“Era una agradable y limpia mañana de otoño –de octubre, me atrevería a
decir– y yo estaba en la cocina sacándoles el corazón a unas manzanas para
hacer una salsa. (…)
Recuerdo que me disponía a recoger la leña cuando
escuché el chirrido de las ruedas del carro en el portal. Uno de los caballos
blancos más veloces que hubiera visto nunca tiraba de un extraño carruaje que tenía forma de vagón. (…)
Estaba pintado [el carruaje] de un color azul pálido,
como el de los huevos del petirrojo, y a un costado se leía en grandes letras
escarlatas:
PARNASO AMBULANTE
DEL SEÑOR MIFFLIN
LOS MEJORES LIBROS A LA VENTA:
SHAKESPEARE, CHARLES LAMB, STEVENSON,
HAZLITT Y TODOS LOS DEMÁS
(…)
Mientras hablaba [el hombrecillo] soltó un gancho de alguna parte y uno de los costados se levantó como
una tapa. Una especie de mecanismo hizo clic, la tapa se convirtió en un tejadillo y entonces no hubo sino libros y
más libros en filas.
Aquel costado del vagón no era otra cosa que una
gran librería. Estanterías sobre estanterías, y todas repletas de libros,
viejos y nuevos.”
Este último viernes de
noviembre se celebra en España, conforme a una larga tradición, una nueva
edición del Día de las Librerías, en concreto, la segunda.
Día que se une al Día del
Libro, el Día del Libro Infantil, las diversas Ferias del Libro (nuevos o
antiguos), las otras Ferias del día en un idioma u otro,…
Me parece todo muy bien
en relación con el libro. Pero para que un libro funcione, necesita lectores: coincidiendo
con el aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, en la Argentina este
año ya se celebró por primera vez el Día del Lector.
Creo que no
hace falta aclarar que yo no necesito Día del Lector para leer, al igual no
necesito Día del Libro para comprarlos, ni Día de las Librerías para visitarlas
(y hacerles algún hueco en sus estanterías). Pero si estas iniciativas sirven
para darle un pequeño empujoncito a alguien, bienvenidas sean.
Créditos:
Extractos de los capítulos 2 de La librería ambulante, de Christopher
Morley, según traducción de Juan Sebastián Cárdenas, cuya primera edición de
enero de 2012 se ha publicado como número 42 de la colección Largo recorrido, por la editorial Periférica
(pp. 18-20).
Fotografía de la estatua de una niña
leyendo, de Esteve Edo, que se encuentra en las Alameditas de Serranos, en
Valencia, de agosto de 2012, del autor.