“- Tío, no puedo explicar el porqué con palabras. Lo único que sé es que
quiero ser matemático. Supuso que lo entenderías…
Él reflexionó por unos instantes (…)
- Mmm… –dijo–. ¿Qué te parece si hacemos un trato?
- ¿Qué clase de trato?
(…)
- Te pondré un problema que te llevarás a casa y
tratarás de resolver. Según lo que ahgas con él, podré juzgar mejor si tienes
madera de gran matemático. (…) Bueno, el problema será difícil –contestó–. No cualquiera
puede resolverlo, pero si tienes dotes para ser un gran matemático, lo
conseguirás. Naturalmente, deberás prometer que no pedirás ayuda a nadie ni
consultarás libros.
- Lo prometo –dije. (…) Ponme el problema que
tengo que resolver.
Primero lo escribió en un papel y luego lo leyó en
voz alta.
- Quiero que intentes demostrar –dijo– que todo número
par superior a 2 es la suma de dos primos.
Reflexioné por un isntante, rezando con fervor por
una inspiración repentina que me permitiera vencerlo con una solución instantánea.
Sin embargo, no llegó, y me limité a decir:
- ¿Eso es todo?”
Este domingo es 26,
número par, y resultado de la suma de 7 y 19, por ejemplo, ambos, números
primos (por no mencionar la solución fácil). Como vemos, en este caso se cumple
lo enunciado por el tío Petros a su sobrino. Luego, tal vez, bien pueda ser
verdad, ¿no?
“A finales de septiembre, pocos días entes de empezar mi último curso
lectivo, fui otra vez a Ekali, taciturno y desmoralizado.
- ¿Y bien? –me preguntó el tío Petros en cuanto
nos sentamos, después de que yo rechazara con frialdad su brebaje de cerezas ácidas–.
¿Has resuelto el problema?
- No –respondí–. La verdad es que no lo he hecho.
Lo último que deseaba en ese momento era describir
mis fallidos intentos o escuchar cómo él los analizaba para mí. Es más; no tenía
ninguna curiosidad por descubrir la solución, la prueba del enunciado. Lo único
que quería era olvidar cualquier cosa relacionada con los números, ya fuera
pares o impares… por no mencionar los primos.”
Y, en efecto, no
descubrió la solución… hasta unos años después.
“El primer día de mi tercer año me informaron de que el Destino (¿quién si
no puede disponer coincidencias semejantes?) había decidido que compartiera mi
habitación de la residencia universitaria con Sammy Epstein, un muchacho canijo
de Brooklyn, famoso entre los estudiantes del primer ciclo porque era un
prodigio de las matemáticas. (…)
Convencido de que a esas alturas todas las heridas
causadas por mi breve y traumática historia de matemático habían cicatrizado,
me sentí encantado, incluso divertido, al descubrir la identidad de mi nuevo
compañero de cuarto. En nuestra primera noche juntos, mientras cenábamos en el
comedor de la universidad para conocernos mejor, le dije con naturalidad:
- Puesto que eres un genio de las matemáticas,
Sammy, estoy seguro de que podrás probar con facilidad que todo número par
mayor que 2 es la suma de dos primos.
Se echó a reír.
- Si pudiera probar eso, tío, no estaría aquí
cenando contigo; ya sería catedrático, quizás incluso tendría la medalla
Fields, el Nobel de las matemáticas.
Antes de que terminara de hablar, en un instante
de revelación, adiviné la horrible verdad. Sammy la confirmó con sus siguientes
palabras:
- La afirmación que acabas de hacer es la
conjetura de Goldbach, ¡uno de los problemas irresueltos más difíciles de todos
los campos de las matemáticas!”
Como ya ha quedado
reflejado en estas páginas, el
último teorema de Fermat se encuentra resuelto
desde hace veinte años. ¿Y la conjetura de Goldbach?, (que, por cierto, su
enunciado no es de él, sino de
Euler), ¿qué hay de ella?
Bueno, pues de momento,
si no la conjetura propiamente dicha, su hermana, la
otra («todo número impar superior a 5 es la suma de tres números
primos»),
sí parece que ha sido resuelta.
Ahora, como en las
mejores familias, sólo queda por dejar aparte al primo que molesta.
Créditos:
Imagen de la cubierta y
extractos de El tío Petros y la conjetura
de Goldbach, de Apostolos Doxiadis, según traducción de Mª Eugenia
Ciocchini, tomados de la edición realizada en 2000 por Ediciones B en su
colección Tiempos modernos, de la biblioteca del autor (pp.32-37
y 45-46).