriosa moza.”
Phileas Fogg dedicaba cerca de tres horas (y eso que sabía inglés) a la lectura, completa, se supone, del Times, del día, “sin cortar”; mientras, Sam consigue un ejemplar de un periódico cuyo nombre no nos ha trascendido, aunque con un retraso de cuatro días, dedicando su atención a la sección de política. En ambos caso, resulta trabajoso conseguir desplegar adecuadamente el periódico para poder leerlo.
Como puede verse, Sam considera de mayor importancia conocer, aun cuando sea con un retraso de cuatro días, las noticias de política en la Inglaterra del primer tercio del siglo XIX.
El párrafo transcrito en medio, es un extracto de la columna de Ignacio Camacho publicada en ABC el pasado 16 de agosto… de 2007.
Como también puede verse, salvo pequeños detalles circunstanciales, la diferencia entre leer un periódico español de hace cuatro días, o de hace cuatro años, tampoco son tantas.
La duda es cuántas diferencias habrá entre los periódicos de marzo de 2008 y los de noviembre de 2011. Y eso, confiando en que las haya. Y que aún nos resulte posible leer los periódicos.
Créditos
Extracto del Capítulo III de La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, según traducción de Javier Torrente Malvido, en edición de Anaya de octubre de 2005 (pp. 20-22).
Extracto del capítulo XLV, de la obra de Charles Dickens Los papeles póstumos del Club Pickwick, según traducción de A. Ferrer, en edición de diciembre de 1973 de Editorial Bruguera, como número 119 de su colección Libro Clásico (pp. 710-711).
“Mi amigo, que es del PP, está sonriente, relajado y feliz. Así que antes de que se vaya le he disparado la pregunta a bote pronto.
- Oya, ¿tú sabes algo de Rajoy?
- No. O sea, sí: está de vacaciones, como casi todo el mundo. En su tierra, creo. ¿Va a ir a Navarra, no?
- Sí, y ha hecho una aparición fugaz, como forzosa, en Pontevedra. ¿Pero tú crees que un candidato puede andar de vacaciones, tal como anda el patio?
- ¿Y por qué no? Total, algunos piensan que estamos todo el año de holganza, y hemos ganado las municipales. Además, ya está el Gobierno para buscarse solo los problemas. (…) ¿No se nos ataca por crispar? Pues a ver si este verano estamos crispando algo; lo que queda claro es que no somos nosotros los crrispadores. (…)
- Hombre, pero una cosa es no crispar y otra desaparecer del mapa.
- (…) Si te mueves lo justo, si no apareces más que los estrictamente necesario, la incompetencia del que manda resalta más y a ti no te salpica. (…) El problema de Mariano es que hay mucha gente que se ha dejado convencer por la intoxicación de que es un negativista…
- Pero yo lo que percibo en la derecha social es cierta perplejidad por su absentismo.
- Ahora es prioritario no quemarse. Que se quemen ellos, que son los que tienen la responsabilidad de gobernar, y no pueden con ella.
- Eso equivale casi a renunciar las elecciones y esperar que Zapatero las pierda…
- Es que puede suceder. De hecho, es lo más probable, y en esa tesitura conviene no cometer errores. Ni ahora, ni a partir de septiembre. El principal sería movilizar a la izquierda.
- O sea que vais de perfil bajo.
- De perfil, diría yo. Ya sabes que Mariano tiene esa forma peculiar de entender el liderazgo…”
“Movido por este tentador propósito, [Sam] empezó a dirigirse a la cantina, donde obtuvo su cerveza y se hizo, además, con un periódico de cuatro fechas atrás, luego se llegó al patio, escogió un banco soleado y tranquilo, y se dispuso a disfrutar de aquellos pequeños y tan apreciables tesoros.
Bebió ante todo un refrescante trago de cerveza, cayendo sus ojos, al levantar el vaso, sobre la figura de una joven que estaba pelando patatas apoyada en el alféizar de una ventana; consideró descortés dejar de guiñarle amistosamente un ojo, tras lo cual dispuso el plegado del periódico de forma que le quedara bien a la vista la sección política, operación que se reveló un tanto complicada con el viento contrario que le embestía. El esfuerzo requirió otro trago de cerveza, motivo de un nuevo guiño a la laboriosa moza.”
Phileas Fogg dedicaba cerca de tres horas (y eso que sabía inglés) a la lectura, completa, se supone, del Times, del día, “sin cortar”; mientras, Sam consigue un ejemplar de un periódico cuyo nombre no nos ha trascendido, aunque con un retraso de cuatro días, dedicando su atención a la sección de política. En ambos caso, resulta trabajoso conseguir desplegar adecuadamente el periódico para poder leerlo.
Como puede verse, Sam considera de mayor importancia conocer, aun cuando sea con un retraso de cuatro días, las noticias de política en la Inglaterra del primer tercio del siglo XIX.
El párrafo transcrito en medio, es un extracto de la columna de Ignacio Camacho publicada en ABC el pasado 16 de agosto… de 2007.
Como también puede verse, salvo pequeños detalles circunstanciales, la diferencia entre leer un periódico español de hace cuatro días, o de hace cuatro años, tampoco son tantas.
La duda es cuántas diferencias habrá entre los periódicos de marzo de 2008 y los de noviembre de 2011. Y eso, confiando en que las haya. Y que aún nos resulte posible leer los periódicos.
Créditos
Extracto del Capítulo III de La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, según traducción de Javier Torrente Malvido, en edición de Anaya de octubre de 2005 (pp. 20-22).
Extracto del capítulo XLV, de la obra de Charles Dickens Los papeles póstumos del Club Pickwick, según traducción de A. Ferrer, en edición de diciembre de 1973 de Editorial Bruguera, como número 119 de su colección Libro Clásico (pp. 710-711).
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jueves, 25 de agosto de 2011
Coleccionando historia… al vuelo
Hace unos catorce meses, contestanto a una pregunta suya, anticipé a S.Cid que publicaría una anotación sobre cierto tema. Pues bien, ya ha llegado el día.
El origen de todo estaba en las trazas de color rojo que asoman por la derecha de la fotografía con que ilustro mi perfil en este diario: en efecto, se trata de los extremos de las alas derechas del Fokker Dr. I Dreidecker, lógicamente en su versión de juguete, modelo de avión conocido, únicamente, por ser el que pilotaba, al final de su vida, Manfred von Richthofen, más conocido como el Barón Rojo por el color con que identificaba su avión.
Este avioncito, así como el otro que aparece en la foto, y dos más, es decir, una escuadrilla de cuatro aparatos, forma parte de una colección de quiosco de aviones históricos. Creo recordar que acompañaba al aparato un fascículo (obviamente no se trataba de su manual de instrucciones), aunque ahora no sé por qué rincón de la casa se encontrarán.
Naturalmente, el primero que salió a la venta fue el Fokker Dr. I para excitar el celo coleccionista de la gente, cosa que, parcialmente, se consiguió en mi caso. Otro que conseguí fue el Autogiro de La Cierva, y de los otros dos ahora no recuerdo el fabricante.
El caso es que me iba a plantar en cuanto saliera el Plus Ultra, y sucedió algo parecido, pero al revés: fué él quien me dio plantón. Al quiosco dejaron de llegarle nuevos ejemplares de la colección.
Al poco, sabiendo cómo se las gastan en estas colecciones, llamé al teléfono de la editorial para preguntar. Y me contestaron, muy amablemente, y muy extrañados, que se trataba de una colección de hacía unos años que ya no se distribuía, por lo que no entendían cómo habían llegado esos ejemplares al quiosco.
Les dije que el quiosco no era ‘cualquiera’ sino el de uno de los centros de El Corte Inglés, aquí en Valencia, con lo que su extrañeza aumentó, si bien ello no supuso ningún incremento en la nula esperanza que me había dado acerca de conseguir el Plus Ultra. De este modo, devolví la razón a Hércules, y repuse el Non en el lema.
Y hasta aquí la anécdota. Tal vez fuera mejor así, porque uno empieza con una pieza de una colección, sigue con otra, y al final uno ya no sabe cómo acaba: si como algunos lectores de Libertad Digital, o si como cierto personaje de una novela.
¡Ah, que no se me olvide! Ya han empezado a llegar las nuevas colecciones de quiosco de esta temporada: aparte de libros (hay una de policíacos), hay, de momento, de abanicos (cara al invierno, claro), y la maqueta de un Citroën 2CV Charleston.
Créditos:
Fotografía de la maqueta de un Fokker Dr. I en el aeropuerto de Tegel, Berlín, en enero de 2010, del autor.
Fotografía de los aviones históricos de colección que tengo.
Este avioncito, así como el otro que aparece en la foto, y dos más, es decir, una escuadrilla de cuatro aparatos, forma parte de una colección de quiosco de aviones históricos. Creo recordar que acompañaba al aparato un fascículo (obviamente no se trataba de su manual de instrucciones), aunque ahora no sé por qué rincón de la casa se encontrarán.
El caso es que me iba a plantar en cuanto saliera el Plus Ultra, y sucedió algo parecido, pero al revés: fué él quien me dio plantón. Al quiosco dejaron de llegarle nuevos ejemplares de la colección.
Al poco, sabiendo cómo se las gastan en estas colecciones, llamé al teléfono de la editorial para preguntar. Y me contestaron, muy amablemente, y muy extrañados, que se trataba de una colección de hacía unos años que ya no se distribuía, por lo que no entendían cómo habían llegado esos ejemplares al quiosco.
Les dije que el quiosco no era ‘cualquiera’ sino el de uno de los centros de El Corte Inglés, aquí en Valencia, con lo que su extrañeza aumentó, si bien ello no supuso ningún incremento en la nula esperanza que me había dado acerca de conseguir el Plus Ultra. De este modo, devolví la razón a Hércules, y repuse el Non en el lema.
Y hasta aquí la anécdota. Tal vez fuera mejor así, porque uno empieza con una pieza de una colección, sigue con otra, y al final uno ya no sabe cómo acaba: si como algunos lectores de Libertad Digital, o si como cierto personaje de una novela.
¡Ah, que no se me olvide! Ya han empezado a llegar las nuevas colecciones de quiosco de esta temporada: aparte de libros (hay una de policíacos), hay, de momento, de abanicos (cara al invierno, claro), y la maqueta de un Citroën 2CV Charleston.
Créditos:
Fotografía de la maqueta de un Fokker Dr. I en el aeropuerto de Tegel, Berlín, en enero de 2010, del autor.
Fotografía de los aviones históricos de colección que tengo.
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Manfred von Richthofen
κίνηματος: Ritter in the sky
El estallido de la Gran Guerra, luego I Guerra Mundial, paradójicamente, introdujo, al inicio, además de la ilusión de que sería breve, la esperanza, incluso el convencimiento de que sería la última, ‘la guerra que acabaría con todas las guerras’. Y así lo expresa uno de los protagonistas:
“- ¿Cómo diablos has llegado aquí? Creí que estabas en la escuela…
- Estaba. Hasta que uno de mis profesores dijo que ésta sería la última.
- ¿La última qué?
- La última guerra, por supuesto. Comprenderás que tenía que venir. Creo que seremos los últimos soldados; los que vengan después, nos envidiarán.”
Sin embargo, como bien (o mejor dicho, mal) sabemos, no fue así. En cambio, sí fue la última en la que aún encontró, mínimamente al menos, su sitio algo curioso de ver en una guerra: la caballerosidad.
“- ¿Qué quiere decir eso de pintarlos? ¿Como se puede esconder un avión? ¿Está Usted loco?
- Yo no, Capitán. Me dieron esta orden. Dice «¡Píntelos!». Mire.
- ¿Se escondería un hombre de sus enemigos?
- Eso depende, mi Capitán.
- ¿Se escondería un caballero de sus enemigos?
- No, capitán, No lo haría.”
“- Von Richthofen, empezó Usted la guerra como oficial de Caballería, ¿verdad?
- Sí.
- ¿Qué siente ahora, al volar, al combatir en el aire?
- Simplemente, que he cambiado el caballo por un avión.
- Comprendo. Entonces, ¿el volar es sólo un medio para un fin?
- De manera que disfruta con ello.
- ¿Qué puedo decirle? La guerra es el padre de las naciones, las hace esclavas o las hace libres. La victoria trae consigo el clímax, la culminación.
- Pero, ¿y el peligro? Cada día, cada minuto que pasa en el aire.
- Nunca pienso en él. No me preocupa. Siempre está ahí. Cuando uno caza piensa sólo en lo que está cazando, ¿no cree?”
Y así son las recomendaciones que Boelcke, el Jefe de la Escuadrilla da a von Richthofen a poco de incorporarse:
La identificabilidad del piloto permitía, ante el enemigo, que éste te reconociera, y si eras un as de la aviación, te temiera, facilitando, incluso causándole, un error. El aspecto ‘caballeroso’ es la otra acepciónde la palabra: el reconocimiento.
- Por Von Richthofen.”
Este momento de la película permite introducir al elemento, al actor, extraño, un recién llegado que se niega a brindar, lo que le es recriminado:
“Creemos, Teniente Brown, que los hombres pueden ser enemigos sin convertirse en bestias. Los que sobrevivan a este conflicto todavía tendrán necesidad de las tradiciones que separan a los caballeros de los salvajes.”
A lo que el Teniente Brown, el extraño, responde:
“Guardaré mi vino para el próximo camarada que ese caballero alemán mate en el aire.”
Nada más incorporarse a la escuadrilla, el Teniente Brown conoce a Hawker,uno de los ases británicos:
“- Oiga, ¿ésa es la Cruz de la Victoria, verdad?
- Sí, lo es.
- Es difícil conseguirla. Creía que todos los que la habían conseguido estaban…
- ¡…muertos!
- Sí.”
Sí: el vino que había reservado Brown resulta brindado, precisamente, en honor de Hawker.
“- ¿Crees que la próxima generación le envidiará?
- No había necesidad de hacer eso. Ya no podía hacerles ningún daño.
- Claro que podía. Si hubiera salido con vida, podría haber estado volando mañana.”
Lo que queda ratificado por el siguiente diálogo entre Brown y su Coronel Jefe de Escuadrilla:
“- No importa, permaneceré alejados de ellos mientras sigan brindando por von Richthofen y su banda.
- Dudo mucho que vuelvan a brindar por los alemanes. Estará Usted satisfecho…
- No busco satisfacción, señor.
- Lanoe Hawker y yo creíamos en las mismas cosas. Pertenecíamos a ese otro mundo que para Usted no significa nada. Ahora me pregunto quién nos ayudará.
- Hombres, no caballeros. Los Thompson, los Murphy, los May, los Brown,… Tiene que ser así, señor. No hay otro camino.
- Creo que por eso le desprecio un poco, señor Brown.
- ¿Por qué, señor?
- Porque desgraciadamente me veo obligado a darle la razón.”
Y empiezan a cambiar algunos comportamientos en el campo inglés:
“- Me gustaría saber lo que están pensando.
- Es un plan fantástico, señor.
- Alrededor de las seis de la tarde, señor.
- Hacia la hora de cenar, supongo.
- Sí, señor. Más o menos. Poco después del té.
- ¿Qué le parece, señor?
- Debo pensarlo, caballeros. Me pregunto a dónde puede conducir eso.”
El ataque al aeródromo alemán conduce a lo único que podía conducr:
“-¿Está herido?
- No lo sé… Dios mío, mire mi pierna… ¡Es como si me mordiera una fiera!
- Esto es el infierno. Han destrozado todos los aviones, ninguno ha podido despegar. Es igual que en las trincheras.
- Ellos han traído… las trincheras hasta nosotros.”
Y aunque algunos muestren indignados sus escrúpulos,…
“- Teniente, ¿tiene idea del número de aviones destruidos?
- Entre quince y veinte, todos los que estaban en el campo.
- ¿Bajas de personal?
- ¿Cómo dice?
- Han destruido el arsenal y el comedor de los oficiales. ¿Algunas instalaciones más?
- ¡Eh! Tú ametrallaste el barracón grande.
- Le di dos pasadas. Creo que era el barracón de oficiales.
- No,… Debía de ser el hospital.
- ¡¿Pero es posible que mis pilotos hayan ametrallado un hospital?!
- ¿Vio el distintivo de la Cruz Roja frente al barracón, o pintado en el tejado del mismo?
- Había… tanto humo, que no podía ver… nada.
- Entonces no era un hospital,… ¿verdad?
- Un momento, Mayor. ¿La colocación de un distintivo señala un hospital?
- La Convención de La Haya aclara que la ausencia de tales distintivos…
- La presencia de heridos, médicos y enfermeras, ¿tendría que ver con su… clasificación?
- Esencialmente, no. Coronel, temo que la caballerosidad del aire ha terminado. Pronto recibirá órdenes detalladas de ataques aéreos para destruir determinadas instalaciones y aniquilar determinado personal, incluidos los médicos.
- ¿Se han dejado algunos límites, Mayor?
- Nosotros no iniciamos este ‘acabar con las normas’. Tenemos que ponernos a su nivel. No hay otra alternativa, Coronel.”
… esa guerra ya no es lo que era:
“- Creo que le das demasiadas vueltas. Después de todo, no hablamos de filosofía. La guerra es… un problema de física aplicada, ¿no es eso?
- Sí, un problema de física.”
“- ¡Dios, Dios mío! Creía que los habíamos barrido.
- No, cometimos un error, una equivocación de cálculo, como en física.”
Y también hay problemas en el bando alemán, consecuencia del cambio en esa guerra, mostrado en la disputa dramatizada entre von Richthofen y Goering:
“- ¡Goering, Teniente Goering!
- ¿Señor?
- Abandonó la formación sobre el aérodromo británico. Se le vio ametrallar a personal sanitario.
- Creo que cumplí con mi deber, mi Capitán. En mi opinión…
- No me interesa su opinión.
- Yo no hago como Usted, que se dedica a coleccionar trofeos de plata mientras perdemos la guerra. ¡A ver, dígame! ¿Qué sentido tiene conceder tregua al enemigo? Mañana volverán a atacarnos. Si yo tuviera el mando, los machacaría, los aniquilaría, les lanzaría gases…
- Los soldados están perdiendo. Yo hago la guerra para ganar. No importa cómo.
- Se puede llegar a eso… pero no empezará en mi escuadrilla. ¡Apártese de mi vista! … Y Goering
- ¿Señor?
- Vuelva a hacer algo como lo que ha hecho hoy, y no tendrá que pensar más en el mando, porque iré a ver al emperador ¡para que lo fusilen!”
Naturalmente, en la película se nos muestra el origen del apodo de von Richthofen. Una vez que ha quedado, como hemos visto, que un caballero no se esconde:
“- Id a Mayordomía y traed toda la pintura que podáis encontrar. Y muchas brochas.
- ¿Qué colores?
- Todos los del arco iris.”
Aunque siempre hay quien no lo ve claro, y, peor que un arresto, es el destino en las trincheras:
“Van a enviarnos a todos a Infantería. Me tendrán asando ratas en el Somme.”
Pero los pilotos no tienen temores, aunque sí una duda:
- Bien. ¿De qué color pintamos el mío?
.
.
.
¿Qué te parece?
- Ha quedado estupendo. Pero… te verán a treinta kilómetros de distancia.”
Y, exigiendo incluso al Emperador, son bautizados:
- Han cumplido la orden al pie de la letra. Dios sabe que están policromados. Y sea cual sea su tipo, todos quedan igual de… extraños.
- Pero esto es disparatado. Todo el mundo en la aviación sabe que utilizamos rombos marrón y gris para el camuflaje.
- Espero que lo comprenda, Coronel. Somos águilas alemanas, no gorriones ingleses. El Emperador puede enviarnos a la muerte,… pero nadie tiene derecho a ordenar que nos escondamos.
- Caballeros, naturalmente yo… yo apruebo sus sentimientos. Pero esta exhibición es… es fantástica, es…
- Es un circo, Coronel. Un circo volante.”
“- ¡Es el Barón von Richthofen!
- Nos ha costado a Reiner y Powell.”
El final de la convalecencia lo pasa en su casa paterna. Habla con su madre como su hijo:
“- Dios mío, ¿Cómo es posible? ¿Cómo puedes acordarte?
- ¿Pero qué te interesa a ti, madre? ¿Qué te preocupa, realmente?
- Mis hijos.”
Y con su padre, como su heredero, más familiar que político-económico:
“- ¿Te sientes mejor, hijo?
- Lo suficiente como para volver.
- Bien, muy bien. Nos queda mucho por hacer: terminar esta guerra…
- Lo estoy deseando, padre.
- Cuando esto haya terminado, tendremos que poner las cosas en orden. El ejército se ocupará en acabar con la chusma socialista.
- ¿Eso es ordenar las cosas, padre? ¿De veras lo crees?
- Obreros revolucionarios, partidos de trabajadores, campesinos que pretenden hacer política,… Las cosas serán diferentes cuando la guerra haya terminado.
- Eso sí es seguro, padre.
(…)
- Anoche estuve leyendo la historia de Federico el Grande y su hijo Manfred, un caballero auténtico.
- Un gran héroe.
- Tú llevas su nombre, hijo.
- Pero quizá él pudo disfrutar del sol.
- En Italia luchó con enemigos muy superiores.
- Murió y fue enterrado en el campo de batalla.
- Para vivir para siempre.
- Para ser desenterrado por sus enemigos que dejaron sus huesos blanquearse al sol en la orilla del río.
- El pueblo alemán no olvida nada.
- Excepto el nombre de su caballo favorito, y la ciudad donde vivía su amante.
(…)
- No había tiempo.
- ¿Cuánto tiempo necesita un hombre para…?
- ¿Conocerse a sï mismo? No tanto como para amar.
- Desde luego. Me gustaría saber lo que nos reserva el destino.
- Creo que en realidad, eso te importa poco, padre.
- Después de la guerra pondremos las cosas en orden. Todo volverá a ser… como era antes.”
Sin embargo, como hemos dicho, esa guerra ya no sería como antes. Por un lado, siempre está presente el factor suerte (como que el desgarro de la tela del avión aguante o no):
“- Por cierto, Richthofen, ¿cuál es la velocidad de descenso de su avión?
- No lo sé, señor
- ¿Y cuál la resistencia del material de las alas de su avión?
- No lo sé, señor.
O en la aplicación de las tácticas de la caza, como reconoce Hawker:
“- El número 10, averiado. Los alemanes han perdido dos; los nuestros regresan todos.
- Bien, bien. ¿No eran superiores en número?
- Sí lo eran, pero hoy la suerte estuvo de nuestro lado.”
Y en ese ambiente, el fatalismo va haciendo mella poco a poco, sea alemán:
- Eh, sí, señor.
- ¿Logró encontrar a su presa?
- Todo lo que ha quedado de él.
- ¿Quiere tener un recuerdo de su primer muerto?
- Sí, quiero tenerlo de todos. Para eso es la victoria, ¿no?
- He de admitir que no sé… para qué es la victoria, Richthofen. En cuanto a recordar a los hombres que ha matado, no tiene que preocuparse por eso.”
- Todos somos el siguiente, Lothar.”
o británico:
“- ¿Suerte o puntería? Ni un fallo.
- Suerte. No me acosaba ningún enemigo. En el aire ya no es lo mismo. Ya puedes empezar a practicar.
- Dios mío, ¿cuánto durará esto?
- El tiempo que tarden en matarnos.”
“- Teniente Brown. Los lectores del Toronto Star desean saber algo sobre el nuevo as canadiense.
- Hay poco que contar. Sólo soy un técnico: cambio las cosas.
- ¿Cambia las cosas?
- Voy detrás de un avión que pilota un hombre,… y los cambio en una ruina y un cadáver.
- ¡Ah! ¿Le gusta Francia?
- Sí, es un hermoso país. Muchos de mis amigos se quedarán en él después de la guerra.
- ¿Qué tipo de mujeres le gustan, Teniente?
- Con brazos y piernas.
- Los alemanes son peligrosos, y sus aviones también lo son. Matan tantos alemanes como nosotros. Igual que los nuestros.
- Pero ahora que superamos a los alemanes en número, ¿vamos a ganar, no?
- ¿Cómo quiere Usted que lo sepa? Salgo por la mañana e intento permanecer vivo hasta que se me acaba el combustible. Un día al volver, me dicen que soy un as.
- ¿Derribó Usted ocho aviones alemanes?
- ¿Ocho? Yo creía que habían sido cien. Voy derribándolos pero vuelven a estar allí arriba por la mañana. Una mañana cualquiera…
- Una mañana cualquiera… todo habrá terminado.
- ¿Y cómo terminará? Aún quedamos algunos. Ellos no lo terminarán mientras uno de nosotros quede con vida.”
“- ¡Ánimo, amigo! Esto ya está casi terminado. Antes de que llegue el otoño…
- Nunca terminará. Cambiarán el sistema de medir el tiempo: AC significará Antes del Combate; DC, Después del Combate.
- ¡Oh! No te atormentes. No nos matarán a todos.
- Eso no importa. Estamos ya muertos.”
No sólo las personas en la guerra, también las naciones y sus relaciones estaban cambiando:
“- ¡Eh, muchachos! ¡Ahí están los yanquis!
- ¡Mírenlos, ya no podemos perder!
- ¿Qué quiere decir?
- ¡Piezas de recambio para los aviones! ¡Cien millones de piezas! Aplastaremos a los malditos boches.”
Especialmente, en Alemania, todavía durante la guerra:
“- Evidentemente, la escuadrilla necesita un nuevo jefe. (…)
- Para ser sinceros, señor, prefiero a Goering… me gusta su manera de pensar, pero no creo que sirva,… no es popular entre sus compañeros; además, está demasiado metido en política, es un hombre para Berlín.”
y más acentuadamente, hacia el final de la misma:
“- Von Richthofen, hemos venido para hablar con Usted sobre el futuro, el de Alemania y el suyo. La situación, según el Servicio de Información, es sombría. Coronel Trackl, su informe.
- Dentro de seis meses dará comienzo una ofensiva general aliada, reforzada por varias divisiones americanas. Es evidente que será una ofensiva final. En la primera fase, nos rechazarán hasta el Rin; y en la segunda, seremos invadidos.
- Espero que comprenderá, von Richthofen, por qué le apartamos del servicio activo.
- ¿Quiere decir que la escuadrilla va a ser disuelta?
- ¿Van a apartarme del servicio activo a mí solo?
- Comprenda que tenemos nuestras razones para hacerlo. Tenemos que trazar planes para el futuro.
- Debemos organizarnos ahora. Así, la próxima vez, los judíos, los comunistas y los traficantes no podrán apuñalarnos por la espalda.
- Si acepta, podría Usted ser jefe de los pilotos de pruebas de mi compañia. Proyectaríamos aparatos susceptibles de modificación para uso militar. Los perfeccionaríamos constantemente, ¿comprende?
- Bien, von Richthofen, ¿qué dice Usted?
- Digo que están Ustedes locos.
- Recapacite, Richthofen. Vamos a perder esta guerra, pero nadie de los de arriba está dispuesto a admitirlo. Si ha de haber una Alemania futura alguien debe prepararla.
- Me importa un rábano sus futuros planes y su próxima guerra.
- Capitán, le estamos hablando como a un igual.
- No soy su igual. Soy un soldado. Tengo treinta hombres luchando por sus vidas. No pienso abandonarlos.
- Yo le hice subir. Yo le convertí en el mejor piloto de la nación. Ahora sólo espero que el enemigo le despedace.
- No tiene que preocuparse, General. Lo hará.”
Y lo hizo.
“Por la escuadrilla de Richthofen,… y por su nuevo Comandante.”
Es decir, Hermann Goering.

Carátula, fotogramas y extractos de los diálogos de la película El Barón Rojo, producción de 1971, dirigida por Roger Corman, según guión de Joyce Hooper Corrington y John William Corrington (“essentially fictionalised”), y protagonizada en su principales papeles por John Phillip Law (Manfred von Richthofen) y Don Stroud (Roy Brown).
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miércoles, 24 de agosto de 2011
Visto al pasar: Nadie entre que no sepa… ¿educación?
Poco después de encontrarme con la mesa “con tornillos”, pasé por delante del Instituto de Enseñanza Secundaria Barrio del Carmen, en la esquina de las calles Beneficiencia y Na Jordana.
Me percaté de la pintada que había en uno de los cristales de la entrada, cuya fotografía, con permiso de los lectores, dispongo al lado.
El problema no es sólo que haya un descerebrado que se crea muy ocurrente e innovador escribiendo lo que se ha visto; el problema es que estoy convencido de que por parte del centro no se le habrá dado (o dará) mayor importancia. Y si la borran, será porque harán limpieza general para el inicio del curso, pero no por otra cosa, tales como la decencia, los principios, la autoridad, el ejemplo, la educación, y similares fruslerías.
Créditos:
Fotografía de la pintada en cuestión, el 21 de agosto de 2011, del autor.
El problema no es sólo que haya un descerebrado que se crea muy ocurrente e innovador escribiendo lo que se ha visto; el problema es que estoy convencido de que por parte del centro no se le habrá dado (o dará) mayor importancia. Y si la borran, será porque harán limpieza general para el inicio del curso, pero no por otra cosa, tales como la decencia, los principios, la autoridad, el ejemplo, la educación, y similares fruslerías.
Créditos:
Fotografía de la pintada en cuestión, el 21 de agosto de 2011, del autor.
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Leyendo películas: Cuestión de cambiar de ritmo
“Hoy, 22 de enero [de 1933], los nazis hicieron una manifestación en la Büllowplatz, ante la casa de Kart Liebknecht. En el curso de la semana pasada, los comunistas habían intentado que la manifestación se prohibiese: alegaban que no pasaba de ser una provocación; y, por supuesto, tenían razón. Fui a presenciarlo todo en compañía de Frank, corresponsal de prensa.
Como Frank mismo dijo posteriormente, no era una manifestación nazi en absoluto, sino una manifestación de la policía: había por lo menos dos policías por cada nazi presente. Quizá el general Schleicher permitió que se celebrara el desfile únicamente para demostrar quiénes son los auténticos amos de Berlín. Todo el mundo dice que va a proclamar una dictadura militar.
Pero los verdaderos amos de Berlín no son la policía ni el ejército, ni tampoco los nazis, ciertamente. Los dueños de la ciudad son los trabajadores. A pesar de toda la propaganda que he oído y leído y de todas las manifestaciones a que he asistido hasta hoy no me he percatado de este hecho. Entre los cientos de personas que rodeaban la Büllowplatz, pocas podían haber sido comunistas organizados, y sin embargo daba la impresión de que cada individuo estaba unido con los otros en contra de la marcha. Alguien empezó a cantar la «Internacional», y un instante después todos la entonaban, incluso las mujeres con bebés que se habían asomado a las ventanas de los pisos más altos. Los nazis pasaron por delante, desfilando tan aprisa como saben hacerlo, entre una doble hilera de protección. La mayoría no apartaba los ojos del suelo o miraba perdidamente al frente; unos cuantos ensayaban sonrisas forzadas, muecas furtivas. Cuando la procesión hubo pasado, un viejecillo gordo de las SA, que por una u otra razón se había rezagado, recorrió jadeante la doble hilera, muerto de miedo por haberse quedado solo y tratando en vano de alcanzar al resto. La muchedumbre entera se rio de él.”
Con música de John Kander, canciones de Fred Ebb, y libreto de Joe Masteroff, se estrenaba en Broadway, en la temporada de 1966, el musical Cabaret, cuyo éxito (más de 1.100 representaciones, varios e importantes premios Tony, y un Grammy para su grabación en disco) culminó en 1972 adaptado por Jay Allen en forma de película bajo la dirección de Bob Fosse. Tanto ésta como aquél tienen su inspiración y referencia en la obra de Christopher Isherwood Adiós a Berlín.
Hace casi tres años traje a estas páginas una anotación en la que comentaba una escena de la película Cabaret: un joven muchacho inicia un himno de estilo patriótico en la terraza de albergue rural, ante una amplia y variada clientela. El muchacho, integrante de las juventudes del Partido Obrero Nacional Socialista, consigue que práctica totalidad de la clientela se incorpore al fervor patriótico (y político) de la canción.
Como puede verse, la coincidencia entre la obra literaria y la musical y cinematográfica no puede decirse que sea exacta.
“Sólo ha transcurrido una semana desde que escribí lo que antecede. Schleicher ha dimitido. Los monóculos hicieron lo que debían. Hitler ha formado un gabinete con Hugenberg. Nadie cree que pueda durar hasta la primavera.”
“Mañana me voy a Inglaterra. Volveré dentro de unas semanas, pero solamente para recoger mis cosas antes de abandonar Berlín definitivamente.
La pobre Fräulein Schroeder está inconsolable.
- Nunca volveré a encontrar un caballero como usted, Herr Issyvoo… Siempre tan puntual con el alquiler… No acierto a comprender lo que le impulsa a marcharse de Berlín así, tan de repente…
No serviría de nada explicárselo o hablar de política. Ya se está adaptando a mi partida del mismo modo que se adaptará a todo nuevo régimen. Incluso esta mañana la he oído hablar del «Führer» reverentemente con la mujer del portero. Si alguien le recordara que en las pasadas elecciones de noviembre votó a los comunistas, probablemente lo negaría ardientemente y con la mayor buena fe. Se limita a aclimatarse, de acuerdo con una ley natural, como un animal que cambia de piel en invierno. Miles de personas como Fräulein Schroeder se están asimismo aclimatando. Después de todo, sea el que sea el gobierno que detente el poder, están condenados a vivir en esta ciudad.
Hoy brilla un sol resplandeciente; el tiempo es benigno y cálido. Salgo sin abrigo ni sombrero a dar mi último paseo matutino. El sol brilla y Hitler es el dueño de la ciudad.”
Exacta no, pero era cuestión de esperar unos meses.
Créditos:
Extractos del capítulo Un diario de Berlín (Invierno de 1932-33), último de Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood, según la traducción de Jaime Zulaika, publicada por Argos-Vergara en 1981 (pp. 216-217,218 y 221-222).
Como Frank mismo dijo posteriormente, no era una manifestación nazi en absoluto, sino una manifestación de la policía: había por lo menos dos policías por cada nazi presente. Quizá el general Schleicher permitió que se celebrara el desfile únicamente para demostrar quiénes son los auténticos amos de Berlín. Todo el mundo dice que va a proclamar una dictadura militar.
Pero los verdaderos amos de Berlín no son la policía ni el ejército, ni tampoco los nazis, ciertamente. Los dueños de la ciudad son los trabajadores. A pesar de toda la propaganda que he oído y leído y de todas las manifestaciones a que he asistido hasta hoy no me he percatado de este hecho. Entre los cientos de personas que rodeaban la Büllowplatz, pocas podían haber sido comunistas organizados, y sin embargo daba la impresión de que cada individuo estaba unido con los otros en contra de la marcha. Alguien empezó a cantar la «Internacional», y un instante después todos la entonaban, incluso las mujeres con bebés que se habían asomado a las ventanas de los pisos más altos. Los nazis pasaron por delante, desfilando tan aprisa como saben hacerlo, entre una doble hilera de protección. La mayoría no apartaba los ojos del suelo o miraba perdidamente al frente; unos cuantos ensayaban sonrisas forzadas, muecas furtivas. Cuando la procesión hubo pasado, un viejecillo gordo de las SA, que por una u otra razón se había rezagado, recorrió jadeante la doble hilera, muerto de miedo por haberse quedado solo y tratando en vano de alcanzar al resto. La muchedumbre entera se rio de él.”
Con música de John Kander, canciones de Fred Ebb, y libreto de Joe Masteroff, se estrenaba en Broadway, en la temporada de 1966, el musical Cabaret, cuyo éxito (más de 1.100 representaciones, varios e importantes premios Tony, y un Grammy para su grabación en disco) culminó en 1972 adaptado por Jay Allen en forma de película bajo la dirección de Bob Fosse. Tanto ésta como aquél tienen su inspiración y referencia en la obra de Christopher Isherwood Adiós a Berlín.
Hace casi tres años traje a estas páginas una anotación en la que comentaba una escena de la película Cabaret: un joven muchacho inicia un himno de estilo patriótico en la terraza de albergue rural, ante una amplia y variada clientela. El muchacho, integrante de las juventudes del Partido Obrero Nacional Socialista, consigue que práctica totalidad de la clientela se incorpore al fervor patriótico (y político) de la canción.
Como puede verse, la coincidencia entre la obra literaria y la musical y cinematográfica no puede decirse que sea exacta.
“Sólo ha transcurrido una semana desde que escribí lo que antecede. Schleicher ha dimitido. Los monóculos hicieron lo que debían. Hitler ha formado un gabinete con Hugenberg. Nadie cree que pueda durar hasta la primavera.”
“Mañana me voy a Inglaterra. Volveré dentro de unas semanas, pero solamente para recoger mis cosas antes de abandonar Berlín definitivamente.
La pobre Fräulein Schroeder está inconsolable.
- Nunca volveré a encontrar un caballero como usted, Herr Issyvoo… Siempre tan puntual con el alquiler… No acierto a comprender lo que le impulsa a marcharse de Berlín así, tan de repente…
No serviría de nada explicárselo o hablar de política. Ya se está adaptando a mi partida del mismo modo que se adaptará a todo nuevo régimen. Incluso esta mañana la he oído hablar del «Führer» reverentemente con la mujer del portero. Si alguien le recordara que en las pasadas elecciones de noviembre votó a los comunistas, probablemente lo negaría ardientemente y con la mayor buena fe. Se limita a aclimatarse, de acuerdo con una ley natural, como un animal que cambia de piel en invierno. Miles de personas como Fräulein Schroeder se están asimismo aclimatando. Después de todo, sea el que sea el gobierno que detente el poder, están condenados a vivir en esta ciudad.
Hoy brilla un sol resplandeciente; el tiempo es benigno y cálido. Salgo sin abrigo ni sombrero a dar mi último paseo matutino. El sol brilla y Hitler es el dueño de la ciudad.”
Exacta no, pero era cuestión de esperar unos meses.
Créditos:
Extractos del capítulo Un diario de Berlín (Invierno de 1932-33), último de Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood, según la traducción de Jaime Zulaika, publicada por Argos-Vergara en 1981 (pp. 216-217,218 y 221-222).
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martes, 23 de agosto de 2011
Desde la barrera
Recuerdo una anécdota que nos contó hace mucho tiempo un sacerdote amigo de la familia, formado y con inicio de la práctica del sacramento en los tiempos preconciliares, podría decirse.
El caso es que, encontrándose no sé dónde, coincidió con otro sacerdote, de vete tú a saber qué país europeo (supongo), con quien no podía conversar en español ni en el idioma materno del otro, circunstancias recíprocamente presentes en el compañero. Naturalmente, a pesar del resultado de Babel, no se arredraron, y sin necesidad de de que nadie les indicara nada, ni de que ninguna comisión resolviera lo mejor para ellos, su propio y libre albedrío les encaminó al entenderse sin mayores problemas. Para eso estaba la lengua franca del Imperio, y por extensión, de Europa: el latín.
Con el tiempo, es sabido, el latín se ha perdido, y donde aún quedaba, en la liturgia católica, también se perdió. Y con él, la música.
Nuestro amigo Bate lo ha expresado en diversas ocasiones. Al final, alguien le ha oído, y se ha atrevido también a quejarse. Este pasado mes de abril Joseph Cullen, director de música coral en la Orquesta Sinfónica de Londres, escribió un artículo lamentando la dejadez que tras el Concilio Vaticano II se había producido en la música litúrgica católica.
En la recientemente celebrada Jornada Mundial de la Juventud, en las celebraciones litúrgicas ha habido música, orquesta y coros que, en lo que he oído, han hecho una muy meritoria labor, especialmente al tratarse de ámbitos al aire libre. Sin embargo…
Sin embargo, creo que la inmensa mayoría de la inmensa multitud presente, desconocía los cánticos, precisamente porque su juventud sólo les habrá permitido apreciarlos o participar en ellos, en contadas ocasiones, con lo que, sí, es música, y claro, les suena, pero no la conocen. Y supongo que por muy mal que se module la voz, un cántico interpretado el domingo por dos millones de persones, conociéndoselo, habría puesto, como se dice, los pelos como escarpias. Y hubiera sido una muestra, otra más, de la unidad, voluntad y fuerza del catolicismo.
Pero eso sólo hubiera sido posible de haberlo conocido desde casa,… y en latín.
Y, un suponer, ¡qué distinta hubiera sido la Puerta del Sol si, como una sola voz, los peregrinos presentes hubieran podido reaccionar gloriando a Dios en el Cielo!
El caso es que, encontrándose no sé dónde, coincidió con otro sacerdote, de vete tú a saber qué país europeo (supongo), con quien no podía conversar en español ni en el idioma materno del otro, circunstancias recíprocamente presentes en el compañero. Naturalmente, a pesar del resultado de Babel, no se arredraron, y sin necesidad de de que nadie les indicara nada, ni de que ninguna comisión resolviera lo mejor para ellos, su propio y libre albedrío les encaminó al entenderse sin mayores problemas. Para eso estaba la lengua franca del Imperio, y por extensión, de Europa: el latín.
Con el tiempo, es sabido, el latín se ha perdido, y donde aún quedaba, en la liturgia católica, también se perdió. Y con él, la música.
Nuestro amigo Bate lo ha expresado en diversas ocasiones. Al final, alguien le ha oído, y se ha atrevido también a quejarse. Este pasado mes de abril Joseph Cullen, director de música coral en la Orquesta Sinfónica de Londres, escribió un artículo lamentando la dejadez que tras el Concilio Vaticano II se había producido en la música litúrgica católica.
En la recientemente celebrada Jornada Mundial de la Juventud, en las celebraciones litúrgicas ha habido música, orquesta y coros que, en lo que he oído, han hecho una muy meritoria labor, especialmente al tratarse de ámbitos al aire libre. Sin embargo…
Sin embargo, creo que la inmensa mayoría de la inmensa multitud presente, desconocía los cánticos, precisamente porque su juventud sólo les habrá permitido apreciarlos o participar en ellos, en contadas ocasiones, con lo que, sí, es música, y claro, les suena, pero no la conocen. Y supongo que por muy mal que se module la voz, un cántico interpretado el domingo por dos millones de persones, conociéndoselo, habría puesto, como se dice, los pelos como escarpias. Y hubiera sido una muestra, otra más, de la unidad, voluntad y fuerza del catolicismo.
Pero eso sólo hubiera sido posible de haberlo conocido desde casa,… y en latín.
Y, un suponer, ¡qué distinta hubiera sido la Puerta del Sol si, como una sola voz, los peregrinos presentes hubieran podido reaccionar gloriando a Dios en el Cielo!
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