«Antes de la guerra y
durante el período de pasividad militar se había hecho muy poco -o, mejor,
nada- para preparar reductos a prueba de bomba en los que pudiera sentar sus
reales el gobierno central. Se habían, en trueque, elaborado planes muy
minuciosos para el traslado del gobierno a un lugar distinto a Londres. (…) Pero,
ahora que nos veíamos bombardeados, gobierno y Parlamento estaban resueltos a
continuar en Londres, y yo compartía el sentir común. Como otros, yo no había
dejado de imaginar una destrucción tan abrumadora que nos forzase a realizar un
traslado y una dispersión generales. Mas en contacto con los hechos reales
nuestras reacciones siguieron una dirección contraria.»
«Si se quería resistir y
permanecer en Londres, era menester construir, bajo tierra o en la superficie,
toda clase de locales fortificados donde el poder ejecutivo y sus miles de
funcionarios pudieran desempeñar sus tareas.»
«Primer
Ministro a sir Edward Bridges. 22-X-40
1. Ahora conocemos ya los
límites del ataque enemigo a Londres y nos consta que será tan severo como
prolongado. Es muy verosímil que prosiga el bombardeo de Whitehall y demás
centros de gobierno hasta que todos los edificios viejos o inseguros hayan sido
demolidos.
En consecuencia, es
preciso organizar, lo antes posible, acomodos en las casas más fuertes que
existan, o que sean susceptibles de fortificación, a fin de que sirvan para
acoger a los muy numerosos núcleos de personal superior y subalterno
relacionado con los organismos gubernativos y con los ministerios y
departamentos esenciales para la dirección de la guerra.
Esto se hace inevitable
en virtud de nuestra decisión de no abandonar Londres (…)»
«El domingo 29 de
diciembre volvió a abatirse sobre Londres el más grave de los ataques de
aquellas semanas. En esa ocasión los alemanes hicieron uso de la mucha
experiencia tan penosamente ganada. Fue una operación incendiaria clásica. El
peso del ataque se concentró en la City de Londres. Se sincronizó el asalto con
el momento de la marea baja. Las conducciones de agua fueron destruidas desde
el principio por unas minas de gran potencia explosiva soltadas en paracaídas.
Hubo que luchar con cerca de mil quinientos incendios. Las estaciones de
ferrocarril y los muelles sufrieron daños. Ocho iglesias fueron destruidas o
quedaron malparadas. El fuego y las explosiones afectaron al Ayuntamiento y
costó heroicos esfuerzos salvar la catedral de San Pablo. Aun hoy sigue
existiendo una zona de vacío, ruina y desolación en el mismo centro del mundo
británico. Pero cuando el rey y la reina visitaron aquella zona de muerte, se
les acogió con un entusiasmo mucho mayor que el usual en las fiestas reales.
Durante aquella dura y
prolongada prueba, que aún debía persistir por varios meses, el monarca habitó
constantemente el palacio de Buckingham. Se construyeron en los sótanos refugios
adecuados, mas eso costó su correspondiente tiempo. Varias veces aconteció
también que Su Majestad llegara de Windsor en el curso de un ataque aéreo. Una
vez él y la reina se salvaron por un muy estrecho margen.»
«Fue muy útil para
Inglaterra tener unos reyes tan buenos en aquellos trascendentales años.»
[En la festividad de San
Jorge, Santo Patrono de Inglaterra, y onomástica del rey Jorge VI.]
Créditos:
Extractos del capítulo
III «Londres puede aguantar», de Solos, libro segundo de Su hora mejor, parte segunda de La Segunda Guerra Mundial, obra de Sir
Winston S. Churchill, según traducción de Juan G. de Luaces, publicado como
volumen IV de la obra, y como número 15 de la colección Biblioteca de Historia, editada por Orbis en 1985, (pp. 52, 53, 58,
62 y 63), de la biblioteca del autor.
Fotografía del rey Jorge
VI, visitando una zona bombardeada en el distrito londinense de Lambeth (sin
fecha, probablemente 1940 ó 1941), tomada de Operation Sea Lion, de Peter Fleming (publicado originalmente en
1957 con el nombre Invasion 1940), según
edición de Pan Books en 2003, de la biblioteca del autor.
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