El diseño industrial ha dado diversos ejemplos bastante conocidos por el público en general. Aunque luego, en otra anotación, hablaré de una exposición que, según mis datos, finaliza precisamente hoy, ahora voy a hablar de lámparas.
Son conocidas las lámparas Tiffany, de una de las cuales acompañamos la foto, extraída de una página que las vende por Internet (por si a alguien le interesa, la tienen de
oferta con un descuento algo inferior al 15%).
Podría hablarse de la pantalla, cuya ejecución en cristal es característica de la casa, pero voy a fijarme en otro aspecto: el sistema de encendido y apagado.
Se puede apreciar a la derecha del pie un corto cable, que cuelga. En efecto, habitualmente, el cable se encuentra enganchado en la zona donde, sobre el pie de la lámpara, se engarza el casquillo que aloja la bombilla, que es quien, si tras esta explanación mía, no se ha fundido también como tal vez le haya pasado a algún lector, finalmente ilumina.
Aunque digno de alabar su diseño formal y estético, también es de resaltar que el diseño técnico del funcionamiento de la lámpara se basa en una sencilla maniobra: estirando el cable, preferentemente hacia abajo y, en todo caso, con conocimiento, se consigue activar un ingenioso mecanismo (astutamente oculto en el interior del pie de la lámpara), el cual, el movimiento lineal transmitido al cable, lo convierte, transmuta diríamos, cual proceso alquímico largamente deseado y por fin conseguido, en una reordenación de exquisitas y delicadas piezas (también ocultas al común de los mortales) que, como agentes divinos, consiguen la orden deseada: fiat lux.
No sólo eso: el diseño técnico encierra una paradoja, podría decirse que incluso una lección filosófica, como buena alquimia que es.
En efecto, llevados por la ambición, podríamos repetir la maniobra esperando obtener mayor iluminación, y la obtenemos, sí, pero es moralmente como nos iluminamos: la lámpara se apaga.
[Es cierto que artes diabólicas han introducido elementos que permiten incrementar la iluminación con cada nueva maniobra, pero finalmente, el Bien se impone, y la lección se imparte: tardará más, tardará menos, pero siempre se acaba haciendo la maniobra tras la cual, la lámpara se apaga]
[No es objeto de esta anotación, lo digo para los impacientes, hacer referencias a que la lámpara, como las personas, sólo ilumina si dispone de una alimentación de energía que se lo permite. Aclarado este aspecto, prosigamos]
Como puede verse, tenemos un ejemplo de cómo la técnica y el diseño no sólo nos ayudan a una mejor calidad de vida, sino que nos ilustran sobre la mejor vida.
Pues bien, esta mañana he observado con placer, no lo negaré, que estas enseñanzas, aun en la limitada medida con que cabe llevarlas a efecto en la vía pública, las está instaurando el ayuntamiento de Valencia, poco a poco, eso sí, mediante una prueba piloto, posiblemente.
Y es que, no otra explicación puede tener el cable colgando de esta farola.