martes, 24 de febrero de 2015

Para contar la prórroga

La madrina la tocó con la varita, y las humildes ropas se transformaron en un lujoso y elegante vestido de oro, plata y pedrería; luego le calzó unos lindísimos zapatitos de cristal que eran una monada. Cenicienta subió a la carroza, pero antes de partir, su madrina la recomendó mucho que se retirase del baile antes de las doce. Pasada esa hora, cesa el encanto de todos estos objetos, y la carroza vuelve a ser calabaza, los lacayos lagartos, y así lo demás. Las ropas lujosas que ahora vistes, serían las pobres de antes.

El otro día vi un reloj que parecía diseñado específicamente para cuando Cenicienta ya no tuviera problemas con los encantamientos: empezaba a marcar precisamente a las doce.

El problema, en todo caso, sería del príncipe, que tendría que pasar el baile a la tarde, para que funcionara el reloj... de sol.

Créditos:
Extracto de La Cenicienta, cuento de Charles Perrault, en adaptación sin acreditar, tomado de Cuentos de Perrault, publicado en 2006 por Real de Catorce Editores, de la biblioteca del autor.
Fotografía de un reloj de sol, en un edificio de Requena, de febrero de 2015, del autor.

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