Hace 40 años entré en la Universidad Politécnica de Valencia.
Aunque el primer día asistí por la mañana, en realidad quedé integrado en
un grupo con las clases por la tarde, por lo que en cuanto pude, pedí el cambio
a la mañana. Seguí asistiendo por la tarde, hasta que se me informara del
cambio o no cambio.
Sin embargo, la información como tal no me llegó,
pero sí me enteré de que el cambio se había aceptado cuando en la corrección de
unos trabajos de dibujo en vez de una calificación deprimente figuraba la
observación de que yo no formaba parte de ese grupo de la tarde. Total, que se
me dijo en qué grupo figuraba, y al día siguiente me presenté a clase, ya por la
mañana.
El caso es que eso sucedió un 31 de octubre, y el
día siguiente, Todos los Santos, resultado de una decisión tomada por un
gobierno de aquella centrista UCD, no fue festivo en 1979. Y yo me
presenté en clase.
Donde pude leer una gran nota en la pizarra en la que se expresaba que los alumnos sí hacían fiesta, pero que volverían a clase
el día 2. Y así sucedió.
Lo significativo de aquello es que, como fácilmente
se puede comprobar, el primero de noviembre de 1979 fue jueves, y la decisión
de los alumnos les dio opción a un sobrevenido puente.
Pero el viernes fueron a clase.
Esta semana, cuarenta años después, un hatajo de
cafres se han dedicado a bloquear las universidades en Cataluña, impidiendo violentamente
la actividad inherente al concepto de Universidad.
Si esto ya es grave, peor es el error de concepto
que demuestra la respuesta de otro hatajo de individuos, cuyo tratamiento
oficial es el de Magníficos, a pesar de confirmar (nuevamente) que quien
mejor lleva ese nombre es el famoso Pijus Magnificus.
O tempora, o mores.
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