Esta semana pasada, decidí leer Las aventuras prodigiosas, de Carlos Semprún Maura, por motivos obvios.
El libro estaba esperando su momento para ser leído, tras haberlo comprado a finales de mayo de 2008, poco después de haberlo encargado, eligiéndolo de una enoooorme lista de libros que tengo para comprar (y, en su día, ser leídos, hojeados, consultados, o lo que se tercie – lo que aún no sé es dónde los colocaré), lista en la que había sido incluido como consecuencia de las reseñas leídas en Libertad Digital. Lo curioso, tema que he comentado en otras ocasiones, es que el ejemplar en cuestión es de la primera edición, de octubre de 2004, cerca de cuatro años antes. La novela es de ese mismo año, y está publicada por Seix Barral, en su colección Biblioteca Breve.
Pero a lo que íbamos.
La novela no puede decirse que empiece “blandita”. Lo hace con una conversación entre dos personas, no claramente identificadas, de la que extraigo una parte que empieza pronto, justo en la última línea de la primera página del texto (páginas 9 y 10 del libro):
“– Lo que me interesa es demostrar que los partidos comunistas de por aquí, de los países occidentales, digamos, no fueron tan angelicales como lo pretenden hoy.
– ¡Joder! ¿Y para eso necesitas a Sekerez? No faltan datos.
– Sobran. Ya sé. Pero yo lo había pensado como una serie de biografías breves, de casos concretos, con… human touch. Y en el caso de Sekerez, lo interesante son los nombres de sus amigos que le retiraron el saludo, y la amistad, porque decía la verdad sobre la Hungría socialista. ¿Ves? Todos esos intelectuales famosos, progresistas, humanistas, que comente un crimen frío, indirecto, sin mancharse las manos, y que, tan contentos, siguen dando lecciones de moral al mundo entero.”
Y claro, me ha venido a la memoria el final del famoso obituario al que me referí ayer:
“Sin pretensiones de estilo, tan abundante producción, si no ha ganado en reconocimiento, sí lo ha hecho en audiencia, fundamentalmente en los sectores más militantes de la actual derecha española, virulentos antiizquierdistas in totto y enemigos de cuanto les suene a lo que califican de progresista. Sin embargo, Carlos Semprún, mayor y más íntegro que sus nuevos compañeros de viaje, no ha dejado llevar su agua revisionista hacia los molinos donde esos extremistas elaboran de continuo su molienda indigesta con ingredientes tales como la condena general de la militancia antifranquista y la exculpación de la dictadura. A ello se ha resistido hasta sus 82 años Carlos Semprún Maura.”
Se ve que Carlos Semprún Maura es demasiado íntegro como para atreverse a decir nada sobre él. Al menos, directamente.
El libro estaba esperando su momento para ser leído, tras haberlo comprado a finales de mayo de 2008, poco después de haberlo encargado, eligiéndolo de una enoooorme lista de libros que tengo para comprar (y, en su día, ser leídos, hojeados, consultados, o lo que se tercie – lo que aún no sé es dónde los colocaré), lista en la que había sido incluido como consecuencia de las reseñas leídas en Libertad Digital. Lo curioso, tema que he comentado en otras ocasiones, es que el ejemplar en cuestión es de la primera edición, de octubre de 2004, cerca de cuatro años antes. La novela es de ese mismo año, y está publicada por Seix Barral, en su colección Biblioteca Breve.
Pero a lo que íbamos.
La novela no puede decirse que empiece “blandita”. Lo hace con una conversación entre dos personas, no claramente identificadas, de la que extraigo una parte que empieza pronto, justo en la última línea de la primera página del texto (páginas 9 y 10 del libro):
“– Lo que me interesa es demostrar que los partidos comunistas de por aquí, de los países occidentales, digamos, no fueron tan angelicales como lo pretenden hoy.
– ¡Joder! ¿Y para eso necesitas a Sekerez? No faltan datos.
– Sobran. Ya sé. Pero yo lo había pensado como una serie de biografías breves, de casos concretos, con… human touch. Y en el caso de Sekerez, lo interesante son los nombres de sus amigos que le retiraron el saludo, y la amistad, porque decía la verdad sobre la Hungría socialista. ¿Ves? Todos esos intelectuales famosos, progresistas, humanistas, que comente un crimen frío, indirecto, sin mancharse las manos, y que, tan contentos, siguen dando lecciones de moral al mundo entero.”
Y claro, me ha venido a la memoria el final del famoso obituario al que me referí ayer:
“Sin pretensiones de estilo, tan abundante producción, si no ha ganado en reconocimiento, sí lo ha hecho en audiencia, fundamentalmente en los sectores más militantes de la actual derecha española, virulentos antiizquierdistas in totto y enemigos de cuanto les suene a lo que califican de progresista. Sin embargo, Carlos Semprún, mayor y más íntegro que sus nuevos compañeros de viaje, no ha dejado llevar su agua revisionista hacia los molinos donde esos extremistas elaboran de continuo su molienda indigesta con ingredientes tales como la condena general de la militancia antifranquista y la exculpación de la dictadura. A ello se ha resistido hasta sus 82 años Carlos Semprún Maura.”
Se ve que Carlos Semprún Maura es demasiado íntegro como para atreverse a decir nada sobre él. Al menos, directamente.