viernes, 11 de noviembre de 2016

Desarmado, pero bien protegido

Muy poco antes de que terminase este bienio los bárbaros invadieron las Galias. Para repeler a los invasores el césar Juliano organizó poderosos regimientos y, para animar a sus huestes a que pelearan con bravura contra el enemigo ofreció a los combatientes cuantiosas sumas de dinero. Martín, que estaba dispuesto a no prorrogar su permanencia en el ejército, rechazó el incentivo que le ofrecían y dijo al césar:
- Yo estoy bautizado, soy un soldado de Cristo y como tal no me está permitido intervenir en esta clase de batallas.
 Juliano, indignado, le replicó de este modo:
- Si te niegas a tomar parte en esta guerra, no es por motivo de religión, sino porque eres cobarde y tienes miedo.
Martín, con viveza y valentía, rechazó la acusación de que era objeto, diciéndole a Juliano:
- Si pretendo darme de baja en la milicia no es porque sea cobarde y tenga miedo, sino por razones religiosas; para demostrarte que digo verdad, mañana, cuando comience la batalla, me presentaré ante los soldados enemigos completamente desarmado, sin escudo y sin coraza; y sin otra protección que la de la señal de la cruz, penetraré sin vacilar entre las tropas invasoras.
Juliano, para comprobar si Martín era efectivamente capaz de cumplir lo que había prometido, tras ordenar que lo vigilaran muy de cerca en evitación de que se escapara, dispuso todo lo necesario a fin de que al día siguiente el joven tribuno fuese colocado en un destacamento de vanguardia frente a los bárbaros invasores. Llegada la mañana, Martín ocupó el puesto que el césar le había asignado; poco después los enemigos enviaron una legación ante el general que mandaba las tropas romanas, manifestándole su decisión de rendirse sin condiciones. De ese modo quedó bien claro que la insigne victoria que en aquella ocasión el ejército imperial obtuvo sin el menor derramamiento de sangre sobre las fuerzas invasoras se debió exclusivamente a los méritos de tan santo varón.

[En la festividad de San Martín, Obispo de Tours, y en el nonagesimooctavo aniversario del armisticio de la Primera Guerra Mundial]

Créditos:
Extracto del capítulo dedicada a San Martín, Obispo, en La leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine, según traducción de Fray José Manuel Mecías, tomado de la edición realizada por Alianza Editorial en su colección Alianza Forma (2ª edición, de 2016, tomo II, pp. 719-720), de la biblioteca del autor.
Fotografía de las ruinas de la iglesia de San Martín, en Ypres, realizada por Maurice y Robert Antony, el 15 de septiembre de 1919, tomada de The First World War: unseen glass plate photographs of the Western Front, recopilación de Carl de Keyzer y David van Reybrouck editada por Hannibal Publishing (2014-2015) y The University of Chicago Press (2015), de la biblioteca del autor.

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