«Conocimiento de las insidias del comunismo
Sobre este punto insistimos ya en Nuestra Alocución del 12 de mayo del año pasado, pero creemos necesario, Venerables Hermanos, volver a llamar acerca de ello vuestra atención de modo particular. Al principio, el comunismo se manifestó cual era en toda su perversidad; pero pronto cayó en la cuenta de que de esta manera alejaba de sí a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura atraerse las muchedumbres con diversos engaños, ocultando sus fines tras ideas que en sí son buenas y atrayentes.
Así, viendo el deseo de paz, los jefes del comunismo fingen ser los más celosos fautores y propagandistas del movimiento por la paz mundial; pero, al mismo tiempo, excitan a luna lucha de clases que hace correr ríos de sangre, y sintiendo que no tienen garantías de paz, recurren a armamentos ilimitados. Así, bajo diversos nombres que ni siquiera aluden al comunismo, fundan asociaciones y periódicos, que luego no sirven más que para hacer penetrar sus ideas en medios que de otro modo no serían fácilmente accesibles, y pérfidamente procuran infiltrarse hasta en asociaciones abiertamente católicas y religiosas. Así, en otras partes, sin renunciar en lo más mínimo a sus perversos principios, invitan a los católicos a colaborar con ellos en el campo llamado humanitario y caritativo, proponiendo a veces cosas completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes llevan su hipocresía hasta hacer creer que el comunismo, en países de mayor fe y cultura, tomará un aspecto más suave y no impedirá el culto religioso y respetará la libertad de las conciencias. Y hasta hay quienes, refiriéndose a ciertos cambios introducidos recientemente en la legislación soviética, deducen que el comunismo está para abandonar su programa de lucha contra Dios.
Procurad, Venerables Hermanos, que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con él en ningún terreno los que quieren salvar la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen a la victoria del comunismo en sus países, serán los primeros en ser víctimas de su error; y cuanto las regiones donde el comunismo consigue penetrar más se distingan por la antigüedad y la grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará allí el odio de los sin Dios
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Créditos:
Extracto de la encíclica
Divini Redemptoris, publicada por el Papa Pío XI en 1937, tomado de la edición realizada por Editorial Apostolado de la Prensa, S.A., en 1960, de la biblioteca del autor.
Viñeta de J.M. Nieto, publicada en
ABC el 24 de julio de 2014, de la hemeroteca del autor.