sábado, 23 de abril de 2016

God save the King

«Antes de la guerra y durante el período de pasividad militar se había hecho muy poco -o, mejor, nada- para preparar reductos a prueba de bomba en los que pudiera sentar sus reales el gobierno central. Se habían, en trueque, elaborado planes muy minuciosos para el traslado del gobierno a un lugar distinto a Londres. (…) Pero, ahora que nos veíamos bombardeados, gobierno y Parlamento estaban resueltos a continuar en Londres, y yo compartía el sentir común. Como otros, yo no había dejado de imaginar una destrucción tan abrumadora que nos forzase a realizar un traslado y una dispersión generales. Mas en contacto con los hechos reales nuestras reacciones siguieron una dirección contraria.»

«Si se quería resistir y permanecer en Londres, era menester construir, bajo tierra o en la superficie, toda clase de locales fortificados donde el poder ejecutivo y sus miles de funcionarios pudieran desempeñar sus tareas.»

«Primer Ministro a sir Edward Bridges.                                   22-X-40
1. Ahora conocemos ya los límites del ataque enemigo a Londres y nos consta que será tan severo como prolongado. Es muy verosímil que prosiga el bombardeo de Whitehall y demás centros de gobierno hasta que todos los edificios viejos o inseguros hayan sido demolidos.
En consecuencia, es preciso organizar, lo antes posible, acomodos en las casas más fuertes que existan, o que sean susceptibles de fortificación, a fin de que sirvan para acoger a los muy numerosos núcleos de personal superior y subalterno relacionado con los organismos gubernativos y con los ministerios y departamentos esenciales para la dirección de la guerra.
Esto se hace inevitable en virtud de nuestra decisión de no abandonar Londres (…)»

«El domingo 29 de diciembre volvió a abatirse sobre Londres el más grave de los ataques de aquellas semanas. En esa ocasión los alemanes hicieron uso de la mucha experiencia tan penosamente ganada. Fue una operación incendiaria clásica. El peso del ataque se concentró en la City de Londres. Se sincronizó el asalto con el momento de la marea baja. Las conducciones de agua fueron destruidas desde el principio por unas minas de gran potencia explosiva soltadas en paracaídas. Hubo que luchar con cerca de mil quinientos incendios. Las estaciones de ferrocarril y los muelles sufrieron daños. Ocho iglesias fueron destruidas o quedaron malparadas. El fuego y las explosiones afectaron al Ayuntamiento y costó heroicos esfuerzos salvar la catedral de San Pablo. Aun hoy sigue existiendo una zona de vacío, ruina y desolación en el mismo centro del mundo británico. Pero cuando el rey y la reina visitaron aquella zona de muerte, se les acogió con un entusiasmo mucho mayor que el usual en las fiestas reales.
Durante aquella dura y prolongada prueba, que aún debía persistir por varios meses, el monarca habitó constantemente el palacio de Buckingham. Se construyeron en los sótanos refugios adecuados, mas eso costó su correspondiente tiempo. Varias veces aconteció también que Su Majestad llegara de Windsor en el curso de un ataque aéreo. Una vez él y la reina se salvaron por un muy estrecho margen.»

«Fue muy útil para Inglaterra tener unos reyes tan buenos en aquellos trascendentales años.»

[En la festividad de San Jorge, Santo Patrono de Inglaterra, y onomástica del rey Jorge VI.]

Créditos:
Extractos del capítulo III «Londres puede aguantar», de Solos, libro segundo de Su hora mejor, parte segunda de La Segunda Guerra Mundial, obra de Sir Winston S. Churchill, según traducción de Juan G. de Luaces, publicado como volumen IV de la obra, y como número 15 de la colección Biblioteca de Historia, editada por Orbis en 1985, (pp. 52, 53, 58, 62 y 63), de la biblioteca del autor.
Fotografía del rey Jorge VI, visitando una zona bombardeada en el distrito londinense de Lambeth (sin fecha, probablemente 1940 ó 1941), tomada de Operation Sea Lion, de Peter Fleming (publicado originalmente en 1957 con el nombre Invasion 1940), según edición de Pan Books en 2003, de la biblioteca del autor.

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